Realidad arquitect¨®nica y simbolog¨ªa imperial
Conversaci¨®n con Fernando Garc¨ªa Mercadal
?A qu¨¦ cree usted que obedece el rosario de demoliciones de nuestra arquitectura (racionalista, expresionista..., y eminentemente renovadora) de la preguerra?-Para m¨ª es, ante todo, un s¨ªntoma; un s¨ªntoma de especulaci¨®n, de corrupci¨®n, de desafecto a la cultura..., y de otras cosas m¨¢s que no suelen comentarse.
-?Por ejemplo?
-La nueva arquitectura entra?aba, al margen de su correcta funci¨®n, todo un s¨ªmbolo de esa larga preguerra que, a partir de 1927, aproximadamente, vino a significar un creciente cambio de panorama en la actitud pol¨ªtica, en la estructura social, en, las atenciones culturales... La intencionada demolici¨®n de la una ha supuesto, de alg¨²n modo, la tajante negaci¨®n del otro.
-?Puede ejemplificarse la negaci¨®n de tal s¨ªmbolo en el cambio de decoraci¨®n de la madrile?a Ciudad Universitaria, en esa brusca transici¨®n del pulcro racionalismo antecedente, al posterior desmadre triunfalista?
-Con toda exactitud, si bien cabe extender el hecho a la destrucci¨®n u oportuna modificaci¨®n de otras obras menos ambiciosas, tal vez, pero igualmente significativas.
-?El Rinc¨®n de Goya, por ejemplo, del que usted fue autor en la ciudad de Zaragoza?
-Justamente. La mera comparaci¨®n del antes y el despu¨¦s ahorra comentarios. Lo alc¨¦ en 1927 (el mismo a?o en que Casto Fern¨¢ndez Shaw proyectaba la demolida estaci¨®n de gasolina de Alberto Aguilera) como un pabell¨®n de pura traza ortogonal, abierto a unos jardines. Toda su simplificaci¨®n figurativa se vio revestida, tras la guerra civil, de arcos, torres, cornisas, blasones.... de claro signo imperial.
-?Tan brusco fue el cambio de panorama?
-Hasta el extremo de infundir temores. Antes de la guerra ya viv¨ªa en una casa de corte racionalista. Apenas concluida la contienda, me traslad¨¦ a otra de estilo imperio, para cubrir apariencias y evitar represalias, que de todos modos. se produjeron. Y es lo curioso del caso, como usted ve, que, por fuerza de la costumbre, sigo viviendo en- lla.
-?Ha influido e influye el mal ejemplo de Madrid en el resto de Espa?a?
-Madrid es entre otras cosas, un gran foco (el gran foco) de irradiaci¨®n arquitect¨®nica, a la flora del bien construir y a la de la demolici¨®n sistem¨¢tica. Si a imagen y semejanza del madrile?o Palacio de la M¨²sica, o del Capitol, surgieron por toda Espa?a edificios de an¨¢logas caracter¨ªsticas, a imagen, igualmente, de las demoliciones perpetradas en Madrid se perpetran otras tantas a lo largo y lo ancho de la circunscripci¨®n estatal.
-Hubo un tiempo, sin embargo, en que el foco centralista dio paso a una suerte de distensi¨®n o apertura indiscriminada. Fue all¨¢ por los a?os 30. Arquitectos vascos, catalanes y madrile?os, o afincados en Madrid, se ven agrupados bajo las siglas comunes de GATEPAC (Grupo de Arquitectos y T¨¦cnicos Espa?oles para el Progreso de la Arquitectura Contempor¨¢nea). Pese a la escisi¨®n nominal de los catalanes (con la consiguiente supresi¨®n de la ?E? del anagrama?, el grupo sigui¨® manteniendo caracteres de homogeneidad en cuanto a prop¨®sitos y resultados. Aizpurua fue, digamos, el rector del apartado vasco; Sert, del catal¨¢n, y usted, del del Centro.
-Habr¨ªa que incluir unos cuantos nombres m¨¢s en cada uno de los apartados o subgrupos. La naciente empresa no vio la luz, efectivamente, en Madrid, sino en San Sebasti¨¢n, en septiembre de 1930 y con motivo de una exposici¨®n de arquitectura y arte contempor¨¢neo. Exposici¨®n de altos vuelos, si se tiene en cuenta que a ella concurrieron muchos de los arquitectos vanguardistas y pintores del rango de un Juan Gris.
-?Juzga usted tan sintom¨¢tica la fecha fundamental como significativo el hecho de que GATEPAC naciera fuera de Madrid?
-Me parece del todo decisiva la fecha, por cuanto que, entre otras cosas, se?ala el tr¨¢nsito del antiguo r¨¦gimen a un nuevo sistema pol¨ªtico. El signo descentralizador de GATEPAC se patentiza no ya en el hecho de no haber nacido en Madrid, sino en su efectiva expansi¨®n a otros n¨²cleos de vital importancia en el engranaje del Estado.
-?Un testimonio concreto de los afanes de entonces?
-La aparici¨®n de DAC (Documentos de Actividad Contempor¨¢nea), en cuya cabecera pod¨ªa leerse con toda claridad: ?Revista trimestral. Publicaci¨®n del GATEPAC. Barcelona. Madrid. San Sebasti¨¢n.? ?Todo un emblema de descentralizaci¨®n!
-Aparte de la referencia a lo nuestro, ?no signific¨® GATEPAC un empe?o de emparentar con la cultura europea y de abrirse al universo? En el primer n¨²mero de AC, y a la hora de resumir las normas y criterios fundacionales, nos es dado leer: ?Con objeto de contribuir en nuestro pa¨ªs al desarrollo de la nueva orientaci¨®n universal ( ... ) y estudiar los problemas que se presenten en su adaptaci¨®n a nuestro medio, se ha formado una agrupaci¨®n de arquitectos y t¨¦cnicos relacionados con todos los ramos ( ... ). Esta agrupaci¨®n representa en Espa?a al Comit¨¦ Internacional pour la R¨¦alisation de l'Architectura Contemporaine (CIRPAC). ?Un pro p¨®sito de conexi¨®n inmediata con la cultura propiamente europea?
-Tal vez fuera ¨¦se el mejor logro, como usted dice, de los afanes de entonces. El a?o 1931, en que apareci¨® el primer n¨²mero de AC, es elocuente por s¨ª mismo, y nuestro decidido prop¨®sito de emparentar con el mundo civilizado, no era sino trasunto de lo que acaec¨ªa en otros campos, en otras actividades y en las miras de otras entidades.
-?Qu¨¦ entidades?
-La Instituci¨®n Libre de Ense?anza, la Residencia de Estudiantes, la Sociedad de Cursos y Conferencias.... en cuyas aulas tomamos contacto e hicimos amistad con los Gropius, Van Doesburg, Le Corbusier, Pierre Jeanneret, Breuer, Mendelssohn..., (?casi nadie!), y con tantos y tantos insignes expopentes de las artes, las ciencias, las letras... y la cultura en su m¨¢s amplia dimensi¨®n human¨ªstica: Wells, Chesterton, Bergson, Edigton, Woley, Marie Curie, Broglia, Frobenius, Val¨¦ry, Sforza, Strawinsky, Marinetti, Keynes, Keyserling, Einstein, Duhamel, Max Jacob, Mauriac, Ravel, Cendrars, Poulenc, Milhaud... y un largo etc¨¦tera.
Reencuentro con la cultura
-Usted, sin embargo, hab¨ªa tomado contacto, unos a?os antes, con los pioneros del movimiento moderno, debi¨¦ndose a su gesti¨®n personal la presencia, en Espa?a, de algunos de los ilustres reci¨¦n mencionados.
-La verdad es que (y de ello hay testimonios debidos a pluma jena) fui uno de los primeros en cruzar la frontera, apenas logr¨¦ la titulaci¨®n, all¨¢, por los a?os 20, entablando amistad con arquitectos del rango de un Le Corbusier, o Gropius, Behrens, Breuer, Poelzig, Van Doesburg... y procurando su venida a Espa?a. Mis mejores recuerdos se centran en las visitas que en mi compa?¨ªa realiz¨® Le Corbusier al monasterio de El Escorial: ?Aquella definici¨®n suya del perfecto equilibrio entre vanos y macizos tal como la dej¨® escapar, maravillado, ante el muro que da al jard¨ªn de los monjes!
-?Significaron esos incipientes a?os 30 toda una facultad de reencuentro con la cultura europea?
-Naturalmente. Un momento clave de la historia de Espa?a. Todo estuvo entonces a punto de consolidarse, y todo se frustr¨® por obra y desgracia de la guerra civil. Siempre he cre¨ªdo que por aquel tiempo nuestros representantes en los diversos campos de la cultura no llegaban a¨²n a ?los once? que integran el equipo de f¨²tbol. No, no ten¨ªamos a¨²n el once del todo formado, pero s¨ª a punto de formarse. Vino la guerra civil..., y con ella los cursos acelerados, las titulaciones improvisadas, las c¨¢tedras a dedo..., la cultura, en fin, de los ex y la arquitectura imperial.
-?A qui¨¦n cree usted que cuadrar¨ªa la capitan¨ªa de ese equipo, en general, que no lleg¨® a componerse, aunque a pique estuviera de ello?
-A Jos¨¦ Ortega y Gasset. Su complexi¨®n cultural, human¨ªstica, en verdad que constituy¨® el m¨¢s adecuado aglutinante de toda aquella efervescencia en trance de fructificaci¨®n. Me consuelo ahora con haber tenido la suerte de acudir a su tertulia de la Gran V¨ªa.
-?Supuso la nueva concepci¨®n arquitect¨®nica un desd¨¦n hacia el pasado en general y hacia la particular condici¨®n de nuestras construcciones populares?
-Al contrario. M¨¢s all¨¢ de la arquitectura horizontal, al modo de Wright, y de la arquitectura vertical, ejemplificable en Mies van der Rohe, lo m¨¢s caracter¨ªstico y creativo del movimiento moderno responde a una arquitectura plana, nacida del cubismo; una arquitectura sumamente equilibrada, cuyo fundamento se da en las casas populares del Mediterr¨¢neo y cuyo m¨¢s adecuado exponente ha de verse en el magisterio de Loos.., y tambi¨¦n en Behreris y Le Corbusier. El movimiento moderno tiene, en este sentido, mucho que ver con la arquitectura popular.
-Demoler, por las buenas, los ejemplos en pie de ese movimiento moderno ?equivale a destruir los testimonios del pasado?
-Atentar contra la buena arquitectura de cualquier edad es atentar contra la propia historia. Y todo, ?para qu¨¦? ?Para suplantarla por esos edificios de muestrario, debidos al simple movimiento de la escuadra sobre el plano, mon¨®tonos, esencialmente aburridos, debidos a pura y simple especulaci¨®n del suelo y del aire, y destructores de la fisonom¨ªa misma de la ciudad?
-?De tal ¨ªndole es el atentado que ha sufrido la gasolinera de Fern¨¢ndez Shaw, al cumplirse el cincuentenarlo de su alzado?
-S¨ª, y por muchos motivos. A la cabeza de ellos, la especulaci¨®n y la corrupci¨®n. Hay que sanear el pa¨ªs, mentalizarlo, moralizarlo, culturizarlo. Descuide usted que, tras ello, no ver¨¢n los suelos edificios como el de Casto, ni habr¨¢ lugar a modificaciones como las del Rinc¨®n de Goya. Hay que acabar con la corrupci¨®n de una vez por todas. De lo contrario seguir¨¢ siendo cierto un proverbio que hace mucho se me ocurri¨® y cuya letra y esp¨ªritu dicen a d¨²o: ?El que pone pegas, algo espera y pone la mano. El que espera, siempre espera m¨¢s. Y as¨ª es muy dif¨ªcil quedar bien.?
-?Un atentado, tambi¨¦n, contra la cultura?
-Y contra una cultura muy concreta y muy a la mano: aquella que, a contar de los a?os 20, fue surgiendo entre nosotros con frescos aires de renovaci¨®n y un firme prop¨®sito de conectar con el mundo civilizado. Cualquiera de esos edificios demolidos o modificados entra?aba el s¨ªmbolo de una edad en, que la cultura vino a vincularnos, mejor que cualquier relaci¨®n diplom¨¢tica, con lo m¨¢s y mejor de esa Europa que est¨¢ arriba de nosotros.
-?Cree usted reparables las ruinas y otra vez recuperable el empe?o cultural que simbolizaban?
-?Dif¨ªciles de reparar, unos edificios arrancados de cuajo como ¨¢rboles! Primero se suplieron los s¨ªmbolos culturales por los imperiales (no olvide usted que la arquitectura racionalista fue tildada de empresa mas¨®nica) y del trueque simb¨®lico se pas¨® al puramente cremat¨ªstico. La recuperaci¨®n de aquel empe?o cultural exigir¨¢ de los nuevos pol¨ªticos propiciar el desarrollo human¨ªstico que a punto estuvieron de ver consumado sus predecesores de una larga anteguerra. De otra suerte, va a resultar harto problem¨¢tico congregar a los once componentes del equipo.
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