Gesti¨®n de la crisis/ 4

El tema de la centralizaci¨®n o descentralizaci¨®n de las decisiones econ¨®micas no es independiente de las actitudes sobre la dosificaci¨®n entre el mercado y el plan, y est¨¢ desde luego ligado a la manera de configurar la propiedad de los medios productivos. En los programas pol¨ªticos de comunistas, socialistas y democristianos de izquierda se advierte su preocupaci¨®n por acentuar la descentralizaci¨®n decisoria, aun que sea tambi¨¦n perceptible la imprecisi¨®n de las acciones que propiciar¨ªan el proceso descentralizador. La concentraci¨®n de poder econ¨®mico, consustancial con las nacionalizaciones, se en dulza enfatizando el car¨¢cter descentralizado y democr¨¢tico de la planificaci¨®n. Los efectos centralizadores resultantes de la intervenci¨®n del mercado se suavizan con alusiones cr¨ªticas a la burocracia planificadora.

La ambig¨¹edad aludida tambi¨¦n al tratar de la asignaci¨®n de recursos, tiene su origen, entre otras razones, en las serias dificultades de conciliar posturas tibias respecto a las porciones que han de integrar el ¨¢rea de definiciones b¨¢sicas de los programas: la democracia pol¨ªtica, la propiedad p¨²blica de los medios de producci¨®n, el plan, el mercado y la descentralizaci¨®n. Las dificultades se agravan por la imposibilidad de precisar los per¨ªmetros de cada sub¨¢rea con referencias a sistemas socialistas en funcionamiento.

El mercado libre es el ¨²nico medio sin cirug¨ªas o composturas compatible con la descentralizaci¨®n econ¨®mica: en la medida en que se constri?e se precipita el traspaso de la coordinaci¨®n de decisiones hacia la direcci¨®n administrativa central. El grado en que el dirigismo perturba la democracia pol¨ªtica y origina una enorme carga burocr¨¢tica pretende obviarse por los partidos de izquierda hablando de planificaci¨®n descentralizada en un proceso piramidal, en el que se da por supuesto que con la desconcentraci¨®n del plan se evitan los riesgos del dominio tecnoburocr¨¢tico. La coherencia de este sistema habr¨ªa que intentarla sobre ?la marcha? y de ah¨ª la presentaci¨®n en nebulosa de los caminos que han de unir los v¨¦rtices de los programas propuestos.

Los programas econ¨®micos de la izquierda operan en una sociedad que evoluciona desde la situaci¨®n actual a lo largo de un proceso de l¨ªmites temporales indeterminados entre las huellas que all¨ª se marcan, interesa destacar alguna para centrar con el rigor posible el objeto de nuestra reflexi¨®n. La alteraci¨®n del .status de propiedad de los medios de producci¨®n y el traspaso al sector p¨²blico del dominio directo de una parte importante de la actividad productiva, todo ello unido al fuerte poder previo necesario para invertir la situaci¨®n inicial, coloca a la organizaci¨®n pol¨ªtica en una situaci¨®n dominante. El proceso hasta el logro de ese marco econ¨®mico queda subsumido en un contexto democr¨¢tico, y en el intento de incardinar aqu¨¦l en ¨¦ste es cuando aparecen en escena los problemas m¨¢s serios.

Dirigismo econ¨®mico y democracia pol¨ªtico

?C¨®mo hacer compatible el protagonismo de los centros p¨²blicos de decisi¨®n con la democracia pol¨ªtica defendida por los partidos de izquierda? El intento exige el hallazgo de una v¨ªa de conciliaci¨®n que cumpla objetivos nada f¨¢ciles. El primero hacer coherentes los programas en el ¨¢mbito de la pura l¨®gica interna: se trata de lograr la congruencia entre los grandes soportes l¨®gicos del sistema. Un sector p¨²blico con omn¨ªpodos poderes en lo econ¨®mico no es compatible con la democracia pol¨ªtica (salvo que de ¨¦sta se defiendan ¨²nicamente los aspectos formales). Si tal afirmaci¨®n no es cierta la exigencia material de lograr la coherencia entre el dominio del sector p¨²blico y la libertad pol¨ªtica, conlleva la necesidad de encontrar una v¨ªa de circulaci¨®n de poder que compense la concentraci¨®n operada en aqu¨¦l.

El traspaso al sector p¨²blico de la fuerza econ¨®mica difuminada en el privado entre millones de unidades decisorias supondr¨ªa la integraci¨®n de todo un potencial disperso y su asiento en la organizaci¨®n que ostente el poder pol¨ªtico. Veamos como el fen¨®meno se traducir¨ªa en la pr¨¢ctica:

— Vac¨ªo de poder del sector privado, extendido no s¨®lo a los dirigentes de las empresas, sino a un importante n¨²mero de ciudadanos que toman decisiones cotidianas en el ejercicio de su condici¨®n de consumidores.

-Disminuci¨®n de la autonom¨ªa de la persona y de los grupos sociales por el correlativo aumento del peso espec¨ªfico de los ¨®rganos estatales de direcci¨®n.

Ambos fen¨®menos entorpecer¨ªan la estabilidad social, dificultar¨ªan la convivencia e imposibilitar¨ªan la democracia pol¨ªtica. Por ello, lanzados afanosamente los partidos de la izquierda a la b¨²squeda de la piedra filosofal, creen haberla encontrado en la autogesti¨®n. El proyecto autogestionario se convierte as¨ª en el operador l¨®gico manejado por aquellos partidos para hacer posible la coherencia interna de sus programas. La autogesti¨®n es una inferencia obligada para asegurar la congruencia entre democracia pol¨ªtica, intervencionismo econ¨®mico y participaci¨®n social.

Alcance pol¨ªtico de la autogesti¨®n

Los te¨®ricos del proyecto autogestionario coinciden unanimamente en el marco de condiciones necesarias para que la autogesti¨®n sea algo m¨¢s que una quimera. La autogesti¨®n es incompatible con la propiedad privada de los medios de producci¨®n, con la jerarqu¨ªa y la organizaci¨®n pol¨ªtica y tecnoburocr¨¢tica. En el orden laboral supone la independencia del trabajador respecto del patrono, la elecci¨®n democr¨¢tica de la organizaci¨®n del trabajo y de los dirigentes, la decisi¨®n colectiva del marco laboral y de las pol¨ªticas empresariales. La f¨¢brica es la matriz del despotismo: reformarla significar¨ªa volver a la sociedad sin conflictos.

La autogesti¨®n obtiene su consistencia desde la cr¨ªtica al socialismo burocr¨¢tico y al capitalismo. Se ofrece como una v¨ªa que haga posible la idea central del socialismo, y relativice hasta su anulaci¨®n las desviaciones del socialismo real: dir¨ªamos que se trata de ?un nuevo estilo? en la manera de gestionar una sociedad socialista. Para lograrlo entiende necesaria la toma del poder por los trabajadores y la sustituci¨®n de la clase dirigente (el fin no es congruente con el m¨¦todo). Puede entenderse como postulado ideol¨®gico y procedimiento para el logro de un socialismo nuevo. En ambos niveles no pasa de ser una utop¨ªa producto de la especulaci¨®n, apoya da exclusivamente en valores filos¨®ficos m¨¢s que sobre bases cient¨ªficas.

Precisamente, el supuesto car¨¢cter de humanizar la circulaci¨®n del poder, otorga a la autogesti¨®n un valor m¨ªtico conocido por los l¨ªderes pol¨ªticos, no. s¨®lo de la izquierda, como lo evidencia las ?pintadas? suscritas por grupos de extrema derecha. La autogesti¨®n forma parte de la nueva dial¨¦ctica de muchos pol¨ªticos, incluso de los que no conocen el alcance del fen¨®meno, pero que saben que el t¨¦rmino es un operador psicol¨®gico que cataliza la adhesi¨®n emocional y facilita la d¨²plica a la cr¨ªtica apoyada en la realidad emp¨ªrica del socialismo del bloque oriental. Se intenta de esta suerta abrir una v¨ªa de argumentaci¨®n seg¨²n la cual el socialismo conocido no es aut¨¦ntico, sin percatarse de que el aserto es a la vez la negaci¨®n total al socialismo: del que existe y del que hoy es s¨®lo ut¨®pico.

Proyectos del poder total... en el vac¨ªo

Dadas las condiciones vigentes en las sociedades industrializadas del bloque occidental, pensar en un programa pol¨ªtico, cuya validez est¨¦ condicionada por el recurso a una soluci¨®n ut¨®pica, no pasa de ser un puro proyecto en el vac¨ªo. En el supuesto ideal de que la autogesti¨®n fuera el mecanismo que asegura se la coherencia te¨®rica y pr¨¢ctica del sistema, se olfatea un proceso que, a grandes pinceladas, estar¨ªa perfilado por la presencia en el plat¨® de un gran sector p¨²blico directamente implicado en la actividad productividad y obviamente en la presupuestaria; un aparato de direcci¨®n econ¨®mica, la tecnoburocracia dirigista, y un sector colectivizado o de capital ?arrendado? manejado: — En el orden macroecon¨®mico por la planificaci¨®n.

— En las decisiones sociolaborales por los sindicatos vinculados al partido.

— En las decisiones empresariales por los consejos de obreros.

Todos estos actores interpretar¨ªan sus papeles en el gran escenario del Estado socialista (suponemos que autogestionado) en unas condiciones tales que los partidos marxistas jugar¨ªan al poder con ?poker de ases?, mientras que los dem¨¢s, de hacerlo, jugar¨ªan a perdedor.

A nuestro entender, en las etapas de transici¨®n, la prepotencia del sector p¨²blico constre?ir¨ªa la esfera global de libertad y autonom¨ªa del sector privado. Es claro que en una situaci¨®n as¨ª es preciso catalizar la circulaci¨®n del poder para compensar con la mayor intensidad la menor extensi¨®n del campo decisorio. ?Es la auto gesti¨®n un recurso real v¨¢lido para dispersar el Poder? El proceso autogestionario es irreversible o puede traducirse en una experiencia acorde en regresar al punto de partida por inviabilidad constatada? Pero no se puede volver al punto de partida si el proceso autogestionario ha destruido todos los puentes, si la ruina econ¨®mica s¨®lo conduce a la revoluci¨®n o la dictadura.

Otra consecuencia no menos importante debe quedar clara. Si la autogesti¨®n es s¨®lo un recurso l¨®gico y discursivo, o a¨²n no si¨¦ndolo, se trata de una soluci¨®n inviable, la democracia pol¨ªtica no ser¨ªa factible por raz¨®n del autoritarismo econ¨®mico. Si responde, por el contrario, a una actitud conscientemente deseada y la autogesti¨®n es viable, el punto final del proceso ser¨¢ la configuraci¨®n de una sociedad integralmente autogestionaria de la que necesariamente se inferir¨ªa un Estado republicano y federal. ?Entienden bien esto los fr¨ªvolos aficionados a la micropol¨ªtica?

Cr¨ªtica de la autogesti¨®n

Es obvio que no se puede caer en la ingenuidad de afirmar que no es v¨¢lido algo que no se ha experimentado. Lo que se pretende es simplemente concluir que el experimento integral no es posible, al margen de pron¨®sticos sobre posibilidades futuras y configuraci¨®n de la sociedad ideal, de la sociedad que ratifique cient¨ªficamente un procedimiento que por el momento s¨®lo cuenta como operador ideol¨®gico. En la dura marcha hacia el para¨ªso autogestionario, el proyecto tropezar¨ªa con todos los inconvenientes de un intento de involuci¨®n total en una sociedad ahormada y en evoluci¨®n. Veamos algunos aspectos que corroboran el aserto.

1. Autonom¨ªa y factores externos.

El esfuerzo autogestionario no puede olvidar los m¨²ltiples factores que condicionan el estado real y la evoluci¨®n de una sociedad. Estos se acent¨²an en los pa¨ªses industriales modernos con fronteras abiertas a la circulaci¨®n de ideas, costumbres, personas, mercanc¨ªas, capital...

Una sociedad avanzada, de elevado nivel tecnol¨®gico y cultural, es necesariamente un sistema abierto al exterior; circunstancia que se traduce en la incidencia sobre la econom¨ªa interna de factores independientes de la voluntad decisoria de las unidades de gesti¨®n internas, tanto de las macroecon¨®micas como de las empresariales, integrando un conjunto de limitaciones claras que restan autonom¨ªa a la voluntad autogestionaria.

2. Autonom¨ªa y factores internos.

En el orden interno, las fuerzas sociopol¨ªticas, sus interrelaciones, el curso econ¨®mico y las interdependencias perfilan firmes fronteras frente a las que se estrellar¨ªa la autonom¨ªa precisa para hacer posible una decisi¨®n autogestionada.

En un pa¨ªs con las caracter¨ªsticas de Espa?a, la actividad econ¨®mica, desde los planteamientos macroecon¨®micos a los microecon¨®micos, es la resultante de miles de complejas decisiones que no son aut¨®nomas y que se sincronizan y coordinan a trav¨¦s del mercado.

En un sistema autogestionario puro la coordinaci¨®n de decisiones se ejerce a trav¨¦s de la planificaci¨®n. Es el plan el instrumento de coherencia de las decisiones autogestionadas, lo que no guarda congruencia con nuestra realidad econ¨®mica.

3. Planificaci¨®n, mercado y autogesti¨®n

Un modelo autogestionado es inconcebible, abstracci¨®n hecha de la coordinaci¨®n operada por la planificaci¨®n: cabe plan sin autogesti¨®n, pero no ¨¦sta sin aqu¨¦l.

La planificaci¨®n es el operador que impide que la autogesti¨®n econ¨®mica sea un caos y pierda su raz¨®n de ser. Si esto es as¨ª, el problema consiste en situar el operador en el justo t¨¦rmino para que el nivel coercitivo del plan no asfixie la capacidad autogestionaria. Evidentemente, en la direcci¨®n econ¨®mica donde acaba el plan empieza el mercado. Por ello, surge la exigencia de verificar otra situaci¨®n de equilibrio.

Ya no s¨®lo preocupa combinar planificaci¨®n coercitiva con libertad autogestionaria, sino tambi¨¦n intervenci¨®n del mercado y efectos de su disciplina. La cantidad a producir, los precios, las calidades, etc¨¦tera, etc¨¦tera, y por inferencia, la organizaci¨®n del proceso productivo y del comercial, o las ordena o ?semi-indica? el plan, o las impone el mercado, o se deciden exclusivamente por autogesti¨®n. En los dos primeros casos, la autogesti¨®n, como m¨¦todo de organizaci¨®n empresarial y como v¨ªa para un socialismo autogestionado, pierde su contenido. En el segundo, deja inmediatamente de ser una v¨ªa para la transformaci¨®n del sistema. En el ¨²ltimo supuesto satisface sus exigencias de naturaleza filos¨®fica, pero har¨ªa estallar el caos econ¨®mico. En el esfuerzo por llegar al equilibrio entre los tres vectores, hab¨ªa a¨²n que considerar la verosimilitud del plan sin burocracia estatal y la coherencia entre autogesti¨®n y tecnoburocracia. El generalizado rechazo de los autogestionados a cualquier forma de organizaci¨®n estatal obliga a repasar la viabilidad de un plan econ¨®mico sin el apoyo de una nutrida y compleja infraestructura burocr¨¢tica.

4. Dominadores y dominados

La autogesti¨®n, aunque supere el debate propietarios-no propietarios de los medios de producci¨®n, no obvia las condiciones de dominadores y dominados, y en esta medida pierde validez como procedimiento para eliminar los conflictos.

5. La autogesti¨®n empresarial

La actuaci¨®n empresarial est¨¢ condicionada por la integraci¨®n de un sistema econ¨®mico. En las econom¨ªas adelantadas, obvio es decirlo, la integraci¨®n se traduce en una amplia red de conexiones que trasciende las fronteras nacionales. En este contexto las de cisiones empresariales no s¨®lo est¨¢n condicionadas por el entorno, sino que precisamente se adoptan porque el entorno existe: en ¨²ltimo t¨¦rmino, son las respuestas a los retos externos. En este orden no cabe hablar de autonom¨ªa decisoria, por cuanto que la decisi¨®n est¨¢ condicionada por las necesidades superiores y por la exigencia de integraci¨®n de los subsiste mas.

La decisi¨®n pudo ser en las econom¨ªas preindustriales una opci¨®n subjetiva apoyada en el sexto sentido; hoy est¨¢ sometida a la propia racionalizaci¨®n t¨¦cnico-funcional en la que se inscribe. En el marco empresarial interno, el razonamiento sigue siendo v¨¢lido. Dentro de ¨¦l, las interdependencias se operan entre dos ci¨®n. ?Puede decirse que la dosis en la que cada elemento forma parte de una combinaci¨®n, es manejable a voluntad? En el ¨¢mbito de una organizaci¨®n empresarial con un grado medio de complejidad, la dosis no es un capricho ni de los accionistas, ni de los gerentes, ni de un comit¨¦ obrero, sino que es una consecuencia inmediata de la tecnolog¨ªa productiva y de los procedimientos de trabajo. Cuanto mayor es la complejidad de la actividad productiva, menor es la autonom¨ªa para tomar decisiones y mayor la integraci¨®n que condiciona la libertad de acci¨®n. Por ello, argumentar que un cambio de r¨¦gimen en el ejercicio del poder decisorio empresarial invertir¨¢ la naturaleza del trabajo al punto de catalizar la libertad para la decisi¨®n colectiva auto gestionada no tiene validez por que se apoya en supuestos inexactos: la autogesti¨®n escamotea el problema real al suponer que autentificar¨ªa la cohesi¨®n social de ser mayor la libertad para actuar y decidir.

La actividad productiva se configura por la intervenci¨®n y mutua conexi¨®n de tres puntos b¨¢sicos: productividad y rentabilidad, nivel e intensidad de la informaci¨®n generada o exigida y especializaci¨®n y variedad de los conocimientos. El conjunto de factores condiciona la eficacia interna, la coordinaci¨®n con otras unidades, y origina interdependencias y subordinaci¨®n de actividades. Cuanto mayor es la integraci¨®n y m¨¢s compleja es la actividad, mayores son las dificultades para la gesti¨®n. Los tres factores generan un orden objetivado que condiciona la voluntad individual, que se superpone a ¨¦sta, y reduce la capacidad de decidir a voluntad, limitando el proyecto autogestionario a un plan s¨®lo v¨¢lido para unidades elementales. Prueba de ello es que la pr¨¢ctica yugoslava derrapa constantemente hacia la tecnoburocracia y que en una experiencia v¨¢lida de autogesti¨®n empresarial (la de la ?Volvo?) la autogesti¨®n es parcial: s¨®lo ha sido posible por adaptaci¨®n total de la tecnolog¨ªa a peque?as unidades de montaje en las que un reducido grupo de operarios autodecide en un punto del proceso en el que su decisi¨®n no condiciona el resto de la actividad (se trata de las unidades de ensamblaje de los distintos elementos independientes de un autom¨®vil). Es notable que el experimento m¨¢s v¨¢lido tenga lugar en una econom¨ªa de mercado de alto nivel de desarrollo, lo que demuestra que s¨®lo en condiciones tecnol¨®gicas avanzadas es posible la autogesti¨®n.

Una decisi¨®n colectiva no puede llamarse as¨ª si la informaci¨®n necesaria para decidir no es conocida, o no es entendida o se interpreta de manera desigual por todos los que deciden. Pero el factor informativo no es el ¨²nico condicionante del nivel colectivo de la decisi¨®n. Tanto o m¨¢s lo es la imposibilidad de homogenizar conocimientos, porque los niveles intelectivos no son id¨¦nticos. La multiplicidad de conocimientos y de aspectos t¨¦cnicos de la 'gesti¨®n moderna condicionan de todo punto la similitud de los niveles culturales de los integrantes del colectivo, hasta el extremo de que, como sucede en Yugoslavia las decisiones las toma un grupo reducido, En tanto que los elementos de distorsi¨®n de la decisi¨®n colectiva citados anteriormente no se difumine hasta desaparecer, lo cual parece que no va a ser el caso ni a¨²n a largo plazo, los problemas de p¨¦rdida de autonom¨ªa laboral y de obediencia al status organizativo y de direcci¨®n pueden compensarse por la deliberaci¨®n colectiva.

De otra parte, este estilo somete la acci¨®n del grupo a la autoridad colectiva y no a la autoridad exterior, pero ni relaja las dependencias exteriores ni hace posible el objetivo autogestionario de organizar el trabajo a voluntad de quien lo desarrolla. La acci¨®n deliberativa empresarial que dar¨ªa perfilada por estos rasgos: acci¨®n verbal, previa a la decisi¨®n, comprometedora y diferenciable del asunto a tratar. La frecuencia de decisiones de car¨¢cter empresarial, implica que si previamente es preciso un entendimiento verbal, el sistema se hace pesado, intolerable y costos¨ªsimo. La eficacia del sistema deliberativo est¨¢ condicionada por estos factores:

— La distorsi¨®n entre la lentitud de proceso y la necesidad de ?acci¨®n?.

— El volumen de informaci¨®n a manejar.

— La homogenizaci¨®n de los conocimientos y niveles.

A¨²n en el supuesto de que en muchos casos estas distorsiones no se produjeran la integraci¨®n empresarial es tal que la amplitud de la decisi¨®n del grupo sobrepasa su propio entorno.

6. El problema de la representatividad

El an¨¢lisis del estado actual de la representatividad en las empresas yugoslavas autogestionadas, es suficientemente revelador. Es cierto que la experiencia yugoslava es un supuesto aislado y est¨¢ m¨¢s pr¨®xima a una cogesti¨®n posible que a una autogesti¨®n embrionaria. Conviene, no obstante, preciar en qu¨¦ medida los ¨®rganos colegiados de decisi¨®n, integrados por trabajadores, representan efectivamente a quienes nominalmente dicen representar.

Los estudios m¨¢s recientes permiten afirmar que los cuadros laborales superiores —la tecnocracia— tiene un poder decisorio superior al que debiera corresponder a su situaci¨®n real; domina en los comit¨¦s de gesti¨®n a los trabajadores menos cualificados, preside con mayor frecuencia y tiene un desmesurado poder en los comit¨¦s de obreros. A todo esto habr¨ªa que a?adir el poder ?extrademocr¨¢tico? que le otorgan sus conniven?ias con la burocracia del partido y el poder pol¨ªtico.

Punto final

Ser¨ªa un atrevimiento ciego atacar frontalmente el problema de la autogesti¨®n precisamente porque de momento es s¨®lo un operador filos¨®fico. Hemos pretendido centrar el tema, penetrar en el proyecto y relativizarlo, poniendo de manifiesto que no pasa de ser una utop¨ªa asediada por dificultades de toda ¨ªndole.

Las consecuencias de utilizar un registro te¨®rico que otorgue coherencia a un programa pol¨ªtico, conlleva los graves inconvenientes se?alados y convierte al documento program¨¢tico en un proyecto con validez exclusiva en el ¨¢mbito interno del partido.

En pol¨ªtica, las condiciones ni se eligen ni se dictan. Las actuales condiciones de la vida espa?ola obligan a vertebrar la opini¨®n p¨²blica ofreciendo visiones objetivas y soluciones posibles. Atraer los votos prometiendo panoramas fant¨¢sticos y desmontar a posteriori el escenario es grave responsabilidad que arriesga el futuro de las generaciones pr¨®ximas.