Tatlin, acontecimiento cultural y pol¨ªtico en Mosc¨²
Por fin los bur¨®cratas rusos de la cultura est¨¢n empezando a cambiar de actitud. No, no es que vayan a dejar de mandar sus bulldozers contra un arte de vanguardia que, a buen seguro, les seguir¨¢ pareciendo subversivo; no es que vayan a abrir las puertas de las cl¨ªnicas siqui¨¢tricas y permitir que la disensi¨®n se manifieste a la luz p¨²blica. Pero se empiezan a dar cuenta de que su imagen p¨²blica, a nivel internacional, podr¨ªa remozarse notablemente mediante la apropiaci¨®n de lo antes ocultado y perseguido: en especial, las vanguardias hist¨®ricas promovidas a partir de 1917 por los organismos culturales de la reciente Rep¨²blica de los Soviets.
Y as¨ª, a la figura aislada y tergiversada de Maiakovski, el ¨²nico vanguardista que se hab¨ªa considerado recuperable a pesar de un suicidio tan significativo, y poeta nacional aceptado con reticencias, pero con aparente unanimidad, se van a a?adir otras figuras ?rehabilitadas? por el aparato ideol¨®gico, que permanece sometido a un severo control. Primero fueron las exposiciones Art in Revolution, en la Hayward Gallery de Londr¨¦s (1971), y Maiakovski 20 a?os de trabajos, en el CNAC parisiense (1975). Cabe mencionar pr¨¦stamos a exposiciones internacionales, el redescubrimiento de Rodchenko (ver EL PAIS, 28 de mayo y 14 de octubre 1976), la seguridad dada al coleccionista Kostaki de que su donaci¨®n no ir¨¢ a parar, como siempre, a los s¨®tanos de alg¨²n museo, sino a sus salas p¨²blicas. Y el remor -casi noticia- de que para el centenario de Malevich (1978) se prepara una gran retrospectiva.Todo esto viene a cuento a prop¨®sito de otra retrospectiva, ¨¦sta de Tatlin, que se celebra actualmente en Mosc¨², calificada de acontecimiento por los corresponsales occidentales, y organizada en la Casa de los Escritores por Constantin Simonov, el art¨ªfice de la aludida exposici¨®n Maiakovski. El hecho de que se organice en un lugar literario, justificable por las conexiones del escultor con un poeta de vanguardia como Klebniko, recuerda a¨²n las ¨¦pocas en que el grupo cin¨¦tico Djiveni¨¦ ten¨ªa que refugiarse en los Institutos Cient¨ªficos o en las comisiones de festejos patri¨®ticos para hacer o¨ªr su voz. Pero el ¨¦xito obtenido por Tatlin redescubierto es significativo de que algo cambia. Nacido en Mosc¨² en 1885, Tatlin fue una de las figuras m¨¢s destacadas de la bohemia cubista y futurista en que surge Maiakovski. Formado con Larionov y la Goncharova, autor de relieves y contra-relieves, su obra alcanzar¨¢ su plenitud con el triunfo de la revoluci¨®n sovi¨¦tica.
Director de la secci¨®n Estudio de materiales en el Instituto de Cultura Art¨ªstica, se trata de un artista- ingeniero que quiere hacer entrar el arte en la vida, y de preferencia en la vida obrera. Los ingenieros y los bur¨®crata deb¨ªan creerle un poco loco, ¨¦l que era un encarnizado enemigo del arte puro y un productivista a ultranza, dentro del grupo de Arvatov. Su obra m¨¢s conocida es el Monumento a la III Internacional, de 1919, muy criticado por Trotski, y cuya maqueta. inicial fue paseada triunfalmente por Mosc¨², pero hoy se encuentra destruida. Ten¨ªa que medir esta torre cuatrocientos metros de altura y constar de un cilindro, una pir¨¢mide y una esfera giratorias de cristales y metal; su funci¨®n habr¨ªa sido albergar la sede de la Internacional misma. Por supuesto, cualquiera que conozca la evoluci¨®n pol¨ªtica de la URSS (y para no entrar en pol¨¦micas no establecer¨¦ ninguna divisi¨®n maniquea de su historia) puede imaginarse que el proyecto se archiv¨®. Pero su autor sigui¨® en la brecha, dise?a trajes, cubiertos, muebles. En 1929 idea una m¨¢quina voladora, Letatlin, prolongando as¨ª los sue?os de vuelo de Icaro o Leonardo. Tambi¨¦n le encontramos construyendo el catafalco de Maiakovski. Fin simb¨®lico de una ¨¦poca: luego Tatlin se olvida de estas sus ?locuras de juventud? y se pone a pintar -son los a?os de las purgas- florerones y bodegones acad¨¦micos.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.