Ra¨²l S¨¢nchez, un torero a carta cabal
El torero que, como Ra¨²l S¨¢nchez el domingo, se faja con dos torazos de pavor, les aguanta ga?afones, les exprime hasta el ¨²ltimo pase y, si hay voltereta, vuelve a la cara de la fiera con el mismo o mayor arrojo que antes de la cogida, tan sereno como si nada hubiese ocurrido, ¨¦se es torero de verdad, a carta cabal, no hacen falta m¨¢s comprobaciones para darle el puesto que merece entre los que est¨¢n en vanguardia.La prueba en contrario que se suele aducir es que un jabato de tal envergadura, cuando le ponen delante de esos bombones con los que tan bien y con tanto primor andan las figuras, no sabe qu¨¦ hacer, se le derriten las manos. Y por tal motivo le tildan de tosco: ?Ah¨ª est¨¢ ese pobre hombre; le han dado la oportunidad, pero se descubre que no vale un duro. ? Y ¨¦se es precisamente el error, porque la prueba hay que hacerla a la inversa; la medida debe darla el toro y no el borrego. En efecto, Ra¨²l S¨¢nchez seguramente ser¨ªa uno de tantos, muy vulgar, si les hiciera remilgos a esos animalejos que tanto prodigan en las ferias, pero m¨¢s seguro es que lainmensa mayor¨ªa de las figuras que copan los carteles de lujo (por no decir todas) habr¨ªan hecho el mayor de los rid¨ªculos con toros como los de ayer.Por los chiqueros de Las Ventas salieron seis ejemplares de un cuajo tremendo, seis pavos de una vez, cinque?os y muy d¨ªficiles en su mayor¨ªa. Despu¨¦s de aparecer en la arena con una violencia que nos ten¨ªa a todos en un puro sobresalto -y no digamos a los lidiadores, a quienes obligaban a tomar el olivo a las pr¨ªmeras de cambio-, se iban apagando seg¨²n se les pegaba en varas -y fuerte, pues salieron a una media de cuatro puyazos-, para acabar reservones. Y esa pasividad del toro, aplomado, a la de defensiva, encog¨ªa el ¨¢nimo a¨²n m¨¢s que las furiosas acometidas de salida, porque, con el sentido que desarrollaban todos, las reacciones eran imprevisibles; en cualquier momento pod¨ªa producirse la arrancada descompuesta, el derrote, la cogida.
Plaza de Las Ventas: Cinco toros de Garc¨ªa Romero, impresionantes de trap¨ªo, cinque?os
Se dejaron pegar en varas, acabaron reservones. Uno de Sotillo (sexto) grande y poderoso, noble.Ra¨²l S¨¢nchez: Vuelta al ruedo. Salida al tercio. Pep¨ªn Pa?o: Silencio. Pitos. Popo Pastrana, que confirm¨® la alternativa: Aviso y silencio. Palmas. Fr¨ªo intenso y mucho viento, que acrecent¨® el peligro de la lidia. El quint toro apareci¨® en el ruedo con dos cornadas y sangrando. El presidente no atendi¨® las justificadas protestas del p¨²blico.
Ra¨²l S¨¢nchez se pele¨® con sus dos enemigos, les dio la distancia adecuada, aguant¨® tarascadas con un asombroso valor consciente, incluso una voltereta de abrigo; mand¨® en los muletazos, y de esta forma consigui¨®,cuajar dos faenas importantes, en las cuales lo esencial, aparte todas las circunstancias de peligro, fue que domin¨® plenamente a los toros y los mat¨® con brevedad, voc¨¢ndose sobre el morrillo. Todo lo contrario result¨® la la-' bor de sus compa?eros de terna. Pep¨ªn Pe?a, sin recursos y afligido, no pele¨® nada, y su tarea, toda por la cara, se resumi¨® en evitar el menor compromiso. Por su parte, Pepe Pastrana, en el toro de la confirmaci¨®n, uno de los pocos que tuvieron cierta nobleza, pas¨® muchos apuros cada vez que le perd¨ªa la cara, Y en la suerte de matar, por equivocarlos terrenos, se vio perseguido en todos los encuentros y hasta arrollado y volteadojunto a tablas.El sexto, de Sotillo, una mole de m¨¢s de seiscientos kilos, cuya impresionante presencia suavizaba la cabeza comicorta y abrochada, fue bueno, de esos que meten bien la cabeza y repiten las embestidas con largura y suavidad. Pero toro con sentido al fin, atrap¨® a Pastrana como si en vez de cuernos tuviese tent¨¢culos, y lo lanz¨® al aire como un pelele. No produjo consecuencias la cogida -y la faena sigui¨® muy larga, sin clase, siempre la nobleza del toro por encima del arte del torero, que en ning¨²n momento acert¨® a templar ni a mandar.
Cuando acab¨® la corrida hubo una distensi¨®n general: la guerra hab¨ªa terminado. Porque aquello, entre fr¨ªo glacial, ventarr¨®n y peligro, efectivamente hab¨ªa sido la guerra.
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