Un plan energ¨¦tico de emergencia / 1
Cuando un nuevo Gobierno, sea del signo que sea, surja de la pr¨®ximas elecciones, encontrar¨¢ ante s¨ª un dificil¨ªsimo legado econ¨®mico heredado de etapas anteriores al que ineludiblemente habr¨¢ de hacer frente en forma decidida. Ya no ser¨¢n posibles m¨¢s dilaciones, m¨¢s parchcos, ni m¨¢s listas de buenas intenciones; casi un mill¨®n de parados, un endeudamiento exterior axfisiante, una aton¨ªa inversora generalizada y una tasa de inflaci¨®n suramericana, exigir¨¢n del nuevo Gobierno hechos concretos, competencia t¨¦cnica en los planteamientos y decisi¨®n en las resoluciones.El mosaico de causas, internas unas y externas otras, que han conducido a este grave deterioro, es, sin duda, complejo, pero dentro de esta complejidad, hay, un problema clave: el problema del abastecimiento energ¨¦tico. Mientras este problema no sea resuelto, y por resoluci¨®n entiendo reducir las importaciones energ¨¦ticas a l¨ªmites digeribles por nuestra econom¨ªa, no ser¨¢ posible sentar una base s¨®lida para un relanzamiento efectivo de la actividad econ¨®mica. Las importaciones energ¨¦ticas (5.200 millones de d¨®lares previstos para 1977) imposibilitan la nivelaci¨®n de nuestra balanza de pagos, lo que puede llevar al pa¨ªs a la bancarrota en poco m¨¢s de tres a?os, habida cuenta del, nivel de endeudamiento exterior alcanzado ya a principios de este a?o la situacion presente.
Si juzgamos por los resultados obtenidos en materia energ¨¦tica en los ¨²ltimos tres a?os, hemos de concluir que Espa?a ha seguido en este sector la pol¨ªtica m¨¢s desafortunada de todos los pa¨ªses importantes de la OCDE. En el per¨ªodo 1973-1976, mientras los pa¨ªses industrial izados de occidente reduc¨ªan su consumo de petr¨®leo en forma sustancial (al gunos hasta un 18%), Espa?a lo incrementaba en un 21 % (Gr¨¢fico l). En t¨¦rminos econ¨®micos esto significa que si nuestro pa¨ªs hubiera conseguido una reducci¨®n del consumo de petr¨®leo igual a la media de estos pa¨ªses, se hubieran ahorrado unos 3.000 millones de d¨®lares en el per¨ªodo 1973-1976. En 1977 este ahorro hubiera sido del orden de los 1.300 millones de d¨®lares, es decir, un tercio de lo que ser¨¢ nuestro d¨¦ficit probable de balanza de pagos.
Las razones de esta situaci¨®n derivan fundamentalmente de la actitud invariable mantenida por los gobiernos que se han sucedido desde la crisis energ¨¦tica de 1973, que han dilatado indefinidamen-f te el enfrentarse seriamente con el problema, en un vano intento de prolongar artificialmente el ¨ªmpetu expansivo de la econom¨ªa, sin tener en cuenta que ello no era posible sin meter al pa¨ªs en una situaci¨®n desesperada con una inflaci¨®n galopante yun d¨¦ficit colosal de la balanza de pagos. En el invierno de 1973-1974, el mundo occidental, con la ¨²nica excepci¨®n de Espa?a, se enfrent¨® decididamente al problema que significaba multiplicar por cuatro el coste de su abastecimiento exterior m¨¢s vital, los precios fueron trasladados al consumidor' en forma inmediata, las ciudades quedaron a media luz, las calefacciones estrictamente controladas, la circulaci¨®n autom¨®vil restringida, y se limitaron las entregas de muchos productos. El resultado fue inmediato y el consumo depetr¨®leo descendi¨® sustancialmente en 1974 y 1975 (Gr¨¢fico 2); los industriales se dieron cuenta que no pod¨ªan seguir despilfarrando energ¨ªa y tomaron medidas serias para obtener estos ahorros, medidas, por otro lado, inevitables, ya que los suministros a muchas industrias quedaron congelados a partir de ese momento. Los consumidores privados, aunque
mucho menos importantes a efectos de ahorro, se vieron tambi¨¦n obligados a realizar sacrificios importantes.
En Espa?a, las cosas sucedieron de manera muy distinta. Las razones antes apuntadas, y, la creencia injustificada de qu¨¦ nada importante pod¨ªa hacerse para
ahorrar energ¨ªa, a no ser la reducci¨®n de la actividad econ¨®mica., llevaron a la conclusi¨®n de incrementar en forma gigantesca las subvenciones a los consumos
energ¨¦ticos industriales (alrededor del 70% del consumo), que pasaron de 4.000 millones de pesetas en 1973 a 25.000 millones en 974. En estas condiciones, el
empresario que vio subir el coste de losdem¨¢s factores productivos m¨¢s deprisa a veces que los de la nerg¨ªa subvencionada, no tom¨® ninguna medida particular de
ahorro, lo que habr¨ªa supuesto dem¨¢s un desembolso importante. De esta forma, el despilfarro a que estaba habituado continu¨® y contin¨²a todav¨ªa. Una onciencia de ahorro en el consumidor privado tampoco fue conseguida, ya que, aparte de algunos espor¨¢dicos spots publicitarios o los cambios de horario de muy escaso valor real, no se ha emprendio ninguna acci¨®n efectiva en este sentido.
Entre anto, Espa?a se endeuda m¨¢s y m¨¢s, posponiendo siempre un enfrentamiento serio con el problema. Sin embargo, es evidente que esta situaci¨®n no puede continuar indefinidamente, ya que nuestro pa¨ªs no tiene una capaciad de endeudameinto iimitada, y cuando se haya tocado fodo, ?con qu¨¦ vamos a comprar la energ¨ªa, las materias primas y, los equipos industriales que necesitamos, no ya para seguir crendo, sino para no retroceder? Un dif¨ªcil legado que va a heredar la naciente democracia, y que dificultar¨¢ no poco su consolidaci¨®n definitiva.
Debe tenerse muy presente adem¨¢s, para comprender claramente la magnitud del problema con que nos enfrentamos, que todo apunta hoy hacia un endurecimiento considerable de los precios de la energ¨ªa en los pr¨®ximos a?os, por lo que o Espa?a emprende sin demora un plan de ahorro energ¨¦tico en profundidad, e intenta simult¨¢neamente un incremento de su abastecimiento por todos los medios, puede dar por hecho el declive de su actividad econ¨®mica y de su nivel de vida en el plazo de tres o cuatro a?os.
Desgraciadamente, Espa?a ya no podr¨¢ conseguir el ?efecto, de impacto? que obtuvieron los dem¨¢s pa¨ªses europeos en el invierno de 1973-1974, al trasladar ¨ªntegramente al consumidor las subidas de precios y someterlo simult¨¢neamentea fuertes restricciones. Este ?efecto d¨¦impacto? cre¨® una conciencia de ahorro ene¨¦tico, vigorizada, adem¨¢s, con limitaciones estrictas para las grandes industrias y elevadas multas a los que sobrepasaban las normas. En nuestro caso, la fuerte inflaci¨®n registrada desde entonces, ha diluido casi totalmente el posible efecto de ahorro, y, aunque ma?ana nos aline¨¢ramos definitivamente con los niveles de precios europeos, no conseguir¨ªamos ya m¨¢s que una m¨ªnima parte del efecto que ellos consiguieron.La urgencia de un dr¨¢sticolan energ¨¦tico
Como en tantos otros sectores, tendremos que pagar muy caro el no haber tomado las medidas a su tiempo. Para conseguir hoy lo que otros consiguieron en su mo mento, las medidas tendr¨¢n que ser mucho m¨¢s dr¨¢sticas, y precisamente cuando la econom¨ªa se encuentra en el peor momento para soportarlas.
Los tres grandes grupos de medidas que, adecuadamente manejados, pueden frenar el grave deterioro de la situaci¨®n energ¨¦tica Sion los siguientes:
a) Puesta en ejecuci¨®n de unplan de emergencia que nos permita realizar corno m¨ªnimo una parte de los ahorros que ya han conseguido todos los dem¨¢s pa¨ªses industrializados.
b) Reestructuraci¨®n de parte del sector energ¨¦tico, cuya fragmentaci¨®n actual hace imposible o dificulta enormemente reducir los altos costes internos de funcionamiento, y conseguir un aprovisionamiento exterior al mejor precio posible.
c) Desarrollo intensivo de los recursos energ¨¦ticos propios. Las posibilidades petrol¨ªferas potenciales de Espa?a son importantes a escala de nuestro consumo interior. Sin embargo, una pol¨ªtica desacertada de asignaci¨®n de recursos, hizo que mientras gast¨¢bamos miles de millones en paises remotos sin resultado positivo, grupos extranjeros hayan pasado a controlar la casi totalidad de nuestras mejores ¨¢reas, con una inversi¨®n menor de la que nosotros realiz¨¢bamos fuera. Debido a ello, el ritmo de la exploraci¨®n queda en gran parte fuera de nuestro control ya que, mientras estas compa?¨ªas cumplan los m¨ªnimos que exige la ley, no se les puede obligar a intensificar sus trabajos. Dada la gravedad de nuestro problema energ¨¦tico, elEstado debe negociar con estas compa?¨ªas una aceleraci¨®n de los trabajos, modificando la normativa vigente si es necesario.
La exploraci¨®n de otros recursos, como el uranio y el carb¨®n, debe tener tambi¨¦n una alta ioridad, programando seriamente campa?as y objetivos concretos, y habilitando los fondos necesarios para ello. La investigaci¨®n de nuevas energ¨ªas, o m¨¢s bien copiar lo que se est¨¢ haciendo fuera, es tambi¨¦n imprescindible, en particular en el campo de la energ¨ªa solar.
La adopci¨®n conjunta de estos tresrandes grupos de medidas
debe resolver a medio plazo, si se ealizan inteligentemente y con
firmeza, el problema de nuestro aastecimiento energ¨¦tico. Sin mbargo, los grupos b) y e) no pueden ser acometidos por el actual Gobierno. En primer lugar, porque de la fuerza necesaria, como recientemente se ha isto, para pactar o imponer de
cisiones que afectan a la estructura del sector, fuerza que s¨®lopuede hoy conferir el respaldopopular a trav¨¦s de las urnas. En egundo lugar, porque carece detiempo material (poco m¨¢s de dos eses) para preparar las reformas que deber¨¢n realizarse conforme a un plan rigurosamenteestudiado, y, en lo posible, pactado. Si se toman medidas aisladas precipitadas, el remedio puede serpeor que la enfermedad.
Por ello, en forma inmediata, s¨®lo el grupo a) de medidas puede adoptarse, y en este sentido tratar¨¦ de exponer en un pr¨®ximo .art¨ªculo el esquema del plan de emergencia para el ahorro de energ¨ªa, que propone el Partido Socialdem¨®crata, como parte integrante de su programa general de saneamiento de la econom¨ªa espa?ola.'
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