Festivales de "rock" entre la incompetencia y la explotaci¨®n
En estas fechas preveraniegas comienzan a cocerse los llamados Festivales Salvajes. Dichos festivales en los que act¨²an varios grupos de rock el mismo d¨ªa y que en un principio constitu¨ªan excusas para la reuni¨®n y la manifestaci¨®n espont¨¢nea de los j¨®venes, se han convertido en nuestro Estado, en lugares de descarada explotaci¨®n.Este tipo de actos tiene. ya, una extensa tradici¨®n. En Inglaterra se daban todos los a?os los organizados por la revista pop Melody Maker, con motivo de la entrega de sus premios anuales. Algo parecido se intent¨® en Espa?a. por parte de unos grandes almacenes hasta su degeneraci¨®n comercialoide.
Con la eclosi¨®n del movimiento hippie, los festivales monstruos alcanzaron una nueva dimensi¨®n. Se trataba b¨¢sicamente de pasar unos d¨ªas o unas horas en santo amor y compa?¨ªa, desarrollando (o creyendo desarrollar), un nuevo tipo de convivencia. Los nombres capitales fueron Monterrey, Wight, Woodstock y el final del sue?o: Altamont. La inmensa cantidad de j¨®venes y el elevado n¨²mero de grupos requer¨ªan un montaje casi perfecto y una gran inversi¨®n ini cial.
Celtiberia
Entre nosotros, s¨®lo un festival de este tipo ha revestido unas caracter¨ªsticas m¨ªnimas de seriedad el Canet Rock. Aprovechando la experiencia y la infraestructura de los festivales de Can?o, los organizadores habilitan un gran espacio verde, un equipo de sonido en condiciones y un sistema de seguridad e higiene que, aun con fallos, mejora con mucho algunos de los realizados en Francia o en Inglaterra.Pero este no es el caso general. La organizaci¨®n de estos encuentros, corre a cargo de dos tipos de empresarios. Por un lado aparece gente muy joven y sin experiencia. que creen que un montaje de este calibre es coser y cantar. Alquilan un peque?o recinto, llaman a unos cuantos grupos y toda consideraci¨®n en cuanto a calidad de sonido o condiciones de habilidad les son extra?as. El apresuramiento y la falta de publicidad traen consigo d¨¦ficits que han de saldar los grupos, m¨¢s por consideraciones humanitarias que comerciales.
El otro caso, cae ya dentro de lo penal. Ejemplos hay varios. En el pomposo Festival de Burgos del 75 (ciudad donde los peri¨®dicos titulaban: ?Nos invade la Cochambre!) se introdujo a los asistentes y en pleno verano de Castilla ?en una plaza de toros!. Durante el d¨ªa, el insoportable calor dio lugar a varios desmayos, mientras que por la noche, el fr¨ªo era tan intenso que apenas permit¨ªa tocar a los m¨²sicos. El mismo responsable de lo de Burgos, se?or Fern¨¢ndez de C¨®rdoba, volvi¨® a repetir la gracia al a?o siguiente, s¨®lo que en Le¨®n. Esta vez, miles de j¨®venes se hacinaron durante m¨¢s de seis horas en un polideportivo cerrado y del cual no se pod¨ªa salir a dar una vuelta, so pena de pagar nuevamente la entrada.
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