Una visi¨®n desapasionada del desarrollo regional espa?ol
La proverbial facilidad con que los anglosajones comprenden problemas que nosotros somos incapaces de objetivizar, no cesa de sorprendernos. Tuvimos que ir a Hugh Thomas- para entender la guerra civil, recorrer con Geraid Brennan el laberinto que la preced¨ªa, desentra?ar con Raymond Carr el significado del siglo XIX, y hasta Madariaga tuvo que irse a Oxford para escribir la cr¨®nica del imperio espa?ol en Am¨¦rica. No es de extra?ar que sea tambi¨¦n un ingl¨¦s, el economista Harry Richardson, quien haya dado la visi¨®n m¨¢s clara que existe hasta el presente del espinoso problema del desarrollo regional Espa?a. (1)Richardson plantea los problemas de fondo enmarcando el desarrollo regional en el contexto econ¨®mico y pol¨ªtico y comparando el caso espa?ol con la teor¨ªa econ¨®mica regional. Realiza despu¨¦s un an¨¢lisis de resultados comentando la planificaci¨®n regional en los planes de desarrollo y su pol¨ªtica de polos, evaluando los de Huelva, C¨®rdoba, Sevilla, Oviedo y Logro?o. Termina refiri¨¦ndose a cuestiones de detalle, como otras pol¨ªticas espaciales, la administraci¨®n de la planificaci¨®n regional y la planificaci¨®n urbana. Su conclusi¨®n plantea argumentos en favor de una planificaci¨®n espacial a largo plazo.
Hay dos teor¨ªas generalmente usadas para describir el desarrollo regional: la neocl¨¢sica, que postula el equilibrio por movimientos de los factores productivos, y la de causaci¨®n acumulativa, que predice el desequilibrio por concentraci¨®n creciente de actividades en las regiones m¨¢s desarrolladas. Richardson se inclina por la segunda en el caso de Espa?a, se?alando adem¨¢s que las pol¨ªticas econ¨®micas seguidas en Espa?a desde 1960 adoptaron las ideas del informe del Banco Mundial (1962) de que la industria deb¨ªa concentrarse en las reglones desarrolladas. Este informe aceptaba la discutible hip¨®tesis de Williamson de que al aumentar el desarrollo econ¨®mico, las rentas regionales tienden autom¨¢ticamente a igualarse y que el PNB debe aumentarse en tama?o antes de que pueda ser redistribuido espacialmente. Garnir y S¨¢enz de Buruaga creen detectar esta convergencia entre las regiones espa?olas, mientras que Lasu¨¦n y Carreras no creen en la validez de los datos disponibles de renta regional. Las consecuencias de esta pol¨ªtica han sido una reducci¨®n de las diferencias de renta entre ciudades, pero un incremento de las diferencias urbano-rurales que. combinadas, han dado como resultado un efecto neto de reducci¨®n de las diferencias de renta entre regiones, debido a que la renta de las ciudades en las regiones subdesarrolladas ha crecido bastante r¨¢pidamente. De modo que en las regiones pobres lo que se ha desarrollado han sido s¨®lo las ciudades mayores.
Los objetivos de la pol¨ªtica regional se ven constre?idos por la contraposici¨®n entre tasa nacional de crecimiento y equidad regional; una disminuye la otra, y el pol¨ªtico debe decidir la mezcla deseable de ambas. En Espa?a, seg¨²n Richardson, existe alguna evidencia de que la meta de eficacia, que fue el objetivo prima rio del Plan, sigui¨® siendo la meta dominante, pese al cambio hacia una pol¨ªtica regional m¨¢s activa en el II y III Plan. En Es pa?a la pol¨ªtica de desarrollo re gional se ha desenvuelto como un ,subproducto de las estrategias nacionales de planificaci¨®n indicativa sectorial,comprendidas en los tres planes.
Sobre la pol¨ªtica de pelos, Richardson opina que resulta adecuada para un pa¨ªs como Espa?a, aunque se extra?a de que no hubiesen polos en algunas regiones subdesarrolladas. La renta per c¨¢pita en los siete polos creci¨® m¨¢s aprisa que en las provincias de las principales metr¨®polis y m¨¢s a¨²n el, producto industrial bruto; pese a lo cual no lograron frenar la emigraci¨®n en la provincia donde estaban. Los polos parecen haber promovido una polarizaci¨®n intraprovincial m¨¢s que generado un desarrollo regional o provincial amplio: el polo crec¨ªa a expensas de la provincia. La pol¨ªtica de polos no puede ser considerada como una soluci¨®n completa para los problemas del desarrollo regional en Espa?a, porque los puestos de trabajo creados hasta 1517 1. equivalen al 3% de la poblaci¨®n de las ciudades-polo y al 0,5% de la poblaci¨®n activa nacional; los puestos de trabajo creados en polos han sido 7.000 al a?o, mientras que el descenso anual del empleo agr¨ªcola era de 110.000 al a?o. Parece correcta la postura de Leira de que los polos han sido -una estrategia legitimizadora, dando un pretexto a los pol¨ªticos para adoptar prioridades industriales nacionales disfrazadas como pol¨ªticas regionales.
La soluci¨®n est¨¢ en un cambio de ¨¦nfasis en vanos frentes: cambio del horizonte temporal de cuatro a?os a uno de veinte-veinticinco a?os; de la planificaci¨®n sectorial a la espacial; del sector privado como agente de cambio al p¨²blico, y de la inversi¨®n en infraestructura industrial a la social. Asimismo, para evitar que el polo se convierta en un mero enclave industrial, la integraci¨®n del polo con su zona de influencia requiere el desarrollo de una jerarqu¨ªa urbana dentro de la regi¨®n, creando subpolos unidos por rutas eficaces de transporte, es decir, una estrategia de polos regiones en vez de polos nacionales. Quien esto escribe, ha contrastado emp¨ªricamente esta hip¨®tesis que plantea Richardson, concluyendo que la actividad econ¨®mica est¨¢ fuertemente concentrada en las capitales regionales; por lo cual el desarrollo nacional ha supuesto solamente la convergencia de los niveles de vida entre regiones, pero no dentro de las regiones.
Richardson concluye que los problemas cr¨ªticos de la planificaci¨®n regional en Espa?a siguen sin estar resueltos y plantea una serie de cuestiones: ?Cu¨¢les son las regiones que deben desarrollarse? ?C¨®mo hacer compatible la r¨¢pida industrializaci¨®n con, la preservaci¨®n del paisaje y el car¨¢cter de las ciudades antiguas? ?C¨®mo remediar la notoria carencia de coordinaci¨®n entre los ministerios?.. ?Cu¨¢les son los mecanismos para introducir un elemento de planificaci¨®n de ?abajo hacia arriba? que contrarreste la insensible planificaci¨®n de ?arriba hacia abajo? seguida por la estructura centralista? ?C¨®mo llevar a cabo una descentralizaci¨®n eficaz, no mediante una farsa burocr¨¢tica sino de tal forma que las decisiones de planificaci¨®n regional respondan a las necesidades y preferencias locales? Participar en las decisiones de c¨®mo deben responderse todas estas preguntas no es una prerrogativa de planificador regional o del con unto de la Administraci¨®n, o incluso de la ¨¦lite empresarial y profesional, sino que es un derecho de toda la poblaci¨®n, de todas y cada una de las partes de Espa?a.
(1)
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