La seleci¨®n de Euskadi vino a ganar
Las dos grandes ovaciones de la noche fueron para uno que se iba y para otro que llega. Para el que se despidi¨®, G¨¢rate, hubo aplauso rotundo, prolongado, como para que no lo olvide nunca, no por ser el ¨²ltimo, sino por haber sido el m¨¢s cari?oso y el m¨¢s emotivo. Para L¨®pez Ufarte, autor del tercer gol de la selecci¨®n de Euskadi, hubo ovaci¨®n de gala de un p¨²blico al que no le import¨® que su equipo se pusiera por detr¨¢s en el marcador. El tanto del peque?o jugador realista tuvo el reconocimiento que el p¨²blico sabe mostrar cuando est¨¢ por encima de las circunstancias partidistas. Fue el tanto del jugador que adem¨¢s de h¨¢bil es inteligente, del jugador que est¨¢ tocado de esa gracia especial capaz de provocar las palmas aun del adversario.La despedida de G¨¢rate fue todo un acontecimiento. Desde el punto de vista emocional no falt¨® nada; lleno en el campo, significativo aprecio por el jugador, buen espect¨¢culo deportivo y cinco goles, todos ellos de notable categor¨ªa. Los participantes, salvo el chispazo de ¨²ltima hora de Benegas, que tras derribar a un contrario desplaz¨® con mal gesto el bal¨®n y se gan¨® la repulsa del p¨²blico, se dedicaron a jugar con todos sus recursos v¨¢lidos. La ausencia de marcajes severos posibilit¨® la presencia de la t¨¦cnica en el buen f¨²tbol.
Una vez m¨¢s se demostr¨® que aquel viejo invento de lanzar balones a los extremos es la f¨®rmula m¨¢s adecuada para practicar un f¨²tbol moderno. La vigencia de los desplazamientos por las alas es indudable, y cuando se produce, el aficionado parece descubrir algo nuevo.
Del primer tiempo, en el que actuaron los dos te¨®ricos primeros equipos, brillaron las penetraciones de Churruca por la derecha y Rojo I por la izquierda. Del bando atl¨¦tico destacaron los cl¨¢sicos contragolpes, en uno de los cuales fue batido por vez primera Ir¨ªbar, que posteriormente se vio obligado a realizar una salida oportun¨ªsima para que Rub¨¦n Cano no encontrase meta y una estirada para cazar al vuelo con toda firmeza un bal¨®n que describ¨ªa una par¨¢bola y que iba a encontrar rematador a cuatro pasos del marco. Ir¨ªbar dej¨® una vez m¨¢s la impronta de su gran categor¨ªa y de su todav¨ªa superior clase.
El juego del primer tiempo fue interesante, pero, sin duda, el del segundo result¨® m¨¢s vibrante. En el primer minuto, Aguilar sorprendi¨® a Urruticoechea, y cuando se presum¨ªa una f¨¢cil victoria del campe¨®n de Liga porque enfrente estaba la te¨®rica selecci¨®n ?B? del Pa¨ªs Vasco, empezaron a surgir las jugadas en las que L¨®pez Ufarte era principal protagonista, las arrancadas peculiares de Id¨ªgoras y los caracoleos de Dani. Los m¨¢s j¨®venes y los menos consagrados no quisieron ceder el triunfo al Atl¨¦tico. No se conformaron con dejar simple constancia de solidaridad. Vinieron para estar junto a G¨¢rate y adem¨¢s quisieron ganar.
Las acciones de Id¨ªgoras y Araquist¨¢in encontraron su culminaci¨®n en el acertado remate de ¨¦ste y en el inteligent¨ªsimo gol de L¨®pez Ufarte, que fue el premio a una selecci¨®n que en momentos lleg¨® a parecer un bloque.
El Atl¨¦tico del segundo periodo tuvo empuje y destellos de calidad en muchos de sus hombres. El debutante Rubio, aunque se atropell¨® quiz¨¢ por sus naturales ansias de hacerlo todo bien y r¨¢pidamente, apunt¨® condiciones. La figura atl¨¦tica, como casi siempre, fue Pereira. Impecable colocaci¨®n; impidi¨® remates de Satr¨²stegui y las penetraciones de Churruca. Su forma de resolver las papeletas volvi¨® a hacer pensar que lo que parece m¨¢s dif¨ªcil no siempre lo es.
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