Cillero
Bajo el t¨ªtulo de Entre el amor y la muerte, presenta Andr¨¦s Cillero sus ¨²ltimos trabajos dentro de la l¨ªnea habitual de su quehacer. De ¨¦l nos dice Manuel Vicent, en el texto del cat¨¢logo, que se trata de ?un artista que alimenta su obra con despojos de boutique, con residuos sofisticados de establecimientos de alta costura?. La imagen resulta afortunada, pues, ciertamente, son esos despojos los que, por acumulaci¨®n, habr¨¢n de componer la obra. Ante ¨¦sta, no puedo eludir el recuerdo de una pel¨ªcula de Mario Bava, donde varias modelos eran ejecutadas por un asesino implacable en medio de una escenograf¨ªa cuyo barroquismo demod¨¦ semejaba curiosamente la atm¨®sfera que reina en el mundo de Cillero. Como en un filme que moviera al horror, aparecen aqu¨ª cuerpos mutilados, a favor de los cuales el volumen real quiere acentuar la presencia. Mas es vencido en tal empe?o por esa metalizaci¨®n en la que la muerte se complace en mudar la carne gozosa para mejor evidenciar, y esa es tarea de redundancia, sus falsos oro peles. Si se ha hablado de erotismo refiri¨¦ndose a sus trabajos, es preciso insistir, no obstante, en que ¨¦ste resulta voluntariamente sepultado bajo un aura f¨²nebre. No hay alegr¨ªa en estos parajes; incluso los t¨ªtulo s van a incidir en lo implacable, lo traum¨¢tico o en los placeres del s¨¢dico. La figura es escamoteada por el sudario, por el marco endrino del catafalco. Esos cuerpos de mujer, que han sufrido previamente en vida la tortura del cors¨¦ de escayola al que fueron so metidos en el recinto privado del estudio, son de nuevo agobiados, en la posteridad de la obra por los atributos de la muerte. Y es de esperar que Cillero siga castig¨¢ndolos a¨²n por mucho tiempo.
Cillero
Galer¨ªa El Coleccionista. Claudio Coello, 23.
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