El monopolio de la democracia
Dec¨ªa el presidente Jefferson que era tan importante el peso de la opini¨®n p¨²blica para el sistema pol¨ªtico de los Estados Unidos, que si tuviera que elegir entre un Gobierno sin peri¨®dicos o unos peri¨®dicos sin Gobierno, optar¨ªa sin duda por esto ¨²ltimo. Este no es, evidentemente, el pensamiento de muchos pol¨ªticos espa?oles. Pero la democracia es sin duda consustancial a la libertad de expresi¨®n.Hace ahora no m¨¢s de seis meses RTVE puso en antena un programa infantil con una encuesta entre ni?os de doce a?os, en torno a qu¨¦ entend¨ªan ellos por democracia. Todos, sin excepci¨®n, contestaban cosas como ?poder decir lo que quiera?, ?o poder pensar como se quiera?, o ?poder decir las cosas?, o ?que no haya censura?. La opini¨®n de un ni?o de doce a?os puede no ser en s¨ª muy valiosa -para m¨ª lo es-, pero si responde a lo que haya podido aprender en la escuela y en su casa, habr¨¢ que reconocer que no debemos desde?arla. A m¨ª aquella simple encuesta me sirvi¨® para reafirmarme en lo que siempre he cre¨ªdo: que de las cosas m¨¢s irritantes para los espa?oles de la dictadura de Franco, e irritante, incluso, para los franquistas, fue la falta de libertad de expresi¨®n.As¨ª, la respuesta ante la libertad de prensa es mucho m¨¢s afirmativa y rotunda por parte del electorado que ante la creaci¨®n de partidos o de centrales sindicales.
Una de las ventajas de los reg¨ªmenes de libertad es que los falsos prestigios amparados en la represi¨®n general se vienen abajo, por la derecha y por la izquierda, a poco que se les empuje. Los directores de algunos peri¨®dicos hemos podido ver en las ¨²ltimas semanas c¨®mo algunos de quienes clamaban por el restablecimiento de las libertades p¨²blicas se suman ahora al coro de los descontentos por su ejercicio, y poco les falta para ponerse a hablar -?tambi¨¦n ellos! - de prensa canallesca. Unas cartas irritadas de los profesores Tierno y Fraga, art¨ªculos pol¨¦micos de representantes del PCE y del PSOE, violentas diatribas de los peri¨®dicos de partido: ¨¦sta ha sido la respuesta cordial a la serie de editoriales que sobre las diversas formaciones pol¨ªticas ha venido publicando EL PAIS en los ¨²ltimos, d¨ªas y cara a las elecciones. Todo ello salpicado de incre¨ªbles sonrisas cada vez que el art¨ªculo en cuesti¨®n se dedicaba a fustigar los errores y los vicios del partido que no fuera el propio.
La reacci¨®n era de esperar. Sus expresiones, no. En menos de diez d¨ªas se han quejado amargamente, y por este orden, de nuestra vulgar parcialidad, los comunistas, los socialistas, los socialistas populares, los centristas del Gobierno, los democristianos gilroblistas, los aliancistas, la ETA, y la ultraderecha. Y todos a?ad¨ªan algo a su queja: para el PSP el peri¨®dico se pon¨ªa al servicio del PSOE; para el PSOE, el Gobierno nos hab¨ªa sobornado; seg¨²n el PCE -quiz¨¢ los m¨¢s templados- ¨¦ramos anticomunistas; para los de Alianza, amn¨¦sicos; para el Gobierno, un ¨®rgano de la izquierda. El Gobierno, sin embargo, tiene, adem¨¢s, otras armas: censura en televisi¨®n las alusiones a EL PAIS, registra el domicilio de su director, incoa oficios y pasa tanto de culpa a los fiscales para que procedan. Cuarenta expedientes y diecis¨¦is procedimientos judiciales iniciados, am¨¦n de dos procesamientos, es el precio de la lucha por la independencia en un a?o de este diario. Tambi¨¦n, al menos, ocho redactores agredidos por la fuerza p¨²blica; algunos de ellos fueron adem¨¢s detenidos y objeto de malos tratos. Y esto, cuando era ministro de la Gobernaci¨®n el se?or Fraga, que tanto ha hecho por lo visto por EL PAIS, y cuando era presidente del Gobierno el se?or Su¨¢rez, al que, por lo que ahora dicen, el peri¨®dico se ha vendido publicando un reportaje de ese hermoso chalet en el que vive.
A este prop¨®sito, y aunque no es una de las costumbres nacionales explicar las acciones propias al pr¨®jimo, no me importa gastar algunos p¨¢rrafos m¨¢s si as¨ª se desvanecen las dudas sobre nuestra actitud. Un peri¨®dico, a la postre, no es ni m¨¢s ni menos que un peri¨®dico, y los periodistas, al menos los que aqu¨ª trabajamos, no aspiramos a las actas de diputado por Madrid que el Gobierno y la Oposici¨®n han ido ofreciendo en las ¨²ltimas semanas a quien las ha querido coger. Yo no digo que un reportaje a color de Su¨¢rez en un diario de gran circulaci¨®n no le pueda favorecer, lo mismo que le puede perjudicar el sondeo de opini¨®n que hoy publicamos. En EL PAIS no se hacen las cosas, sin embargo, pensando en eso, sino en si son interesantes o no. Esto no quiere decir que sea interesante todo lo que se publica, ni que no se cometan errores. Quiere decir que no se puede hacer un peri¨®dico todos los d¨ªas bajo el peso de la peque?a intriga. Sucumbir a esa actitud ser¨ªa tanto como hacerlo ante los modos del franquismo.
Por lo dem¨¢s, ?qu¨¦ hab¨ªa hecho este peri¨®dico? Denunciar la dictadura de Franco como un r¨¦gimen represivo y brutal; defender la legalizaci¨®n de todos los partidos pol¨ªticos que no sigan la v¨ªa de la violencia; expresar algunas razonables dudas de fondo sobre el eurocomunismo; trabajar por la unidad de los socialistas frente a las ambiciones personales de poder de algunos de sus l¨ªderes, el amarillismo de otros, y la ingenua reacci¨®n de prepotencia de los m¨¢s fuertes; protestar por la invasi¨®n del poder en las elecciones, con la decisi¨®n del presidente de presentarse; defender las autonom¨ªas pol¨ªticas de vascos y catalanes, avisando de la inoportunidad de un planteamiento federal de nuestro Estado; se?alar la peque?ez de los dem¨®cratas cristianos, hu¨¦rfanos del amparo de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica; recordar a los franquistas neodem¨®cratas las violencias, los abusos y las arbitrariedades que cometieron desde el poder. En una palabra, tratar de ayudar al ciudadano a defenderse de la avalancha de propaganda electoral que ha llenado de slogans y confusi¨®n las cabezas de los espa?oles.
Hoy habr¨ªa que decirles a los partidos pol¨ªticos algunas cosas todav¨ªa. Y la m¨¢s urgente de todas es recordarles que ellos no monopolizan las condiciones de la democracia, y que ¨¦sta es no s¨®lo el veredicto de las urnas sobre la mayor¨ªa que nos debe gobernar, sino el derecho de toda minor¨ªa a expresarse y a tener tambi¨¦n un puesto respetable en la convivencia com¨²n. Hoy hay que decirles a los partidos pol¨ªticos que la gente acudir¨¢ a votar por un convencimiento de la necesidad ciudadana de hacerlo, m¨¢s que por la credibilidad que los programas y los l¨ªderes ofrecen. Pero estos son en cualquier caso depositarios de un enorme caudal de esperanza que el pueblo ha querido entregarles. Si hacen fracasar la democracia -y puede ser as¨ª, por inexperiencia, personalismo, ambici¨®n o miedo- recaer¨¢ sobre los l¨ªderes -de esta hora la gran mancha hist¨®rica de enterrar una vez m¨¢s las libertades p¨²blicas en nuestro pa¨ªs. Por eso, la prensa tiene una funci¨®n cr¨ªtica y social de primer orden, y un peri¨®dico independiente debe ser aquel que sea capaz de contestar al poder, sea quien sea el que lo ocupe, y que no obedezca a los intereses ni las consignas de grupo o persona. En este sentido, podr¨ªa decirse que un peri¨®dico independiente est¨¢ siempre en la oposici¨®n, que no es necesariamente lo mismo que la izquierda.
EL PAIS, a decir verdad, ni siquiera ha sido un diario de ¨®posici¨®n. Ha colaborado con el poder hasta donde dignamente ha sido posible, no en la ocultaci¨®n de informaciones -cosa que el poder hubiera deseado-, pero s¨ª en la moderaci¨®n de pareceres y actitudes. Pens¨¢bamos y seguimos pensando, que si los diarios contribuyen a encontrar un nuevo lenguaje democr¨¢tico en esta etapa de nuestra convivencia, habr¨¢n rendido un gran servicio al pa¨ªs, y lo estamos necesitando. La reacci¨®n de alg¨²nos partidos de izquierda a los editoriales recientes de nuestro peri¨®dico, nada tiene que envidiar en modales a la de ilustres colaboradores de la dictadura.
Estas cosas conviene decirlas ahora que los partidos van a recibir los sufragios de millones de ciudadanos, y que algunas formaciones relegadas a la clandestinidad hasta hace poco pueden verse con dificultades reales para digerir el triunfo. Este es, notablemente, el caso del Partido Socialista Obrero Espa?ol, que seg¨²n todos los sondeos y pase lo que pase, ser¨¢ despu¨¦s del 15 de junio el primer partido. Las nuevas generaciones de espa?oles est¨¢n solicitando un cambio real en la manera de gobernar este pa¨ªs. Pero un cambio real no s¨®lo implica un relevo de personas o programas, sino una transformaci¨®n de actitudes.
Lo menos que se puede pedir entonces a la clase dirigente que le acerca, es que se olvide de la escuela del franquismo. No vaya a resultar ahora que tambi¨¦n los otros nos quieran dar lecciones de patriotismo, honestidad y moral a los dem¨¢s. Al fin y al cabo, lo mejor que tiene esto de la democracia es que nos vamos a ver por fin, todos, tal y como somos, y no como nos so?¨¢bamos.
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