Criterios para un programa
En esta hora conflictiva, cuando le llega forzosamente el turno al an¨¢lisis riguroso de la situaci¨®n econ¨®mica, es dif¨ªcil despejar el riesgo de precipitarse en los lugares comunes en que suelen perderse vagamente las posiciones de t¨¦cnicos y pol¨ªticos. Los primeros, precisamente porque hacen abstracci¨®n de circunstancias sociales que pueden condicionar a buen seguro el desarrollo de cualquier programa, lo reducen todo a la dial¨¦ctica de los medios y piensan que, a efectos de instrumentaci¨®n, bastar¨ªa con una primera fase, de gesti¨®n econ¨®mica a su cargo seguida de otra en la que la direcci¨®n competer¨ªa a los pol¨ªticos. Los segundos, a su vez, se Iimitan en sus declaraciones a un ¨®ptimo planteamiento de los fines, pero propenden a ignorar el punto de partida, la capacidad- de los medios y el hecho de que la pol¨ªtica econ¨®mica no acaba en la expresi¨®n de unos buenos deseos sobre los que, m¨¢s o menos, todos estar¨ªamos de acuerdo.La crisis econ¨®mica ofrece unos riesgos de complejidad en sus or¨ªgenes y de gravedad en sus consecuencias que la sit¨²an por encima de las ¨®pticas partidistas. La situaci¨®n no puede contemplarse desde las posiciones implicadas en el debate entre socialismo econ¨®mico y econom¨ªa de mercado libre, ni tampoco desde la confortable perspectiva de homologar herramientas y sistemas con los que han manifestado su eficacia en otros pa¨ªses o en momentos distintos. Reducir el problema econ¨®mico a fronteras tan elementales y quebradizas equivale a simplificar el esfuerzo por analizar los antecedentes y encauzar en el futuro las soluciones adecuadas.
Al perfilar la actitud desde la que cabe aproximarse a la crisis econ¨®mica conviene, en m¨ª modesta opini¨®n, precisar algunos puntos b¨¢sicos:
- Afirmar sin m¨¢s que la crisis econ¨®mica queda definida por el aumento del paro, el ritmo de aumento de los precios y el d¨¦ficit del sector extranjero equivale a enjuiciarla superficialmente por una simple referencia a sus efectos pero no a sus causas.
- La crisis no resulta de la yuxtaposici¨®n de situaciones parciales que admiten disecci¨®n, pron¨®stico y terap¨¦utica independientes al margen de las conexiones entre las partes y el todo, al margen de las implicaciones entre la situaci¨®n econ¨®mica y la situaci¨®n social. La crisis es consecuencia de un modelo de crecimiento sui generis, m¨¢s adaptado a los especiales requerimientos del r¨¦gimen pol¨ªtico precedente que a las peculiaridades de nuestra realidad.
- La carencia desde antiguo de un aut¨¦ntico programa economico del Gobierno y la aceptaci¨®n sin debate de los errores del pasado, lo que de por s¨ª supone muy graves limitaciones, ha propiciado un clima de abandono y conformismo ante lo econ¨®mico que exige devolver a esta materia tan ardua su valor e implicaciones propios. El esfuerzo econ¨®mico es un esfuerzo colectivo, y para que la sociedad lo asimile es preciso convencerla de su urgencia e importancia.
- Lo urgente es resolver la crisis; Io importante es llevar a t¨¦rmino la reforma del sistema econ¨®mico. Ambas tareas exigir¨¢n la convocatoria conjunta a pol¨ªticos y expertos mediante una labor de equipo que algunos hemos defendido y apoyado en muy diversas ocasiones.
- La moderaci¨®n de los partidos pol¨ªticos en sus programas de soluciones. econ¨®micas a corto plazo no debe ocultar el proyecto de modelo que verdaderamente defienden. En todos los casos y hasta donde sea posible sus prop¨®sitos objetivos deben quedar claros. Si se respalda un modelo de socialismo econ¨®mico no debe ocultarse por razones electorales. Igualmente, el acuerdo entre trabajadores y empresarios ha de operar dentro de los nuevos marcos sindical y patronal, por supuesto al margen del chantaje, la utilizaci¨®n de resortes que impliquen decisiones precipitadas de efectos imprevisibles y los cambios de actitud a tenor del resultado electoral.
- La respuesta a la situaci¨®n cr¨ªtica exige un planteamiento por encima de las opciones de partido, por encima incluso de los pl¨¢cidos enfoques de sumar virtudes y despejar defectos. Esta r¨¦plica a la crisis ha de actuar inmediatamente sobre sus consecuencias y a medio plazo sobre las causas que han conducido al actual estado de cosas.
- Las soluciones v¨¢lidas en otros momentos de nuestra historia econ¨®mica o que se han mostrado eficaces en otras ocasiones, aun de corte similar a la espa?ola, no tienen por qu¨¦ traducirse necesariamente en efectos positivos sobre la situaci¨®n que ahora casi nos asfixia.
- Ante el planteamiento del programa econ¨®mico y, m¨¢s a¨²n, en trance de su ejecuci¨®n, pensar en algo as¨ª como en una carrera de relevos entre pol¨ªticos y t¨¦cnicos supone sufrir el riesgo de aislar la gesti¨®n econ¨®mica de la realidad social y pol¨ªtica del pa¨ªs.
- El equipo que se encare con la gesti¨®n econ¨®mica ha de subrogarse en responsabilidades que no le son imputables directamente, pero que deber¨¢ asumir con la modestia y tambi¨¦n con el genio propios de los hombres capaces de pensar en t¨¦rminos de futuro sin haber elegido el punto de partida.
-En la configuraci¨®n de ese equipo, volver la mirada a los hombres que, por raz¨®n de compromisos y de lealtades personales carezcan de la libertad necesaria para afrontar con honradez, valent¨ªa y rigor los ingentes problemas actuales, puede implicar el peligroso aplazamiento ad calendas graecas de las soluciones, muchas de ellas impopulares y dificiles, que exige la gravedad de la situaci¨®n.
-O ese equipo toma sin pausa la iniciativa de sacar a Espa?a de la crisis o nos sacar¨¢n a empellones de la crisis nuestros acreedores, y ello sin concesiones a la capacidad decisoria de gobernantes y dem¨¢s ¨®rganos de representaci¨®n democr¨¢tica.
- La gravedad de la situaci¨®n econ¨®mica obligar¨¢ a distinguir entre requisitos y objetivos, entre soluciones a corto y soluciones a medio plazo. Hoy por hoy son requisitos imprescindibles, moderar la tasa del incremento del ¨ªndice de precios y sanear el sector exterior de la econom¨ªa espa?ola. Para ello habr¨¢ que replantear la pol¨ªtica de empleo y subsidios e introducir reformas b¨¢sicas en el sistema financiero y en el cambiario. La reconsideraci¨®n de los tipos de inter¨¦s, la puesta en pr¨¢ctica de una pol¨ªtica de cambios realista, la revisi¨®n del sistema arancelario y su incardinaci¨®n en la pol¨ªtica comercial exterior son pasos inevitables a corto plazo.
- Para evitar que se repitan en el futuro problemas como los actuales es preciso plantear objetivos a medio plazo en la transformaci¨®n de los esquemas econ¨®micos y el aumento de la productividad del sistema.
- Los objetivos solo ser¨¢n realizables si la inversi¨®n se ajusta al ritmo adecuado. Ser¨¢ menester para ello la recuperaci¨®n de las expectativas empresariales, la asignaci¨®n de recursos hacia la correcci¨®n de las limitaciones de estructura a trav¨¦s de un mecanismo de precios que refleje el origen real de los desequilibrios y el progreso t¨¦cnico y organizativo. Precisamente habr¨¢n de superarse las tensiones inflacionistas y el mercado tendr¨¢ que recuperar su aut¨¦ntica funci¨®n, al propio tiempo que se aborda la paulatina desaparici¨®n del paterpalismo econ¨®mico y la red de interferencias institucionales que bloquean al sistema y reducen el nivel de competencia.
- En este proceso de transformaci¨®n estructural. la intervenci¨®n directa del sector p¨²blico s¨®lo debe producirse cuando se verifique la incapacidad de la iniciativa privada. La experiencia ha delatado, sin resquicios a la duda, que las nacionalizaciones no alteran un ¨¢pice las relaciones de producci¨®n -en el sentido marxista-, ni tampoco la estructura o la eficacia del sistema econ¨®mico.
- En el orden de las reformas -concretas del sistema -reforma fiscal, financiera, del sector exterior, de la seguridad social, etc¨¦tera-, cualquier desarrollo que no se asiente en las limitaciones propias de la perspectiva actual equivale a caer en tediosos lugares comunes, en abstracciones al margen de los hechos, en imperdonables vaguedades sobre la futura capacidad de gesti¨®n econ¨®mica. Hace ya m¨¢s de un a?o que expusimos nuestra opini¨®n al respecto. Como en tantas otras ocasiones nuestra postura reformista se hace valer por otros muchos que ahora reproducen ideas, conceptos, criterios y lenguaje acu?ados previamente. Alegr¨¦monos de ello muy sinceramente si es para bien de Espa?a.
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