La dictadura y sus represiones
Con su pluma ¨¢gil y castiza, Oscar Caballero ha escrito un reportaje que se lee del principio al fin con la misma atenci¨®n que si estuvi¨¦ramos viendo un documental cinematogr¨¢fico sobre hechos y situaciones que hemos vivido.No hace disquisiciones, ni especula, ni siquiera interpreta. Como buen periodista relata unos sucesos con toda minuciosidad. Y el lector sacar¨¢ las consecuencias. Causas y efectos quedan claros. Las cuatro d¨¦cadas de la dictadura crearon una moral arcaica propia del medievo. La legislaci¨®n integrista podr¨ªa haber sido redactada por el inquisidor Vald¨¦s. Las altas jerarqu¨ªas eclesi¨¢sticas influyeron con un fanatismo cerril en los fundamentos ideol¨®gicos del r¨¦gimen. Represi¨®n sexual, intolerancia pedag¨®gica, discriminaci¨®n de la mujer. Brutal censura sobre toda manifestaci¨®n literaria, art¨ªstica o cultural que rozase los l¨ªmites de los temas prohibidos.
Oscar Caballero
El sexo del franquismo. Editorial Cambio 16. Madrid, 1977.
No era osado suponer que con esta pol¨ªtica, mantenida violentamente, el pueblo se sintiera embrutecido y reprimido.
En el libro de L¨®pez Ibor sobre Vida sexual, repetidamente citado por Oscar Caballero, dice el psiquiatra: ?Vivimos en un mundo tan erotizado que ya empieza a producirse una cierta alarma.? La obra, publicada en enero de 1968, trivializa el problema: sin ofrecer soluciones positivas.
En el aspecto del sexo, como en casi todos los dem¨¢s, el franquismo sufri¨® de asomatognosia, que, seg¨²n el ¨ªnclito L¨®pez Rod¨®, es la peor enfermedad que puede tener un pol¨ªtico: el desconocimiento de la propia posici¨®n en el espacio. Por ejemplo -aclaraba don Laureano-, el se?or que no sepa si est¨¢ cabeza arriba o cabeza abajo, a qui¨¦n tiene a la derecha, a la izquierda o enfrente.
Y, sobre todo ello, la morbosa hipocres¨ªa. A principios del sesenta, los tecn¨®cratas descubrieron que a la invasi¨®n tur¨ªstica no se pod¨ªa poner frenos en el atuendo ni en sus costumbres. Una inmensa legi¨®n de ninfas en bikini invadieron las playas y las ciudades, mostrando a los cuatro vientos sus encantos. La unidad de la fe, la concordia del esp¨ªritu, el ejercicio de la virtud se de desplomaron ante el vellocino de oro.
Y es que la moral de los fariseos se nutre solamente de la mentira.
Pero, sin embargo, no vayamos a caer en la reacci¨®n opuesta.
En buena hora venga una sana educaci¨®n sexual, un tratamiento cient¨ªfico de los problemas sexuales, unas leyes sensatas y razonables sobre las relaciones matrimoniales y extraconyugales.
Pero no se crea que a mayor erotismo, m¨¢s libertad. La verdadera liberaci¨®n del hombre y la mujer, consiste en algo mucho m¨¢s serio que permitirles que se muestren desnudos. Y que satisfagan la lujuria a su antojo.
En las represiones del franquismo ha habido aspectos tr¨¢gicamente m¨¢s siniestros que la traumatizaci¨®n del sexo.
Recuerdo que Curzio Malaparte afirmaba que todo dictador es una mujer. Habr¨ªa que matizar detenidamente esta aseveraci¨®n. Cuando vi el t¨ªtulo de la obra de Oscar Caballero, pens¨¦ que tratar¨ªa, en alguna faceta, la incisiva idea de Malaparte.
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