La indefensi¨®n de los consumidores
LO MENOS que se puede decir de la ins¨®lita sentada de m¨¢s de un centenar de aspirantes frustrados a pasajeros a¨¦reos en Barajas, ayer, es que se trata de una escena no tan desacostumbrada como ser¨ªa de suponer. Los aeropuertos espa?oles han sido pr¨®digos en las ¨²ltimas semanas en desatenciones rayanas en la incuria de los responsables de las compa?¨ªas a¨¦reas. L¨ªneas nacionales han cometido overvoiking, pr¨¢ctica deplorable en la industria hotelera, pero del todo inadmisible y condenable en la del transporte a¨¦reo. Iberia ha pretendido -y logrado- cobrarse la devaluaci¨®n de la peseta sobre vuelos internacionales contratados con semanas de antelaci¨®n; y lo ha hecho extrayendo la diferencia de precio a los sufridos viajeros poco menos que al pie de la escalerilla. Ahora es Aviaco quien se dedica a vender m¨¢s plazas de vuelo que las disponibles y hace permanecer a sus viajeros hasta diez horas esperando en los aeropuertos. Cabe esperar que no faltar¨¢n las correspondientes explicaciones para la desorganizaci¨®n que ofrece el primer aeropuerto internacional espa?ol: la fecha absolutamente punta, la excesiva densidad del tr¨¢fico, la necesidad de respetar las debidas normas de seguridad. Pero es inadmisible que no se haya previsto un sistema eficaz de soluci¨®n de estos problemas. Las cifras de vuelos, de aparatos, sus horarios de despegue ,y aterrizaje, y hasta el n¨²mero de pasajeros son datos que deb¨ªan obrar en poder de las autoridades del aeropuerto con la debida antelaci¨®n pata que no se hubiesen producido escenas tan lamentables.Este tema, sin embargo, no es una exclusiva del tr¨¢fico a¨¦reo. Se trata simplemente -y nada menos- que de la tan debatida y manoseada defensa de los derechos del consumidor. En nuestra sociedad, tan a menudo llamada de consumo, el consumidor es precisamente la pieza peor tratada de todo el circuito econ¨®mico y social. Parece como si no tuviera m¨¢s derechos que el de consumir, cuanto m¨¢s, mejor, y lo m¨¢s deprisa posible. En los ¨²ltimos a?os el tema ha sido objeto de debates, simposios, reuniones, a todas las escalas, nacionales e internacionales; se vierten torrentes de tinta en su torno, y hasta es objeto de solemnes declaraciones de intenci¨®n. La defensa de los derechos del consumidor es un eslogan tan repetido como ineficaz hasta el momento. Los ¨²nicos intentos medianamente serios han surgido de la base, y se concretan en una serie de asociaciones- privadas de consumidores, de amas de casa, de vecinos, y todo un largo rosario de excelentes intenciones, a las que falta en medios y eficacia lo que les sobra de buena voluntad y entrega en la mayor¨ªa de los casos. Pero estos intentos son inconexos, separados muchas veces los unos de los otros, circunscritos a ¨¢reas locales o a materias concretas, cuanto no tratan de ser politizados, por la derecha o por la izquierda, subvirtiendo de hecho la naturaleza del prop¨®sito. Se requiere una acci¨®n general y coordinada y una mayor atenci¨®n por parte de los poderes p¨²blicos, que rinda alg¨²n efecto concreto.
En la Carta de los Derechos del Consumidor, elaborada por el Consejo de Europa, se reconocen cinco tipos de derechos: a la seguridad y protecci¨®n de la salud, a la protecci¨®n de los derechos econ¨®micos, a la reparaci¨®n de da?os, a la informaci¨®n y formaci¨®n y a la representaci¨®n en todos aquellos organismos que sea necesario. Todo esto debe quedar inscrito en la legislaci¨®n espa?ola. Se debe reconocer a las asociaciones de este tipo, dotarlas de los precisos canales de representaci¨®n, arbitrar sistemas de protecci¨®n jur¨ªdica r¨¢pidos y eficaces. Pues, hasta ahora, en nuestro pa¨ªs, todo se reduce a un hipot¨¦tico libro de reclamaciones cuya presentaci¨®n es siempre problem¨¢tica y su eficacia nula en la mayor¨ªa de las ocasiones. Males todos estos que se agravan cuando el consumidor tiene que enfrentarse, lesionado en sus m¨¢s elementales derechos, a un servicio o estructura de producci¨®n bien monopol¨ªstica, bien estatal o paraestatal, como en el caso de ayer en Barajas. Basta, pues, de declaraciones solemnes, que m¨¢s parecen coartadas que otra cosa. Hace falta una legislaci¨®n y unos canales de representaci¨®n. Y un sistema jur¨ªdico de defensa ¨¢gil, inmediato y eficaz.
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