Las elecciones del franquismo
Profesor de Derecho Pol¨ªtico
A partir de 1939 carece de sentido, hablar de comportamiento electoral en Espa?a, pues sin sufragio universal ni libertades p¨²blicas no se pueden estudiar seriamente unas elecciones. Entre 1947 y 1976, se convocan en Espa?a tres referendums, dos elecciones para procuradores en Cortes de representaci¨®n familiar y ocho elecciones municipales para elegir concejales del mismo tercio, pero los tres referendums se desarrollan en un clima de ausencia de libertades y de coacci¨®n sicol¨®gica, y en las elecciones municipales y legislativas el cuerpo electoral resulta bastante reducido. Por todo esto, las referencias que haremos al comportamiento seudo-electoral de los madrile?os son levemente indicativas. "Las elecciones municipales de 1948, plantearon por primera vez desde la guerra civil el enfrentamiento entre varias opciones pol¨ªticas. Evidentemente, la restricci¨¢n del cuerpo electoral, limitado a los cabezas de familia, indica la credibilidad que pod¨ªa inspirar el llamamiento. No obstante, en toda Espa?a se enfrentaron candidatos oficiales del ?Movimiento? y candidaturas no oficiales. En Madrid se enfrent¨® una candidatura ?pol¨ªtica?, compuesta por personas sumamente conservadoras pero no falangistas, y otra candidatura que representaba a algunos sectores mercantiles de la ciudad. El resultado fue 113.456 votos para el candidato que encabezaba la lista ?pol¨ªtica? (Calvo Sotelo) y 43.707 para el primer candidato de la lista. ?mercantil? (Barreras), registr¨¢ndose una abstenci¨®n del 40 % del censo. En otras dos ocasiones se volver¨¢ a repetir el enfrentamiento electo ral municipal entre candidatos del ?Movimiento? y mon¨¢rquicos un tanto desvinculados del franquismo. En 1954 -quiz¨¢ la ocasi¨®n m¨¢s conocida- una candidatura mon¨¢rquica compuesta por Joaqu¨ªn Calvo Sotelo, Torcuato Luca de Tena, Fanjul y Satr¨²stegui se enfrent¨® a la candidatura oficial y a otra independiente. Los hombres del ?Movimiento? obtuvieron en tre 233.000 y 223.000 votos, en tanto que los mon¨¢rquicos consiguieron 54.000 y 51.000 votos. El resultado tiene su importancia, tanto porque el Gobierno hizo todo lo posible para combatir a los mon¨¢rquicos (el general Franco Salgado llega a hablar de pucherazo), como por el hecho de que la derecha m¨¢s distanciada de Franco en aquellos momentos consiguiera un 16 %de los votos. En 1966, se volvi¨® a repetir el intento, pero con resultado muy diferente: con una abstenci¨®n del 67 % del cuerpo electoral, los candidatos oficiales consiguieron rid¨ªculas votaciones que oscilaban entre 22.000 y 7.000 votos, mientras que los mon¨¢rquicos (que representaban candidatos mucho menos conocidos) no rebasaban los 7.600 en el mejor de los casos. Con estas tres excepciones, las elecciones municipales para el tercio de re presentaci¨®n familiar han sido un medio para introducir en el Ayuntamiento a los representantes de los grupos de presi¨®n municipales, es pecialmente a los intereses inmobiliarios. Las elecciones para elegir dos procuradores de representaci¨®n familiar han carecido incluso del leve dramatismo de algunos de los comicios municipales. Introducida por la Ley de Representaci¨®n Fa miliar de 1967 -en desarrollo de las reformas establecidas por la ley Org¨¢nica del Estado- la figura del procurador familiar no ha alcanzado en Madrid el car¨¢cter moderadamente inconformista que ha distinguido a algunos padres de la patria. En las elecciones de 1967 -las primeras celebradas por su fragio directo, aunque no universal- el abanico que se ofrec¨ªa al electorado madrile?o giraba entre la extrema derecha falangista y alg¨²n hombre del r¨¦gimen matizadamente contestatario como Fanjul o Cantarero. Esta clase de candidatos y la propia naturaleza de las elecciones no permitieron ofrecer una idea clara de lo que pensaba el electorado madrile?o, aunque el factor curiosidad sirvi¨® probablemente para reducir el abstencionismo. No obstante, de un censo electoral de 1.565.777 personas s¨®lo votaron 872.099, lo que da un abstencionismo del 44,3 % en el municipio madrile?o. Este ¨ªndice de participaci¨®n es m¨¢s bien bajo, pues s¨®lo hubo otras doce provincias donde la participaci¨®n no lleg¨® al 55%. En las elecciones de 1971, el absentismo creci¨® en toda Espa?a y en el municipio de Madrid s¨®lo votaron 542.670 electores de un censo de 1.709.086, lo que da un ¨ªndice de abstenci¨®n del 68,3 %, que es muy superior a la media nacional del 50 %. La explicaci¨®n es l¨®gica: al escepticismo que inspiraba la figura del procurador familiar tras la experiencia de la legislatura de 1967 se agreg¨® la falta de atractivo de todos los candidatos, ninguno de los cuales ofrec¨ªa siquiera la imagen contestaria de otros procuradores, como Esperab¨¦, Escudero o Tarragona. Como se ve, el madrile?o ha sido sumamente esc¨¦ptico ante las convocatorias electorales del franquismo. Aunque no es f¨¢cil desglosar la participaci¨®n media del electorado del municipio, el ¨ªndice de la provincia se aproxima al ¨ªndice nacional de 1967 (35,6 %). Finalmente, quiz¨¢ sea en los referendums donde mejor se observaron las transformaciones socio-econ¨®micas que ha experimentado la capital del Estado. En 1947, los madrile?os participaron en un 87,2 % del censo electoral (723.131 sobre 828.538), de los que el 72,5% del electorado vot¨® afirmativamente y el 10 % lo hizo negativamente. De estos datos se deduce que el 23,5 % del cuerpo electoral madrile?o dio un voto de oposici¨®n antifranquista (abstenci¨®n, voto negativo o voto nulo), si bien las cifras oficiales no ofrecen ninguna credibilidad.
En 1967, el voto de oposici¨®n alcanz¨® el 17,9 %, pues sobre un cuerpo electoral de 1.904.617 vot¨® s¨ª el 82 %. Este porcentaje equivale a la media nacional del 85,5 % pues s¨®lo dos provincias bajaron de esa cifra. No obstante, el montaje publicitario de 1966 fue quiz¨¢ el m¨¢s llamativo de los tres refer¨¦ndums y esas cifras -m¨¢s que en otras convocatorias- no ofrecen la menor credibilidad. Por ¨²ltimo, en el refer¨¦ndum de 1976 el 22 % del electorado madrile?o sigui¨® las consignas de abstenci¨®n de la oposici¨®n democr¨¢tica, a los que hay que agregar 51.865 papeletas en blanco y 5.000 votos nulos. Es un porcentaje superior a muchas capitales y provincias, aunque tampoco resulta excesivamente desproporcionado.
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