Alfa y omega de los alfareros
No, Zamora no se ha perdido en una hora. Pero s¨ª se ha perdido en a?os y mas a?os de cercos, de olvidos de sus posibilidades, de murallas de silencio para sus necesidades, de portillos por donde se han traicionado sus bienes y haciendas m¨¢s comunes y por donde ha ido export¨¢ndose la flor de sus habitantes. Ni Pe?atajada ni Duero han servido ya para contener tanta hemorragia, Los cercos actuales son de estructura m¨¢s sutil: van por dentro.
El desarrollo forastero de la famosa d¨¦cada ( 1960-71) fue para Zamora decadencia en t¨¦rminos comparativos. La explosi¨®n emigratoria hizo que durante este tiempo perdiera casi un tercio de su poblaci¨®n m¨¢s productiva y convirtiera en ?asilo de ancianos? sus Tierras del Pan y del Vino, y a¨²n m¨¢s, las de la subdesarrollada zona fronteriza del Oeste. Una poblaci¨®n se considera envejecida cuando el 10 % supera los 65 a?os. En Zamora alcanza el 15 %. Y supera este ¨ªndice grave la parte de su poblaci¨®n rural, que representa el 72 % del total. La tierra da ocupaci¨®n al 60 % de la poblaci¨®n activa, cuando la media espa?ola es del 25 %. La industrializaci¨®n apenas existe, aunque en ella residan bases muy considerables de producci¨®n exportaci¨®n energ¨¦tica (hidroel¨¦ctrica) y proyectos at¨®micos de ?lo mismo?. Otros indicadores, como la renta per capita, la productividad, la capacidad adquisitiva, los ¨ªndices sanitarios, de consumo energ¨¦tico, cultural o recreativo, colocan siempre a la pobre provincia en los ¨²ltimos puestos entre las 50. Es parte del ?tercer mundo interior?.
Por Zamora y su campesinado se ha entonado el requiem en papel oficial, de cierto tiempo a esta parte. Impresos fabricados en la coyuntura preelectoral reciente han sido algo as¨ª como mentar la soga en casa del casi ya ahorcado, gritar al lobo, cuando el reba?o est¨¢ ya m¨¢s que diezmado. El lobo feroz son las relaciones de dominio econ¨®mico, pol¨ªtico y social, aunque as¨ª no se mienten.
Pero, repetimos, Zamora no se ha perdido en esta hora. Lleva a?os perdi¨¦ndose, y de ello no son responsables, aunque lo parezcan, sus exportados moradores, ni sus residentes moridores. Ni unos ni otros han contado a la hora de las decisiones y gobierno. La emigraci¨®n y el ahorro no han ca¨ªdo en determinadas y minoritarias capas sociales que, tampoco sufren tan bajo nivel de renta, ni subdesarrollos pol¨ªticos, culturales, u otros. Porque es cierto que decir Zamora, as¨ª, es enunciar una abstracci¨®n que seudodemocratiza las dificultades, resumi¨¦ndolas en una generalidad carente de sujeto responsable. Zamora es Nadie. Pero en Zamora hay clases de zamoranos; algunos de muy distinto nivel de vida. La desigualdad de los hombres y las tierras de Espa?a est¨¢ altamente representada en esta provincia, y se ha ido acrecentando en el tiempo en que se proclamaba y clamaba lo contrario.
El punto anterior quiere poner un marco indicativo sobre la suerte forzada que se precipita contra los peque?os campesinos a quienes acosa una situaci¨®n generalizada en todo el ¨¢mbito espa?ol, manifest¨¢ndose con especial crudeza all¨ª donde es m¨¢s d¨¦bil la estructura socio-productiva.
Pereruela y Moveros.: la agon¨ªa de los alfareros
Los alfareros de esta provincia pueden contarse al fin y al cabo tambi¨¦n como peque?os campesinos, pues son gentes que viven de una forma muy primitiva de industria de la tierra, y hasta comparten la misma vida agraria con el oficio artesano. Nacieron al amparo de una necesidad social y de un modo de vida, y a ella ven vinculada su suerte y dificultades. Plejanov hubiera encontrado en esto buen motivo para afirmar que el arte es un fen¨®meno social en el origen.
Estas ingeniosas industrias del barro, as¨ª como otras de telares, pisones, ace?as y molinos, de las que se guardan vestigios activos en la provincia, testimonian sobre la capacidad creadora popular para instrumentalizar una respuesta en estado de necesidad y aislamiento.
La importancia que la alfarer¨ªa tuviera hasta finales del siglo XIX, en Zamora, se sugiere en las sabrosas l¨ªneas de don Ursicinio Alvarez Mart¨ªnez, en su Historia Civil y Eclesi¨¢stica de la provincia de Zamora (1889): generalizada est¨¢ la fama de los pucheros zamoranos, y en toda labor cer¨¢mica de an¨¢loga condici¨®n se labra con excepcional manera cualquier clase de recipientes de barro: botijos, platos, c¨¢ntaros, tinajas, tapaderas, cazuelas y dem¨¢s enseres del servicio, salen de los hornos zamoranos con ¨²til consistencia y brillante ba?o, que con raz¨®n llaman vidriado, porque, en efecto, vidrio semeja con matices diversos, ya blancos, ya verdes, ya encarnados, azules y otros, cuyos productos van a todas partes con estima.
Pereruela, m¨¢s al Sur, y Moveros, al, Norte de la ? frontera del subdesarrollo? zamorano -zona oeste provincial-, est¨¢n situados sobre, o cerca de, carreteras que conducen a fronteras de paso con Portugal, y nos permitir¨ªan tocar del otro lado en puntos de tanto inter¨¦s como Vila Real y Barcelos, donde las labores cer¨¢micas tienen ya un cu?o industrial y de m¨¢s fina elaboraci¨®n. En ambos pueblos, de Pereruela y Moveros, superviven diferentes modalidades del ejercicio alfarero, que cuenta entre lo m¨¢s primitivo y r¨²stico de tales labranzas.peninsulares, y aun pensamos que del continente. Fuera s¨®lo por esto y ya debieran haber merecido otra suerte de atenci¨®n por parte de aquellos que tantas veces se han llamado guardadores del ser hist¨®rico, de la tradici¨®n. Pero una tradici¨®n de labrantines, ?de veras importa a los guardianes de una cultura de ¨¦lites? Un decreto de julio de 1969 cre¨® la Empresa Nacional de Artesan¨ªa. ?Qu¨¦ asistencia t¨¦cnica, econ¨®mica, comercial y art¨ªstica ha- llegado por esa v¨ªa a estos p¨²blicos de mala muerte y mala suerte?
Pascual Madoz se refiere en su conocido Diccionario, publicado en 1846, a Pereruela, diciendo: a 3 leguas de Zamora, sobre un llano, en la pendiente, 137 vecinos, 666 almas. Industria, la alfarer¨ªa, a la cual se dedican todos los vecinos. El barro para fabricaci¨®n es de tal calidad que m¨¢s se endurece cuanto m¨¢s se tiene en el fuego; por ello son sumamente apreciadas sus basijas que transportan sus naturales hasta el extranjero. De Movveros dice, solamante, quecuenta con 103 almas, y que su industria es la alfarer¨ªa. Ya no son los naturales los que las llevan al extranjero, sino los extranjeros los que llevan las colecciones de sus piezas a los museos etilol¨®gicos y antropol¨®gicos de Hamburgo, Par¨ªs, u otros.
Hoy en d¨ªa ambos pueblos se ejercitan en este arte y oficio de alfarer¨ªa, que con simplicidad y destreza sabe conjugar aquellos cuatro elementos que ya Emp¨¦docles de Agrigento consideraba como ra¨ªces de todas las cosas: agua, fuego, tierra y aire. Enti¨¦ndase el aire tambi¨¦n como forma. Pero ya no se emplean las gentes en tan cuantiosa proporci¨®n. En Pereruela, s¨®lo quedan 14 mujeres y 6 hombres; en Moveros, 10 hombres y 10 mujeres. Y quiz¨¢ es mucho decir. Los hombres cuecen, atizan los hornos y acarrean la hornija (combustible vegetal) y el barro, las mujeres, manejan la rueda y dan forma a las vasijas. El promedio de edad va tambien por arriba de los cincuenta, por lo que siguen igual suerte que el espacio perdi¨¦ndose, de pobres campesinos, en que se hallan alojados.
Mester de alfarer¨ªa y miseria de la filosof¨ªa
Las formas de Pereruela tienen una factura y presencia m¨¢s ruda y primigenia; hay en ellas menos forma, menos representaci¨®n y m¨¢s... existencia. En las de Moveros predomina la gracia y el donaire de manifestarse; son, digamos, m¨¢s esenciales. Ambas nos parecen acoger toques de semejanza con los ¨¢mbitos n.aturales en los que surgen. Porque Sayago es una comarca que est¨¢ ?como? m¨¢s hundida y pegada al declive rocoso de los pr¨®ximos ?arribanzos? del Duero, y Aliste semeja auparse en elegante movimiento de lomas y colinas rosadas hacia espacios m¨¢s celestes y transparentes. S¨ª, la presencia de los paisajes fisicos y humanos parecen reflejarse en la obra alfarera.
Las ferias, denominadas de cer¨¢mica popular, realizadas en Zamora a partir de 1972, abrieron una brecha de claridad en el oscuro dominio de estos primitivos alfareros, que han continuado una tradici¨®n de siglos, pusieron en sus elementales ruedas una ?chispa? de renovada esperanza. Pero implicados en un dinamismo comercial moderno, las desigualitarias consecuencias se reproducir¨ªan pronto, y los precios se sextuplicaban en las tiendas de Santander, Madrid o Barcelona.
Herminio Ramos, que ha trabajado con empe?o en la manifestaci¨®n ferial, termina de publicar un libro sobre las labores alfareras, denomin¨¢ndolas cer¨¢micas vivas, pese a la moribundez de sus manifestaciones. Es un libro que ayuda a sacar del innumerable olvido a tan arcanos y actuales art¨ªfices. Fuera s¨®lo por este m¨¦rito, que otros tiene, y ya ser¨ªa digno de elogio. Mas cuando pone tan repetido ¨¦nfasis en creer que una Escuela de Cer¨¢mica, en Zamora capital, puede ser el ¨²nico remedio a la postergada situaci¨®n, ?no est¨¢ contradiciendo el propio deseo y la com¨²n exigencia de, autenticidad? ?Por qu¨¦ los hombres han de acudir a donde est¨¦ el capital, o la capital? ?Por qu¨¦ la o el capital no acuden donde los hombres se hallan? Y pensando que el mejor capital son ellos mismos, ?por qu¨¦ no intentar una autorrecuperaci¨®n fundada en la asociaci¨®n de los m¨¢s j¨®venes de los lugares, justamente ayudados con las necesarias asistencias t¨¦cnicas, econ¨®micas, art¨ªsticas y comerciales? El cooperativismo alfarero en el origen ser¨ªa viable si se urgieran soluciones sociales y no s¨®lo empresariales,- soluciones tanto para alfarer¨ªa como para las peque?as agriculturas cercanas, a la que ha vivido asociada. Porque la alfarer¨ªa no tiene por qu¨¦ ser s¨®lo decoraci¨®n, y su funci¨®n de uso podr¨ªa recuperarse recobrando otros usos sociales.
Especulaci¨®n y paisaje
Pero cuando el pa¨ªs zamorako, (como tantos otros) se convierte en pa¨ªsaje, merced a los especuladores de la caza-chalet, y para la provincia se siguen proponiendo desarrollos tur¨ªsticos, empresariales, venatorios y venales-triviales; cuando las medidas pro puestas para el desarrollo futuro vienen a resumirse en la asociaci¨®n financiera de empresarios y entidades bancarias (?nunca en la asociaci¨®n de los pueblos?), la tierra, incluida la que utilizan los alfareros, va camino de ser para quien no la trabaja.
Con este escarceo de sugerencias indicamos un puntodebilitado de las pirtes, oficios y econom¨ªas populares. Nuestra raz¨®n, como dice F. Pessoa, acaso es nuestra timidez. Mas no quisi¨¦rarnos renunciar a la esperanza (estar¨ªamos de lleno en el infierno) aunque ya se confundan valor y precio, y estemos en el tiempo de la venalidad universal, o, en t¨¦rminos de econom¨ªa pol¨ªtica, el tiempo en que cada cosa moral o fisica, convertida en valor de cambio, es llevada al mercado para ser apreciada en su m¨¢s justo valor.
-?M¨¢s justo?
-No, simplemente, m¨¢s. Es la miseria de la filosof¨ªa de nuestro tiempo. Y la miseria de la alfarer¨ªa tiene igual precio.
-Porca misseria
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