La obligaci¨®n de la polic¨ªa
EN ESTE pa¨ªs son muchos los problemas que precisan una soluci¨®n urgente. Uno de ellos es el esclarecimiento de la agresi¨®n sufrida por Jaime Blanco, diputado socialista por Santander. No exageramos un adarme el incidente, que es calificable si los hechos se confirman: violencia f¨ªsica y vejaci¨®n moral ejercidas sobre la persona de un diputado, en un cuartelillo y por agentes gubernativos.En los pa¨ªses de r¨¦gimen parlamentario y democr¨¢tico -y el nuestro lo es- un incidente de esta naturaleza arrastra inevitablemente, como una sarta de cerezas, una serie de consecuencias tales como el cese inmediato del gobernador provincial (a quien no exime la ausencia), separaci¨®n del servicio activo de los agentes de orden p¨²blico presuntos autores de la agresi¨®n, hasta el t¨¦rmino de la investigaci¨®n y la encuesta judicial incoada, y comparecencia ante el Congreso del ministro del Interior para dar excusas, suministrar informaci¨®n y garantizar justicia.
La democracia parlamentaria puede tomarse en serio o por sobrepelliz de un r¨¦gimen m¨¢s o menos autoritario. Si se hace lo primero hay que entender cabalmente el respeto inherente a la figura del diputado y la inviolabilidad de su persona, representante del pueblo. Que la autoridad gubernativa ofenda y agreda a un diputado resulta, sencillamente, inconcebible e intolerable.
El caso de Jaime Blanco puede sentar un precedente o motivar el principio del fin de un estado de cosas. Alguno de los dos ministros de la Gobernaci¨®n de la Monarqu¨ªa ha llegado a comentar que ya ten¨ªa trabajo sobrado intentando controlar a la polic¨ªa. Quienes tan severos se han mostrado -y no criticamos su actitud- ante unos polic¨ªas armados y guardias civiles que se manifestaron en reclamo de mejores condiciones de trabajo deben demostrar tambi¨¦n su autoridad cuando la disciplina se rompe por otras costuras. Si los ciudadanos o sus representantes pol¨ªticos son maltratados, en un exceso de celo digno de mejor causa, los responsables merecen un castigo ejemplar.
En un fin de semana no pod¨ªan acumularse m¨¢s desatinos por parte de los funcionarios del se?or Mart¨ªn Villa: violenta dispersi¨®n de los concentrados en las proximidades de Pamplona, carga sobre el Rastro de Madrid y, en un cuartelillo santanderino, el gr¨¢cil apeamiento del Su Se?or¨ªa que merece todo diputado por el apelativo de ?diputado de los maricas? que le han deparado al socialista Jaime Blanco, olvidando que es persona aforada y que una ofensa de este g¨¦nero a un diputado, y por motivos pol¨ªticos, es una falta grav¨ªsima. La polic¨ªa est¨¢ para proteger a los ciudadanos y a sus representantes y defender el orden. Ambos han sido agredidos en Santander.
El Gobierno tiene el deber de explicar y sancionar cuanto antes estas cosas si pretende para s¨ª el respeto que parece no saber garantizar a los ciudadanos.
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