"Novecento", espejo de la vida
Fuera de concurso ha venido hasta las pantallas de San Sebasti¨¢n Novecento, seguramente el filme m¨¢s esperado; excepci¨®n hecha de Este oscuro objeto de deseo, de Bu?uel, que cerrar¨¢ las jornadas del Festival. Presentado hace ya m¨¢s de un a?o en Cannes, caus¨® sensaci¨®n, no s¨®lo por su inspiraci¨®n, imaginaci¨®n y maestr¨ªa, sino tambi¨¦n por los medios puestos a disposici¨®n de Bertolucci gracias a la industria americana, muy lejos de lo que acostumbra el europeo y el italiano en concreto. Se habl¨® entonces de influencias de Visconti, pero es preciso anticipar que el paso de tan breve per¨ªodo de tiempo transcurrido desde entonces y una visi¨®n m¨¢s atenta, viene a poner en evidencia que Bertolucci va m¨¢s all¨¢ que su ilustre compatriota recientemente desaparecido.Se ha dicho que este filme nos acerca al hombre en su condici¨®n de tal, en el tiempo y en el espacio; as¨ª se nos presenta, a finales de siglo, cuando en Italia se enfrentaron utop¨ªas e intereses, antiguos amos de la tierra y aquellos que lucharon por acabar con un estado de cosas hasta entonces considerado inmutable. Unos optaron por conservar sus bienes adecuando su vida a los nuevos tiempos, otros creyeron ¨¦stos superados para siempre, unos y otros a la postre erraron en cierta medida, tal como el filme nos narra entre ecos populares y alguna que otra pincelada cercana al melodrama. As¨ª, la vieja provincia de Emilia vio amanecer un siglo de duras experiencias tr¨¢gicas.
Esta historia, imagen del nacimiento de las nuevas estructuras de un pa¨ªs que muere para renacer otra vez como el curso de las estaciones a lo largo del a?o, aparece dividido, como nadie ignora, en dos partes muy diferenciadas; la ¨²ltima, recientemente revisada por el realizador, debido a exigencias de metraje. Unidas ambas, su dial¨¦ctica alcanza un sentido mayor, una m¨²ltiple visi¨®n melanc¨®lica de anhelo y frustraci¨®n que viene a resultar amargo espejo de la vida. La atenci¨®n o, por mejor decirlo, la pasi¨®n por el paisaje, la profundidad de los personajes, incluso la forma de presentar la violencia de los medios rurales, no salvan, sin embargo, al filme en su segunda mitad de alg¨²n que otro tiempo muerto y las consabidas concesiones er¨®ticas, m¨¢s notorias a¨²n al dividir la historia.
Canto social de un tiempo que se fue y en cierto modo se halla presente todav¨ªa y a la vez honda meditaci¨®n de un marxista burgu¨¦s a su manera, la riqueza del Novecento es tal y a tan distintos niveles, que ser¨¢ preciso volver sobre esta obra excepcional, m¨¢s reposadamente, en ocasi¨®n de su estreno en Espa?a para un p¨²blico. menos restringido. Pues su historia, su moraleja, si se quiere, su belleza y la verdad que presenta no escapa a nadie, ni al espectador habitual de las salas de ensayo, ni al que contempla el cine m¨¢s all¨¢ de cualquier prevenci¨®n o prejuicio. A unos y otros habla el autor. Por encima de sus muchos valores, ese es en definitiva su m¨¦rito m¨¢ximo. La raz¨®n de su evidente grandeza.
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