Revelación de un violinista chino en el concurso Reina Sofía
De nuevo el Teatro Real se llenó para presenciar la prueba con orquesta, en la modalidad de violín, del Concurso Internacional Reina Sofía. Con la Orquesta de RTVE dirigida por Enrique García Asensio.Tres jóvenes violinistas se disputaban el primero y segundo premios, dotados con 500.000 y 300.000 pesetas. Pero al término de la prueba el jurado decidió, en vista de la calidad de los tres finalistas, solicitar de Radio Nacional la creación de un tercer premio de 100.000 pesetas, que correspondió a la violinista japonesa Mifune Suji.
Como había ocurrido en la final de piano, donde se oyeron cuatro conciertos románticos, en ésta fueron tres los interpretados. El primero, de Paganini (1811); el tercero, de Saint-Sa?ns (1880), y el de Tchaikovsky (1881).
No tuvo que pensar mucho el jurado para decidir el primer premio. Sobre el escenario del Real surgió el fenómeno, un muchacho de diecisiete a?os, llamado Chu-Liang Lin, nacido en Formosa, y que tiene el sonido, la técnica, la musicalidad de un maestro consumado. Su versión del virtuosístico Concierto en si menor, op. 61, que Saint Sa?ns escribiera para nuestro compatriota Pablo Sarasate, alcanzó en el violín del joven chino calidades que envidiarían muchos célebres profesionales. El equilibrio interpretativo, la perfecta afinación, la elegancia en el fraseo, sorprendieron al auditorio que no había escuchado las fulgurantes interpretaciones de Chu-Liang Lin en las pruebas eliminatorias.
El espa?ol Angel Jesús García Martín, de cuyos orígenes el programa de mano sólo nos dice que nació en Aldeanueva el a?o 1947 (hay unos quince pueblos con ese nombre en Espa?a), demostró ser un violinista de buena clase en su versión del Concierto en re mayor, op. 6, de Paganini, que abrió la velada. Pero García Martín, que ha sido konzertmeister en Stuttgart y ahora trabaja en la Filarmónica de Münich, se equivocó eligiendo un concierto tan superficial y circense. No pudo con algunas dificultades técnicas y tuvo problemas de afinación. Me pareció además un artista un poco frío. Constatemos en su favor que el sonido fue bonito y la interpretación, en general, de gran finura y sensibilidad, lo que se apreció mejor en los pocos pasajes cantábiles del concierto.
En cuanto a la japonesa Mifune Tsuji, que actuó en último lugar, sufrió los embates de unos nervios desatados, lo que no impidió tocase con verdadero empuje, atacando con pasión y recorriendo sin miedo los violinísticamente intrincados caminos del Concierto en re mayor, op. 35, de Tchaikovsky. Sin embargo, a veces, no consiguió salvar con pulcritud muchos momentos difíciles, en especial en el allegro moderato.
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