?Se sabe algo de la Moncloa?
Pleno del CongresoA estas alturas, despu¨¦s de tres meses de Parlamento, ya hay al menos una cosa clara: al establishment le horroriza la est¨¦tica del grito, el sistema aborrece con toda profundidad la pol¨ªtica convertida en espect¨¢culo, entre una parte de la opini¨®n p¨²blica existe un rechazo, un tic de gato escaldado frente a la palabra viva, usada en forma de l¨¢tigo, acusaci¨®n. esc¨¢ndalo, denuncia, moci¨®n o censura. He aqu¨ª una sensaci¨®n antigua: la pol¨ªtica es algo muy serio, cosa de t¨¦cnicos, material para expertos que guardan la receta de las curaciones en un cofre antiguo ungido como el cr¨¢neo de Saul, de modo que hagan ustedes el favor de no gritar porque aqu¨ª al lado hay un enfermo. Y adem¨¢s est¨¢n pactando en la Moncloa.Quienes esperaban que las Cortes iban a ser una catarsis verbal y que los nuevos profetas airados terminar¨ªan diariamente las sesiones con la yugular encendida y sudada est¨¢n equivocados. En esta situaci¨®n, los profetas parlamentar¨ªos tienen el porvenir bastante deteriorado, si no toman antes unas clases de preceptiva. La ira est¨¢ prohibida. El libro del Apocalipsis ha sido censurado en secretar¨ªa.
Mientras las C¨¢maras aprueban hoy su Reglamento v se constituven definitivamente y Pen¨¦lope sigue tejiendo la Constituci¨®n en una alcoba alcanforada, los graves problemas y soluciones del pa¨ªs toman, un aire urgente y extraparlamentario. Para formalizar el pacto pol¨ªtico y econ¨®mico con el Gobierno, el presidente Su¨¢rez ha llamado a los responsables de los partidos, que han salido, en direcci¨®n de la Moncloa por la puerta falsa de las Cortes, dejando dentro a los se?ores diputados afanados en trabajos internos imprescindibles, pero subsidiarios. Es como si existiera la creencia de que, para remediar este famoso caso, hubiera demasiada gente en el hemiciclo, esos entes con sansonite que acaban de llegar de provincias felices y curiosos.
Sin duda, la gravedad de la situaci¨®n exige que ese pacto con el Gobierno sea llevado con rigor tambi¨¦n es posible que los sobresaltos verbales, y, los arc¨¢ngeles blasfemos est¨¦n ya pasados de moda y que no sean oportunos en este periodo de convalecencia, pero yo me limito a se?alar un dato: el Parlamento est¨¢ siendo sometido a un proceso de enfriamiento, alguien ha dado la orden all¨ª dentro de que pongan sanguijuelas a los que tienen fiebre, y que este camino, que pasa por el serpent¨ªn de la nevera, es el m¨¢s apropiado para convertir las Cortes en una asamblea consultiva.
No hay m¨¢s que darse una vuelta por los a?os para notar en seguida la brisa del frigor¨ªfico. El Senado discute la cuesti¨®n de incompatibilidades, el Congreso aprueba art¨ªculos de su Reglamento, se debaten las enmiendas, se votayacon mando a distancia dando un pescoz¨®n electr¨®nico a la llave del respaldo. Las Cortes estaban hoy llenas, atareadas y gan¨¢ndose leg¨ªtimamente el sueldo. Pero el pensamiento de todos andaba lejos, colocado en el puesto que tengo all¨ª. En los pasillos se hab¨ªa solidificado la m¨ªstica del pacto de la Moncloa y los diputados desgranaban su Reglamento interpolando versos sonoros, vivo sin vivir en m¨ª, muero porque no muero.
Lo m¨¢s importante hoy en las Cortes ha sido lo que ha sucedido en la Moncloa. Sesiones como esta son las que sin duda le gustan al Gobierno, los padres de La Patria dentro de una intimidad t¨¦cnica y envasada, entretenidos grabando m¨²sica, un sintetizador bien temperado, filigranas del Reglamento, encaje de semifusas en el debate de las enmiendas. Algunos diputados trabajan mucho, eso es evidente; y otros, al menos, saben sentarse con mucha autoridad en el esca?o. Algo es algo. Pero hoy el interrogatorio a la esfinge era otro: ?Se sabe algo de la Moncloa?
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