Democracia y socialismo
Todo lenguaje nos precede; de all¨ª su carga onerosa y desafiante. Sobre todo cuando, hist¨®ricamente, la precedencia se acent¨²a con el traslado. Hijos de Espa?a por parte de padre, nos encontramos despu¨¦s de los desastres de la guerra civil en la misma orilla que los espa?oles: la de la orfandad. La generaci¨®n de novelistas espa?oles que creci¨® bajo el fascismo -Ferlosio, Mart¨ªn Santos, Garc¨ªa Hortelano, Juan y Luis Goytisolo, Benet, Mars¨¦- se reconoci¨® en nosotros, como nosotros en ellos: hu¨¦rfanos todos, hermanos todos, desconcertados todos frente a la agon¨ªa de nuestras sociedades y la enajenaci¨®n de nuestros medios de expresi¨®n.Memorablemente, Juan Goytisolo ha escrito: ?Podemos hablar de idiomas ocupados como hablamos de pa¨ªses ocupados?. La tragedia espa?ola nos permiti¨® darnos cuenta de que la lengua espa?ola hab¨ªa sido ocupada durante m¨¢s de dos siglos por los sacerdotes de la ret¨®rica, las v¨ªrgenes de la Real Academia y los exorcistas de la herej¨ªa sexual, religiosa o pol¨ªtica.
Con las dos mitades de Espa?a -la exilada y la encerrada- hicimos el recuento de nuestro fracaso hist¨®rico com¨²n y nos unimos en la empresa literaria com¨²n de demolir para construir, ensuciar para limpiar y abolir el Mar Oc¨¦ano para que los gallinazos literarios sobrevolasen a las carabelas que ahora, cuando Espa?a vuelve a ser libre, har¨¢n el trayecto de ?da y vuelta. Ya no habr¨¢ literatura hispanoamericana que pueda excluir a Espa?a misma, so pena de mutilar nuestra civilizaci¨®n com¨²n.
?Cu¨¢l ser¨¢ el destino de esa civilizaci¨®n com¨²n, cu¨¢l el tipo de sociedad en el que nuestras tareas de escritores habr¨¢n de cumplirse?
Voy a rogarles unos cuantos minutos de su atenci¨®n para intentar una respuesta personal a estas preguntas. Nunca he escrito un libro sin pensar en la sociedad que deseo y en la civilizaci¨®n que s¨®lo puede heredar si la creo y la recreo.
La medida de una civilizaci¨®n, ha escrito el poeta Auden, es el grado de unidad que retiene y el grado de. diversidad que promueve. Y Paul Val¨¦ry, famosamente, dijo que las civilizaciones, al cabo, se saben mortales.
Difiero matizadamente: las civilizaciones no son mortales, lo es el poder que transitoriamente las representa.
Es mortal la civilizaci¨®n que se somete o es obligada a someterse al poder.
Perviven los poderes que saben integrarse a la civilizaci¨®n.
En el primer caso, el poder arrastra a la civilizaci¨®n a una tumba de chatarra: cadenas y sables son su monumento helado.
En el segundo, la civilizaci¨®n renueva sus poderes. Empleo intencionalmente el plural. El verdadero poder civilizado es el que coexiste con los poderes plurales de la sociedad y el proceso mismo de la cultura consiste en transformar, paulatina o radicalmente, el poder en los poderes.
Poder del individuo, s¨ª, y de los derechos humanos que las revoluciones burguesas, por m¨¢s que los hayan desvirtuado, ganaron para todos los hombres y mujeres.
Poder de la colectividad, s¨ª, para eliminar la explotaci¨®n pero no para sustituirla por otra que, al anular los derechos individuales de opini¨®n, reuni¨®n, palabra, disidencia, anula tambi¨¦n su propia raz¨®n dial¨¦ctica y convierte a la historia que pretende encarnar en confrontaci¨®n, ciega e inm¨®vil, entre el desamparo atomizado de individuos sin colectividad y el desamparo monol¨ªtico de colectividad sin individuos.
La democracia y el socialismo son otra cosa y son inseparables.
La democracia sin dimensi¨®n colectiva es tan enga?osa como el socialismo sin dimensi¨®n individual. La democracia socialista es la que integra los derechos individuales y los derechos colectivos como ejercicio activo de la civilizaci¨®n, incluyendo la posibilidad del instante revolucionario de una civilizaci¨®n: o se asumen todas las libertades ganadas, enunciadas y deseadas por el pasado, o se sacrifica tanto a la revoluci¨®n como a la civilizaci¨®n.
Democracia y socialismo son pluralidad de poderes: poder del obrero en su empresa, poder del campesino en su tierra, poder del estudiante en su casa de estudios y poder del maestro en su escuela, poder del profesionista en su tarea social, poder del hombre de ciencia en su laboratorio, poder del periodista en su redacci¨®n, poder del artista en su taller, del cineasta en su pantalla, del hombre de teatro en su escenario y del escritor en su mesa de trabajo.
Poder para todos, menos para los explotadores. Libertad para todo, menos para oprimir.
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