El poder del Estado
La democracia del futuro no podr¨¢ limitarse a la representaci¨®n delegada, sin duda v¨¢lida e indispensable; deber¨¢ extenderse a y ejercerse en los, lugares mismos del trabajo de cada uno, dentro de normas de autogesti¨®n y descentralizaci¨®n crecientes y con medios de organizaci¨®n, defensa y publicidad propios.Sin embargo, esta sociedad humana que avizoro hoy, la deseo para nosotros, aqu¨ª, en la Am¨¦rica Latina, y como latinoamericano no puedo hacer caso omiso del problema del poder del Estado. Un alud de circunstancias han impedido que los pa¨ªses de la Am¨¦rica espa?ola, francesa y portuguesa, adquieran el rango pleno de la naci¨®n-Estado alcanzado, digamos, por Francia o Inglaterra. En camibio, ese estadio comienza a ser superado globalmente por imperativos econ¨®micos, pol¨ªticos y tecnol¨®gicos que convenimos en llamar el estadio de la interdependencia. Mi pregunta es ¨¦sta: ?Puede haber interdependencia entre fuertes y d¨¦biles, entre lobos y corderos?
Un Estado nacional
S¨®lo concibo un verdadero orden de interdependencia: el de la interdependencia entre independientes. De all¨ª el car¨¢cter indis pensable, en sociedades como las nuestras, de un Estado nacional viable que represente al centro aut¨®nomo de decisiones -vale decir, de resistencia-, sin el cual ser¨ªamos presas a¨²n m¨¢s f¨¢ciles e inmediatas de los oligopolios transnacionales que primero dictaron la ley de lajungla econ¨®mica, enseguida prosperaron con ella, y al cabo desataron la crisis, que es su pecado exportable a la periferia dependiente, pero que ser¨¢ tam bi¨¦n la penitencia de su Misma culpa.
Luchamos por un nuevo orden econ¨®mico internacional y pocos estadistas, como los venezolanos y mexicanos, han sabido encauzar ese esfuerzo con mayor energ¨ªa y reflexi¨®n. Pero debemos crear tambi¨¦n, dentro de cada uno de nuestros pa¨ªses, el orden dejusticia que reclamamos internacionalmente.
Todo lo dicho nos propone un desaf¨ªo que no quiero soslayar: el de la coexistencia, en la Am¨¦rica latina, de Estados nacionales viables con la suma de poderes soci¨¢les que, limitando democr¨¢ticamente al Estado en lo interno, en realidad lo fortalecen en lo externo. No hay Estado m¨¢s d¨¦bil que el que carece de ciudadanos libres.
Botas y cerrojos
Semejante armon¨ªa, resulta dif¨ªcil de concebir en un continente mayoritariamente aplastado por botas y cerrojos. No obstante, el desaf¨ªo persiste y no se evap orar¨¢, a menos que nos resignemos a morir ahogados por la marea ascendente de los fascismos criollos.
Hablo como escritor, no como pol¨ªtico. Me preocupa.la sociedad en la que escribo y en la que vivir¨¢n mis hijos. No convoco u?a ilusi¨®n, sino apenas una esperanza concreta: que la Am¨¦rica latina sea la portadora de un futuro social humano en el que los Estados nacionales acaben de integrarse gracias a la fuerza de los poderes sociales, y que ¨¦stos puedan desarrollarse respetados por Estados nacionales que sirvan de escudo a nuestro desarrollo independiente. Tales ser¨ªan las caracter¨ªsticas de un latinosocialismo. La alternativa es la postraci¨®n y, acaso, la agon¨ªa.
Creo que los escritores no podemos ser ajenos a estas preocupaciones. En realidad, ellas se encuentran ¨ªntimamente ligadas a nuestro quehacer y se le asemejan. Igual que la obra literaria, el desarrollo social no se gana ni en la resignaci¨®n embrutecedora, ni en el apocalipsis instant¨¢neo. Son resultado de la paciencia, el trabajo, la conquista diaria de hechos y derechos.
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