Seis artistas valencianos
Resulta a menudo peligroso aventurar hoy la existencia de elementos comunes en la producci¨®n art¨ªstica de una regi¨®n determinada, sin pensar que pueda cegarnos en ello la pasi¨®n, favorable o adversa, hacia el terru?o en cuesti¨®n. Los varios avatares que han hecho oscilar hist¨®ricamente la voluntad de las vanguardias locales hacia opciones nacionalistas o internacionalistas no sirven de ayuda en una ¨¦poca, como la nuestra, en la que los medios de comunicaci¨®n han permitido compartir vicios y virtudes de las diversas tendencias nacientes a individuos radicados en coordinadas geogr¨¢ficas dispares.Sin embargo, la identidad cultural que el siglo posibilita o, a veces, descaradamente impone, no agota, ni debiera agotar, el problema. Buen ejemplo del asunto lo ofrece la muestra colectiva presentada por seis j¨®venes artistas valencianos en la galer¨ªa Sen. Si por lo com¨²n tal tipo de celebraciones m¨¢s parecen caj¨®n desastre que otra cosa, esta vez el car¨¢cter unitario que el buen ensamblaje de las partes permite nos hace pensar en que las motivaciones exceden al mero ¨¢mbito accidental de la partida de nacimiento. Bien pudi¨¦ramos zanjar la cuesti¨®n aduciendo que se trata de la existencia de un grupo compacto con ¨¢nimo de dar la batalla conjunta sobre los presupuestos de un programa definido. ?Nada m¨¢s lejano de la diana! Y supongo que los seis artistas en cuesti¨®n habr¨ªan de ser los primeros en poner el grito en el cielo ante tama?a afirmaci¨®n. Si existe un cierto aire de familia com¨²n a todos ellos, y esto creo es indudable, se trata de algo ajeno a toda intencionalidad program¨¢tica. Y esa ligera semejanza que parece flotar entre obras tan dispares en lo que relaciona a los aqu¨ª presentes con otro ¨¢mbito de fen¨®menos. No me refiero, por supuesto, a algunas imponderables ausencias, ajenas a la voluntad de la empresa, de las que los propios participantes se lamentaban, sino a algo mucho m¨¢s amplio.
Seis artistas valencianos
Galer¨ªa Sen. C/ N¨²?ez de Balboa, 37.
Ser¨ªa preciso hacer un estudio en profundidad, nada serio por supuesto, de las peculiaridades de la est¨¦tica popular valenciana, sobre todo en lo tocante a sus ejemplificaciones m¨¢s modernas. Desde el t¨®pico fallero o la exhuberancia de la cer¨¢mica hasta la arquitectura popular que en barrios como en el de la Malvarrosa hace a veces gala de una imaginaci¨®n desbordante, el universo formal valenciano debe entrar hoy en un per¨ªodo de revisi¨®n. Si la historia de los tribunales del gusto ha condenado tradicionalmente todos esos elementos al, actualmente espinoso ¨¢mbito de lo kitsch, las sucesivas derrotas de muchos de los ideales est¨¦ticos de la modernidad han dado al traste con las viejas condenas elitistas hacia la producci¨®n delirante de objetos por parte de las industrias populares. Y de ese modo cambian de rumbo nuestros amores.
El entronque de estos j¨®venes que ahora nos ocupan, con elementos de la f¨¦rtil tradici¨®n en la que se insertan, no responde, sin embargo, a un simple juego de transposiciones. No hay, en ning¨²n caso, una traducci¨®n literal sino algo que podr¨ªamos definir como una relaci¨®n de simpat¨ªa. Es, m¨¢s bien, el desenfado, el esp¨ªritu festivo, ir¨®nico e imp¨²dico de las producciones populares modernas lo que se trasluce en un a modo de juego de complicidades. Este afecto por un entorno formal determinado es lo que, a mi juicio, confiere unidad a los aparentemente muy dispares trabajos de Carmen y Javier Calvo, Angela Garc¨ªa, Gabriel Gomis, Miquel Navarro y Rosa Torres. Y en ello radica el inter¨¦s de la muestra por encima de la mera presentaci¨®n de un cierto n¨²mero de artistas for¨¢neos en nuestro coso. Si despu¨¦s alguien se detiene en dilucidar si hay entre ellos quien est¨¢ m¨¢s o menos ?hecho?, quien sigue una v¨ªa particular de mayor o menor inter¨¦s, no har¨¢ sino equivocar el problema.
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