Las islas desafortunadas
AL MENOS dos ministros de Franco, en visita oficial a Canarias, aseguraron en entrevistas radiadas que llevar¨ªan a Espa?a las aspiraciones del pueblo canario. Esta an¨¦cdota, ver¨ªdica, entra?a algo m¨¢s que un lapsus linguae: revela en toda su crudeza el olvido, la dejadez, la mentalidad incre¨ªblemente colonialista con que el archipi¨¦lago canario ha sido tratado por el poder central de Madrid.Para la mayor¨ªa de los peninsulares, las Canarias son una mezcla de Hong-Kong y de islas Hawaii, en el Atl¨¢ntico: de una parte, whisky barato y genuino, gasolina a bajo precio, autom¨®viles japoneses sin arancel y toda la gama de posibilidades que ofrece el para¨ªso consumista de los puertos francos; de otra parte, el clima paradis¨ªaco, exultantes, estad¨ªsticas acerca de las horas de luz solar por a?o, paisajes ex¨®ticos y hasta mujeres hermosas. En definitiva: las islas afortunadas.
Pero la realidad, a¨²n ignorada en gran medida, es que el eslogan tur¨ªstico de islas afortunadas encierra un sarcasmo presumiblemente inconsciente, pero cruel. Las islas afortunadas copan los ¨ªndices estad¨ªsticos m¨¢s detestables. Y a¨²n peor; en ciertos temas o sectores, esa regi¨®n, dividida en dos provincias por Miguel Primo de Rivera con un mapa y un l¨¢piz sobre la mesa, ofrece la m¨¢s baja fiabilidad estad¨ªstica del Estado espa?ol. A¨²n as¨ª puede afirmarse que las afortunadas Canarias gozan de los mayores ¨ªndices de analfabetismo, de mortalidad infantil, de natalidad, de emigraci¨®n (la segunda ciudad canaria es Caracas: 300.000 emigrados), de chabolismo, de paro o de empleo en el sector servicios.
Las afortunadas Canarias, no afectadas b¨¦licamente por la guerra civil, sufrieron uno de los m¨¢s altos niveles de represi¨®n pol¨ªtica y f¨ªsica desde el mismo comienzo del conflicto. El archipi¨¦lago ha sido sumido por la oligarqu¨ªa local y los intereses econ¨®micos monopolistas de la Pen¨ªnsula, primero en el bicultivo y despu¨¦s en el, monocultivo del turista. Y, as¨ª, los espa?oles que tengan algo m¨¢s que un inter¨¦s folkl¨®rico por esta regi¨®n, pueden encontrarse al visitarla con la ¨²ltima aparcer¨ªa de r¨¦gimen medieval que subsiste en Espa?a (la del tomate canario) y con la paulatina y sesuda transformaci¨®n de un pueblo en una raza de camareros y alba?iles.
Canarias, en verdad, ha sido maltratada pol¨ªtica, social y econ¨®micamente; y hasta ha tenido mala suerte hist¨®rica. El inter¨¦s y el ego¨ªsmo de unos pocos canarios y de unos pocos godos (tal como los canarios designan a los peninsulares) ha metido a la regi¨®n en un callej¨®n sin otras salidas que las quir¨²rgicas. Y tambi¨¦n la historia -repetimos- dio su espalda al ¨²nico pueblo -el guanche- aniquilado por la conquista del Imperio. Hasta Cort¨¦s tuvo por amante a una azteca. Empero, Bethencourt y sus seguidores arrasaron un pueblo, un idioma, una cultura como la guanche, que ahora ya no. es materia para el atril de los eruditos, sino simple enigma hist¨®rico. Un pueblo que momificaba a sus muertos (el tercero junto con el egipcio y el inca), que siendo insular ignoraba la nataci¨®n y la navegaci¨®n, con un sistema de comunicaci¨®n por silbidos peculiar¨ªsimo y con caracteres de altivez y nobleza nada desde?ables.
La ignorancia de muchos espa?oles y muchos canarios sobre esta regi¨®n llega a extremos tales como tener por tipo guanche a hombres de escasa estatura, tez cetrina y pelo crespo y a mujeres morenas, de caderas anchas y piel atezada. Cuando el pueblo guanche -seg¨²n los pocos datos accesibles- constituy¨®, probablemente, una etnia de seres finos, excepcionalmente altos, rubios y de ojos claros. Ha venido a tenerse por guanche la gota de sangre ¨¢rabe mezclada con la poblaci¨®n de origen peninsular.
No son datos balad¨ªes los expuestos anteriormente. Este peri¨®dico ya expuso ayer la estimaci¨®n que editorialmente le merec¨ªa la pol¨ªtica de orden p¨²blico que se est¨¢ siguiendo y que acaba de deparar un estudiante muerto en La Laguna y dos polic¨ªas heridos por presuntos independentistas canarios. En las p¨¢ginas de Econom¨ªa de EL PA?S encontrar¨¢ el lector el comienzo de una serie de reportajes sobre los problemas de infraestructura de las islas. Pero tardar¨¢ en ser suficiente el nivel de informaci¨®n que se facilite a todo el pa¨ªs sobre la regi¨®n espa?ola por antonomasia: ni m¨¢s ni menos que ubicada a m¨¢s de 2.000 kil¨®metros de las costas peninsulares y en un entorno africano. Con el conflicto saharaui en sus mismas puertas y, todav¨ªa, objeto de una de las pol¨ªticas regionalistas peor llevadas y peor entendidas por el Gobierno del Estado.
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