El drama del campo
Miembro del Consejo Superior de Agricultura
No se necesita cargar las tintas en los titulares para ser conscientes de la delicada y dif¨ªcil situaci¨®n que atraviesa el sector agrario. La situaci¨®n no es nueva para esos m¨¢s de ocho millones de espa?oles que pueblan el medio rural, para esos m¨¢s de tres millones que constituyen la poblaci¨®n activa agraria. La problem¨¢tica tambi¨¦n es antigua, la soledad de los titulares de Agricultura para llevar adelante sus propuestas es algo tradicional aqu¨ª y en todas las partes del mundo.
En estos momentos la situaci¨®n socioecon¨®mica es dificil y grave, y en mayor medida para el campo. Y todav¨ªa es mucho m¨¢s doloroso si se tiene en cuenta que han transcurrido pocos meses de las primeras elecciones democr¨¢ticas, donde se cansaron de escuchar a los partidos pol¨ªticos toda clase de promesas y hasta se creyeron el horizonte rosa que se les pintaba.
La insolidaridad
No puede echarse toda la culpa a lo que ya es tradicional en la actividad agraria, es decir, a la insolidaridad del campo, al aislamiento que hace que sus reivindicaciones carezcan de fuerza, a la situaci¨®n secular de abandono en que se encuentran, sino que, en parte, son responsables de la situaci¨®n que atraviesan, ya que en las pasadas elecciones se dejaron manejar por quienes, atendiendo a t¨¢cticas caciquiles y apelando a los elementos m¨¢s susceptibles de presionar, lograron canalizar el voto del campo para sus intereses pol¨ªticos, precisamente quienes una vez finalizadas las elecciones no tardaron en olvidar sus promesas, por estar en la seguridad, en la confianza, de que, por mucho que se margine y se humille a los agricultores, ¨¦stos, en la pr¨®xima contienda electoral, volver¨¢n a votarles.
As¨ª no resulta extra?o comprobar que una cosa es el objetivo del pacto de la Moncloa, conseguir que el coste de la grave situaci¨®n socioecon¨®mica se reparta justamente entre todos los espa?oles, y otra, c¨®mo se lleva adelante por los responsables, a quienes les resulta m¨¢s c¨®modo cargarlo sobre los sectores incapaces de organizarse para protestar y reclamar en justicia lo que les corresponde. Y, precisamente, uno de estos sectores es el agrario.
De lo recogido en el pacto de la Moncloa no es de esperar mucho a la hora de su articulaci¨®n, pese a los esfuerzos que lleve a cabo el equipo del departamento agrario, y de los beneficiosos efectos sociales que podr¨ªan lograrse a trav¨¦s de avanzadas leyes de arrendamientos, cooperativas, seguros y reforma agraria, ya que la composici¨®n de la C¨¢mara Legislativa as¨ª lo hace suponer. Pero, dejando las especulaciones y entrando en el terreno de lo concreto, analicemos lo que, hasta ahora, ha tenido traducci¨®n efectiva.
Desde el punto de vista presupuestario, el trato dado al sector agrario es indignante; no s¨®lo no ha aumentado la atenci¨®n del sector p¨²blico al campo en el mismo porcentaje en que se ha incrementado el Presupuesto de 1978 sobre el de 1977, que ya de por s¨ª ser¨ªa injusto para este sector deprimido, sino que las inversiones p¨²blicas agrarias en 1978, aunque los precios durante todo el a?o no se modificasen (quimera inalcanzable), ser¨ªan inferiores en m¨¢s de un 30% a las de 1977, pese a ese ?regalo? de ¨²ltima hora de incrementar las cifras en 2.000 millones con financiaci¨®n anterior.
Situaci¨®n decepcionante
Desde el punto de vista de precios y comercializaci¨®n, la situaci¨®n todav¨ªa es m¨¢s decepcionante.
Basta seguir la prensa y leer con inter¨¦s los temas que van a ser considerados por el Consejo de Ministros, a propuesta del FORPPA, y lo que resulta aprobado. Puede as¨ª comprenderse y adivinarse la falta de apoyo al Departamento de Agricultura, que tiene que conformarse con ver modificadas sus propuestas probablemente por una r¨ªgida interpretaci¨®n del pacto de la Moncloa. Y quien lo paga es el agricultor y el ganadero. Quien lo sufre es el campo.
Mientras, el sindicalismo agrario sigue sin organizarse, las distintas organizaciones surgidas no terminan de ponerse de acuerdo, se empe?an en poner el norte de sus actuaciones en instancias que no se solidarizan con sus pretensiones. Y en esta situaci¨®n, pr¨®ximamente ser¨¢n discutidos el conjunto de los nuevos precios agrarios y s¨®lo el acuerdo de todas las organizaciones sindicales agrarias en apoyo de una propuesta que resulte satisfactoria para el sector, en este a?o dif¨ªcil, podr¨¢ cambiar la actual situaci¨®n cr¨ªtica de la agricultura.
Algo m¨¢s que cambios
Hay que acallar las voces de quienes creen que la soluci¨®n consiste en cambiar peri¨®dicamente los equipos directivos del Departamento agrario. La experiencia de los ¨²ltimos a?os demuestra que equipos formados por profesionales cualificados no han podido resolver la situaci¨®n del sector agrario, y ello es debido a que s¨®lo con las instancias del Departamento es imposible afrontar los graves problemas del sector, por carecer de medios y competencias para ello.
Si el sindicalismo agrario y la Administraci¨®n no toman conciencia de abordar los problemas conjuntamente, con mutuo apoyo y con generosidad, la situaci¨®n del campo seguir¨¢ agrav¨¢ndose, y llegar¨¢ el momento que, de tanto estirar la cuerda, se rompa. Cuando el sufrido campesino y ganadero termine por explotar y abandone la actividad, como no sean sustituidos al frente del arado o del tractor por quienes son responsables de su situaci¨®n, ?de qu¨¦ comer¨¢n los espa?oles?
No debe ser necesario llegar a esa situaci¨®n para que los agricultores dejen de ser espa?oles de segunda clase, y es de esperar que meditar¨¢n m¨¢s su voto en el futuro para hacerlo posible.
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