Mozart y Mahler, en los conciertos de la Orquesta Nacional
Programa de repertorio el de la Orquesta Nacional. Primero, el formidable concierto en re menor para piano y orquesta de Mozart, obra especialmente madura dentro del Mozart m¨¢s profundo, clasicismo que se trasciende a s¨ª mismo sin de arde serlo, antecedente de tanta m¨²sica.El prestigioso pianista Rudolf Buchbinder se nos mostr¨® una vez m¨¢s como m¨²sico de preciosa t¨¦cnica, exacta, transparente y flexible; su sonido es exquisitamente mesurado, la igualdad perfecta y el matiz cuidado. Por otro lado, su Mozart es correcto, flexible, sobrio -lejos siempre de la afectaci¨®n-, con momentos muy bellos como la exposici¨®n del tema de la romanze, delicadamente sereno... Y, sin embargo, algo le falta al Mozart que escuchamos.
El afirmar que este concierto es ?beethoveniano? -todo lo entrecomillado que se quiera-, no es una opini¨®n personal, sino algo generalmente aceptado; esto no quita para que pueda y deba ser admitida una interpretaci¨®n que se aleje de esto. Sin embargo, no falt¨® energ¨ªa; lo que echamos en falta fue tensi¨®n o, mejor, contraste de tensiones.
Toda m¨²sica se puede interpretar con unas tensiones poco acentuadas, que, por cierto, suelen ser, doblemente eficaces al bajar el umbral de sensibilidad del oyente; pero lo que no debe ocurrir es que las tensiones desaparezcan. Pongamos un ejemplo: el segundo episodio de la romanze es en s¨ª mismo un punto de tensi¨®n que funciona como contraste de la serenidad del tema, y esto est¨¢ indicado por Mozart r¨ªtmica, arm¨®nica y din¨¢micamente. Un contraste peque¨¢ o es inatacable, pero ?se puede realmente pasar por alto? Algo parecido podr¨ªamos decir de las repeticiones modulantes de los motivos, del re mayor de la coda... Por ello, el Mozart de Buchbinder es tan correcto como literal. Eliahu Inbal acompa?¨® con criterios m¨¢s superficiales que los del solista, en¨¦rgico, pero falto de respiraci¨®n, demasiado fuerte la orquesta en todo momento.
En la Primera, de Mahler, Inbal se mostr¨® como el director inteligente y eficaz que es sin duda. Su Mahler posee numerosos aciertos, es vital, en¨¦rgico, un poco exaltado; sabe encontrar la iron¨ªa del tercer tiempo, o del tr¨ªo del scherzo... Si esa iron¨ªa fuera parad¨®jicamente unida a un lirismo sincero, se alcanzar¨ªa lo grotesco, una de las claves de la desolaci¨®n mahleriana. Por otro lado, Inbal, con gran fidelidad a la obra, la enfoca virtuos¨ªsticamente y no se puede entender a Mahler sin pensar en el director de orquesta. Aunque los resultados en ese sentido fueron buenos, creo que se podr¨ªa haber depurado el aspecto sonoro. Orquesta y director obtuvieron un, ¨¦xito justamente clamoroso.
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