Teolog¨ªa y revoluci¨®n ¨¦tica
Despu¨¦s de su obra Elogio de la encina, impresionante testimonio de la teolog¨ªa de la esperanza atemperada por la fe, Gonz¨¢lez de Cardedal, el eminente te¨®logo, en este ¨²ltimo libro se ocupa de las dif¨ªciles y problem¨¢ticas relaciones entre la religi¨®n y la ¨¦tica. Comienza por situarnos en la realidad espa?ola: la posesi¨®n de la verdad absoluta de la religi¨®n cat¨®lica garantizaba, por s¨ª misma, la m¨¢s completa moralidad. Claro est¨¢, se observaban desviaciones morales, que se atribu¨ªan a flaquezas de la condici¨®n humana. Pero he aqu¨ª que se descubre con sorpresa que hay varones de ejemplar conducta, casi santos laicos, como Giner de los R¨ªos, Castillejo y otros venerables maestros de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, que no son esp¨ªritus religiosos. M¨¢s tarde, bajo un s¨®lido dogmatismo religioso durante el franquismo, nos se?ala Gonz¨¢lez de Cardedal, se lleva a cabo la m¨¢s completa obra de desmoralizaci¨®n colectiva que ha sufrido el pueblo espa?ol. Por esta raz¨®n es necesario deslindar la esfera de la religi¨®n de la ¨¦tica.Lo espec¨ªficamente religioso, seg¨²n el autor, es un acto existencial y concreto, un situarse frente a Dios o, como dec¨ªa Buber, un di¨¢logo entre el Yo y el T¨². Afirma, pues, como indudable la previa presencia divina en nosotros, aunque recatada e invisible. En consecuencia, Dios no es la Ausencia que a?oramos, ni tampoco es el Futuro, como afirma Rahner. Dios es una realidad viva y actuante como Misterio. Por el contrario, la actitud ¨¦tica se basa en la obediencia al deber de la conciencia. Etico somos cuando cumplimos y nos dirigimos hacia el Bien. Ambas esferas son distintas, ?c¨®mo se relacionan entre ellas?
Etica y religi¨®n
(La conciencia espa?ola, entre el dogmatismo y la desmoralizaci¨®n.)O. Gonz¨¢lez de Cardedal Ediciones Cristiandad Madrid.
Quiz¨¢ la soluci¨®n m¨¢s acertada sea la parad¨®jica de Kierkegaard: la religi¨®n y la ¨¦tica est¨¢n situada en la universalidad objetiva. Dogma y prescripci¨®n moral son ajenas al hombre concreto. Hay que hacerse cristiano, lo que significa Yo soy la verdad. El que es verdaderamente cristiano, religioso, es, a la vez, moral. Afirma Haecker que para Kierkegaard se trata de apropiarse de la verdad y hacerla suya reconociendo su car¨¢cter independiente. La verdad es la subjetividad. De esta forma, si yo creo mi verdad, no caigo en la contradicci¨®n de que mi conducta ¨¦tica no sea adecuada a la religi¨®n que pr¨¢ctico. Esta ¨¦tica existencial concilia la moral cristiana con la religi¨®n. Solamente por el trabajo de la conciencia se alcanza la Trascendencia.
Gonz¨¢lez de Cardedal analiza los diversos sistemas de relaci¨®n entre la actitud ¨¦tica y la religi¨®n. Los neokantianos sostienen la identidad de ambas, por la disoluci¨®n de la religi¨®n en la ¨¦tica Hartmann establece un antagonismo absoluto, pues la ¨¦tica es de este mundo y la religi¨®n mira hacia el m¨¢s all¨¢. Por ¨²ltimo, Scheler, aunque reconoce diferencias entre lo religioso y lo ¨¦tico, concibe su reconciliaci¨®n en la santidad. El autor se enfrenta con ¨¦sta problem¨¢tica y se inclina por una cierta primac¨ªa de lo religioso, ?que lleva, sin embargo, en su misma entra?a una profunda intencionalidad ¨¦tica?. El cristianismo significa la realizaci¨®n armoniosa de la religi¨®n y de la ¨¦tica: ?En Cristo se cruzan la religi¨®n y la ¨¦tica.? Con verdadera penetraci¨®n psicol¨®gica descubre que la actitud ¨¦tica no explica situaciones l¨ªmites, como la culpa, la desesperaci¨®n, el fracaso, la muerte, porque se puede ser un maravilloso ejemplar de conducta humana ¨¦tica y sufrir desventuras sin cuento. Cuando tal ocurre, comienza la duda sobre la realidad de un Dios que permite tama?as injusticias. Y se deja de ser religioso, ya que no es posible creer en Dios mientras los inocentes sufren. Tal es la actitud de Job, a cuya concepci¨®n dram¨¢tica dedica G. de Cardedal p¨¢ginas luminosas y estremecedoras, para llegar a concluir que Job se salva porque se abre a una concepci¨®n trascendente de la divinidad, al situarse en el punto de vista de Dios mismo y no desde el suyo de hombre. As¨ª, nos da una bell¨ªsima definici¨®n: ?Dios como infinitud que funda nuestra finitud menesterosa?. Lo que llama Garcia Bacca ?los hombres, pordioseros de Dios?. Frente a esta tesis trascendente, Bloch sostiene que Job realiz¨® el ¨¦xodo de Dios hacia lo humano, pues constituye una verdadera aproximaci¨®n de su lejan¨ªa inasequible. As¨ª se entabl¨® un di¨¢logo viviente entre Dios y el hombre. La protesta ¨¦tica se eleva a canto m¨ªstico.
En los ¨²ltimos cap¨ªtulos el autor insiste en los valores de la existencia cristiana que se orientan hacia una cuesti¨®n primordial: c¨®mo llegar a ser el hombre que ya somos o que, no siendo todav¨ªa, decidimos ser. Hay, pues, un hombre posible, distinto del real. Esta apertura es la base de su trascendencia. En definitiva, la experiencia religiosa condiciona la ¨¦tica. Si el hombre se libera a s¨ª mismo religiosamente, est¨¢ obrando ¨¦ticamente.
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