El cocidito
Me llegan noticias de que alguien, algo, quiere darme un cocidito. Renuncio por anticipado y lo agradezco, porque pienso que hay mucha gente que merece y necesita -sobre todo necesita- un cocido antes que yo.Tambi¨¦n me llegan noticias de que las damas y los caballeros de la tabla oblonga en torno de la cual se sirve y come el cocidito madrile?o no se ponen de acuerdo sobre mi fugaz persona, y en tanto que unos son partidarios de alimentarme y engordarme, otros han decidido castigarme para siempre sin comer y se niegan a mi homenaje. Hacen bien, porque es ut¨®pico, nunca se va a celebrar, lo declino, y un cocido ut¨®pico no alimenta, por muy madrile?o que sea.
He escrito muchas veces que aqu¨ª en Espa?a al escritor se le mata de hambre durante media vida y se le mata a cenas y almuerzos durante la otra media. Ahora hemos entrado en la fase de los cociditos madrile?os repicando en la buhardilla de oro de Valent¨ªn, y recuerdo al primero que lo cant¨®, Pepe Blanco, por los altavoces agrios de . mi pueblo, cuando yo s¨®lo ve¨ªa el cocido una vez al mes, y lo que me gustaba era el relleno, que mi t¨ªa ten¨ªa una mano para los rellenos como no la ha tenido nadie jam¨¢s en el mundo, ni el propio y querido F¨¦lix, ay.
Tambi¨¦n he escrito que no tengo vocaci¨®n de fuente municipal. Pues mucho menos la tengo de fuente de garbanzos. No quiero que los nuevos noventaiochistas me llamen garbancero, como a Gald¨®s, aunque Carandell sostiene que he escrito una funci¨®n de la berza. Pero la berza no entra necesariamente en el cocido. Y muy recientemente tengo anotado en este diario que uno de los escritores grandes de Espa?a, Gonzalo Torrente, se jubila dentro de un par de a?os con veinte mil pesetas, una cosa as¨ª como el salario m¨ªnimo de la genialidad. Y qu¨¦ bien est¨¢s, Gonzalo, en tus Salamancas de oro -Gerardo lo escrib¨ªa as¨ª, en certero plural-, sin disputar ni que te disputen un cocidito madrile?o.
El corolario que hay que sacarle a todo esto -uno es dorsiano vergonzante, como m¨¢s o menos apuntaba Aranguren el otro d¨ªa, y necesita sacarle corolarios incluso al cocido, que los garbanzos est¨¢n m¨¢s sabrosos con corolario- es que en la vida espa?ola, madrile?a, mesetaria, manchega, off-Tarradellas, seguimos mat¨¢ndonos por un cocido, las dos Espa?as, por el eterno cocido de lo que hay, que es lo poco que hay, por el puchero. enfermo y la olla de grillos de W convivencia nacional.
A estas alturas de la Constituci¨®n y todav¨ªa discutiendo por un cocido, como Su¨¢rez y Felipe se juntan y desajuntan por el cocido constitucional, bajo la mirada ir¨®nica del Rey. Me dec¨ªan los rojos, la otra tarde, que se iban ?a Palacio?. Los rojos quieren ir a Palacio y los palaciegos quieren ir a, Entrev¨ªas y La Vaguada, a pisar el barro de los ex madrile?os y probar su cocido, su puchero, para lucirse de dem¨®cratas.
Toda la vida y la pol¨ªtica nacionales en torno de un cocido escaso, que es lo que hay, plato del d¨ªa de Espa?a, plato ¨²nico del post-retro-franquismo. Los de arriba comiendo la sopa boba y los de abajo ganando la buena sopa y eso que antes se llamaba losjureles, que son los garbanzos, y que no hay que confundir con los jurelos, que son un pescado. Yo nunca leo a Tom¨¢s de Kempis, pero lo le¨ªa mi madre y dec¨ªa eso que tanto me gust¨®:
- Cada vez que estuve entre los hombres, volv¨ª menos hombre.,
Cada vez que ando entrpespa?oles, vuelvo menos espa?ol. Aqu¨ª seguimos con la obsesi¨®n nacional del cocido y el cargo, del garbanzo y el enchufe, del homenaje y el amiguete. Claro que la frase de Kempis tambi¨¦n valdr¨ªa, cl¨ªnicamente, para dicha por un homosexual. De la Constituci¨®n misma hemos hecho un cocidito costumbrista y casero, dom¨¦stico y vecinal, un reparto de compadres, una merienda de locos. La democracia, la libertad, la pol¨ªtica: todo acaba en cocido, aqu¨ª en Espa?a. Ah, y que vo, no quiero m¨¢s cocido.
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