Las elecciones francesas, desde la perspectiva espa?ola
Profesor agregado de Derecho Pol¨ªtico de la Universidad Complutense
Las recientes elecciones francesas ofrecen una serie de ense?anzas que rebasan con mucho su concreto marc¨® nacional y que, desde luego, son sugerentes a la luz de la actual pol¨ªtica espa?ola. Unamuno dec¨ªa que los franceses eran e ¨²ltima instancia como los espa?oles, pero mucho m¨¢s ricos. Esta simplificaci¨®n, como ocurre con frecuencia, contiene algo de verdad. Es indudable que nuestra vida pol¨ªtica descansa en elementos sociol¨®gicos, econ¨®micos y culturales que no son exactamente los mismos del pa¨ªs vecino. Pero tambi¨¦n lo es que, por encima de tales diferencias, existen tendencias y orientaciones que son ciertarmente comunes. En definitiva, se trata de dos pa¨ªses de una misma ¨¢rea cultural y que comparten una parecida estructura econ¨®mica de tipo capitalista. La diferencia real entre uno y otro pa¨ªs ser¨ªa as¨ª m¨¢s de naturaleza cuantitativa,
Por eso el an¨¢lisis de las elecciones de marzo en Francia pueden ser ¨²tiles para una mejor comprensi¨®n de nuestra pol¨ªtica, objetivo que tratar¨¦ de demostrar sucintamente en las l¨ªneas que siguen. En efecto, digo que llama de entrada la atenci¨®n de cualquier observador es la curiosa simetr¨ªa existente hoy entre el mapa pol¨ªtico franc¨¦s y el espa?ol. En uno y otro se pueden ver, a modo de sistema cuadripolar, cuatro grandes formaciones pol¨ªticas: el RPR, continuador decadente del gaullismo y Alianza Popular, formada por nost¨¢lgicos del franquismo; la UDF, creaci¨®n reciente dirigida a apoyar la pol¨ªtica del presidente Giscard d'Estaing y la UCD, conglomerado formado a la sombra del presidente Su¨¢rez; el Partido Socialista de Mitterrand y el s¨®lido PSOE, y, por ¨²ltimo, el Partido Comunista de Marchais y el PCE de Carrillo. Es cierto: tal coincidencia no es totalmente exacta en sus efectivos respectivos y adem¨¢s cabr¨ªa hacer algunas matizaciones. Pero las cuatro tendencias, a uno y otro lado de los Pirineos, poseen rasgos muy parecidos. Claro est¨¢ que, dejando de lado los grupos extremistas de uno u otro signo, lo que diferencia sustancialmente al caso franc¨¦s del espa?ol es la existencia en nuestro suelo de partidos regionalistas, desconocidos por ahora en Francia. Sin embargo, ser¨ªa ingenuo pensar que semejante coincidencia de ambos espectros pol¨ªticos es ya permanente e inalterable. Por supuesto, esta orientaci¨®n puede cambiar, bien radicalmente por causas graves e imprevistas, bien lentamente en raz¨®n de la diferente estrategia de cada una de las cuatro fuerzas mencionadas.
En cualquier caso, lo parad¨®jico radica en que, por encima de las diferencias en las estructuras sociales y econ¨®micas de los dos pueblos, la relaci¨®n de fuerzas en uno y otro pa¨ªs se ha producido con sistemas electorales radicalmente opuestos: uno proporcional, el espa?ol, y otro mayoritario a dos vueltas, el franc¨¦s. Circunstancias que deber¨ªa dar que pensar y que contradice la famosa ley sociol¨®gica, formulada hace a?os por Duverger, que subrayaba la estrecha relaci¨®n entre sistemas electorales y sistemas de partidos. Pero dejando estas cuestiones t¨¦cnicas, vayamos ahora al examen de las consecuencias m¨¢s notables que se desprenden del resultado de las recientes elecciones.
En primer lugar, se ha demostrado una vez m¨¢s la falsedad de la leyenda que afirma una tendencia claramente izquierdista en el voto del electorado joven. En estas elecciones votaban por vez primera la franja de j¨®venes comprendidos entre los dieciocho y los veinti¨²n a?os, como consecuencia de la disminuci¨®n de la mayor¨ªa de edad a los dieciocho a?os adoptada en 1974, y a pesar de ello no se ha producido un voto masivo de este sector a la izquierda. Por una parte, porque gran n¨²mero de estos electores son abstencionistas, como lo demuestra el que muchos de ellos ni siquiera se hab¨ªan inscrito en las listas electorales; y, por otra, porque aun reconociendo que un porcentaje relativamente importante de este grupo posee una tendencia radical, el conjunto no se diferencia en gran medida, en cuanto a sus actitudes pol¨ªticas, del universo de los adultos. El miedo, pues, que comparten muchos acerca de que la disminuci¨®n de la edad electoral a los dieciocho a?os en nuestro pa¨ªs, comporte una victoria aplastante de los partidos de izquierda en las pr¨®ximas elecciones, es Indudablemente algo exagerado y m¨ªtico. Se puede ya aventurar que los j¨®venes espa?oles de edad entre los dieciocho y los veinti¨²n a?os se comportar¨¢n de forma similar a sus iguales de Francia, Gran Breta?a, Suecia o Alemania, pa¨ªses en los que ya votan y en donde no ha habido victorias apabullantes de la izquierda.
Una segunda consecuencia que se deduce de las elecciones francesas es la que se refiere al papel de los sondeos. Se ha dicho que ¨¦stos han fracasado rotundamente, puesto que diez d¨ªas antes de la primera vuelta conced¨ªan un 54% de votos a la izquierda, mientras que al final este porcentaje no ha sido m¨¢s que de un 49 aproximadamente. La verdad, por el contrario, es otra. Los sondeos no han fracasado, sino que han ido transmitiendo peri¨®dicamente las intenciones de voto, y en lo que se refiere a los posibles electores de izquierda tales intenciones han ido disminuyendo a medida que se aproximaba el d¨ªa de la elecci¨®n. Los sondeos, por consiguiente, no son papeletas efectivas, sino un instrumento t¨¦cnico que opera en un doble sentido: por un lado, permiten conocer las tendencias existentes en cada momento en el cuerpo electoral y, por otro, permiten tambi¨¦n que cada elector, a la vista de las ?fotograf¨ªas? de cada hora, pueda ir matizando su voto en relaci¨®n con el resultado de conjunto. Lo importante, por tanto, de los sondeos franceses ha consistido en que parecen haber demostrado que m¨¢s de la mitad del electorado, como puede ser tambi¨¦n el caso espa?ol, desear¨ªan un Gobierno de izquierda, siempre que fuese de car¨¢cter moderado y reformista y no con predominancia comunista. Por lo dem¨¢s, es posible tambi¨¦n, en este orden de cosas, que los sondeos al presagiar un posible Gobierno de izquierdas, hayan contribuido decisivamente al escaso abstencionismo electoral que se ha conocido en estas elecciones y que es el m¨¢s bajo de la historia legislativa francesa. Lo que quiere decir que un alto porcentaje de electores, defensores del orden establecido que no acostumbraban a participar en la pol¨ªtica, se hayan movilizado para apoyar a los partidos de derechas a trav¨¦s de su voto. Desde la perspectiva espa?ola algo de esto ocurri¨® en nuestras pasadas elecciones del 15 de junio, pero nos preguntamos si tambi¨¦n ser¨¢ as¨ª en las pr¨®ximas, de continuar deambulando la pol¨ªtica por la anodina v¨ªa actual.
Igualmente es significativo lo que ha sucedido con la recientemente creada Union pour la D¨¦mocratie Francaise, partido surgido para apoyar la pol¨ªtica del presidente Giscard d'Estaing. Se trata de una formaci¨®n pol¨ªtica que integra diversos partidos centristas agrupados con el fin de suministrar al presidente franc¨¦s una mayor¨ªa de apoyo que le permita gobernar. Pues bien, se ha dicho que se trata de un partido artificial y coyuntural, que podr¨ªa desintegrarse en el futuro. Sin embargo, si ha habido alg¨²n triunfador en estas elecciones, ha sido sin duda Giscard y la fuerza que le sigue. El nuevo partido, mientras posea el liderazgo indiscutible del jefe del Estado y cuente con un definido programa reformista que llevar a cabo, es muy probable que siga creciendo en el porvenir a costa del viejo partido gauilista. Entre nosotros la cr¨ªtica que se hace diariamente a la UCD es del mismo tenor que la apuntada en el paralelo franc¨¦s. Se afirma que no es m¨¢s que un conglomerado que no posee la solidez de un partido y que corre el riesgo de estallar en cualquier momento. Pero, al igual que ocurre en el caso franc¨¦s, este mosaico se mantendr¨¢ establemente y ser¨¢ ¨²til en la actual coyuntura pol¨ªtica espa?ola si dispone de esos dos requisitos mencionados: el liderazgo indiscutible del presidente Su¨¢rez, y un claro y definido programa de gobierno de centro derecha, no exento de matices reformistas. Lo primero, al menos despu¨¦s del ¨²ltimo Pleno del Congreso, parece tenerlo, lo segundo, brilla por su ausencia.
Por ¨²ltimo, y acaso lo m¨¢s importante. las elecciones francesas nos ofrecen el ejemplo del fracaso de las izquierdas. Como hemos dicho, meses antes de la encrucijada electoral todo hac¨ªa suponer que exist¨ªa una aspiraci¨®n reformista, concretada en un Gobierno de las izquierdas, anclada en una gran parte del electorado. Es claro, sin embargo, que al final no ha sido as¨ª. La clave de esta derrota, nadie lo duda ya, proviene de las insuficiencias de la propia izquierda, la cual, como ha se?alado agudamente un periodista espa?ol, parece sufrir del ?complejo de Allende? o, dicho de otro modo, del miedo a gobernar. Pero, para ser m¨¢s exacto, tal fracaso parece deberse principalmente a la actuaci¨®n del Partido Comunista y a las expectativas que ¨¦ste suscita en muchos electores. En efecto, el 22 de septiembre ¨²ltimo el Partido Comunista franc¨¦s rompi¨® la coherencia interna de la izquierda con sus cr¨ªticas inoportunas e injuriosas al Partido Socialista de Mitterrand. El escaso deseo de los comunistas por gobernar y, por encima de todo, su temor de ver un s¨®lido Partido Socialista que les superase, son datos b¨¢sicos para comprender el derrumbe de la izquierda. La desuni¨®n existente, las dificultades de poner en pr¨¢ctica un ut¨®pico programa com¨²n de Gobierno, el miedo de muchos electores socialistas de ver en el poder a ministros de un partido que no acaba de tranquilizar en cuanto a su respeto por las libertades y por el pluralismo pol¨ªtico, son en definitiva las claves para entender el resultado electoral.
?Podr¨ªa darse, en el futuro, una situaci¨®n semejante en Espa?a? La cuesti¨®n no puede ser abordada aqu¨ª en profundidad. Pero todo lleva a pensar que en nuestro pa¨ªs se podr¨ªa alcanzar una mayor¨ªa de electores deseosos de tener un Gobierno socialista. Ahora bien, siempre que ese Gobierno socialista, como sucede en Francia, garantizase una pol¨ªtica reformista y moderada que excluyese la v¨ªa de un suicida aventurismo en los pr¨®ximos a?os. De lo contrario, el fracaso tambi¨¦n puede darse en este lado de los Pirineos.
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