La Cantudo
La otra noche, en el club Well, en el show semanal del periodista Yale, ¨¦ste le preguntaba a la actriz Mar¨ªa Jos¨¦ Cantudo, con su habitual lozan¨ªa para entrar en estos temas, qu¨¦ procedimiento utiliza ella para la contraconcepci¨®n:-Eso de la p¨ªldora est¨¢ ya muy pasado -dijo la famosuela- A m¨ª me lo han resuelto por un procedimiento m¨¢s moderno., Y son 15.000 pesetas.
No s¨¦ cu¨¢l es la ortopedia que hoy disfruta la dama, ni me inquieta el caso, dadas las siderales distancias que nos separan de coraz¨®n a coraz¨®n (y de las que mi coraz¨®n no deja de dolerse noche y d¨ªa), pero es que a las pocas horas de aquella p¨²blica declaraci¨®n, las feministas madrile?as, que son unas burras, en vez de gastarse, como la Cantudo, las 15.000 pesetas que no tienen en resolver su problema, se echaban a las calles de la ciudad, en n¨²mero de 10 ¨® 15.000, para pedir sus derechos, exhibir pancartas y proclamar, con peligro, una sexualidad libre, sana, protegida, justa, indiscriminada y socializada. La tira.
As¨ª est¨¢ el tema entre nosotros. El partido del Gobierno recorta pudendamente los derechos de la mujer y el tema del aborto va siendo ya una disputaci¨®n metaf¨ªsica como el sexo de los ¨¢ngeles en Trento (en Trento lo hubieran resuelto con la p¨ªldora, pero entonces no se conoc¨ªa). Mientras todo esto ocurre, una mujer privilegiada y espabilada, cualquier mujer con fortuna de clase, condici¨®n, arte o pierna, puede explicar en cheli al personal que la modesta neogynona de veinte duros est¨¢ superada y que ella ha resuelto su problema. Sin pancartas ni manifestaciones ni nada. Mediante la pasta, como debe ser.
Mar¨ªa Jos¨¦ Cantudo -la Cant¨²a para los eruditos-, es pueblo asimilado, pueblo desclasado, bajo pueblo del Sur que ha hecho su revoluci¨®n cultural inculta, como los toreros y lis folkl¨®ricas, una revoluci¨®n personal que la ha alejado de los pobres sin acercarla a los ricos, que seguir¨¢n viendo en ella poco m¨¢s que un objeto sexual.
O sea que ya saben las feministas: a.madrugar como la Cant¨²a, cotizar el perfil en el cine -todo el perfil, de la nariz a la nacarada u?a del pie-, y ponerse las ortopedias que haga falta, en lugar de pedirle al Seguro la p¨ªldora gratis y el aborto m¨¦dico, que el Seguro no est¨¢ para eso ni ha estado nunca, sino para sacarle todas las muelas a un pobre, en una sesi¨®n, que los pobres est¨¢n mejor sin muelas, por si vienen ¨¦pocas de hambre.
Lo que pasa es que a las feministas les gusta-dar el cante, salir en los peri¨®dicos, gritar por la calle y que les haga reportajes Bel Carrasco. Lo normal, o sea lo moderno de ahora, lo europeo como si dij¨¦ramos, es lo de la Cantudo, irse al m¨¦dico particular, pagar lo que haga falta, ortopedizarse para el amor y luego cont¨¢rselo a Yale en una discoteca de madrugada, ante la rueda de los whiskies y la picard¨ªa del personal.
Dicen los eternos descontentos que mientras unas tienen que salir a la calle a pedir sus derechos, con lo que est¨¢ cayendo, otras lo re suelven mediante la pastizara, con lo que la moral nacional vuelve a ser una moral clasista que se matiza y colorea seg¨²n el dinero del moralista. Yo, que soy un descontento, pero no eterno, sostengo que no es un problema de clases, sino de horas: lo que est¨¢ mal visto por el d¨ªa, est¨¢ bien visto por la noche, y a la inversa. A la luz de la calle salen las feministas a manifestarse por una justicia sexual que forma o formar¨ªa parte de la justicia general, pero a la luz nocturna de las discotecas salen las Cant¨²as a explicar que eso no es problema, que todo est¨¢ resuelto y qu¨¦ barbaridad de cosa, oye.
Enterizos, moralistas y tradicionales de d¨ªa en el Congreso, los madrile?os somos relajados, europeos y flipantes de noche en ese otro Congreso de la copa y el descorche. A ver si se aclaran las feministas y aprenden de la Cantudo, que sin pancartas ni nada ha resuelto su problema para esos d¨ªas y para todos los d¨ªas de su vida. Le pido el s¨ª a una se?orita y dice: ?Te lo dar¨¦ seg¨²n lo que ponga la Constituci¨®n.?
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