Teodomiro Men¨¦ndez, un socialista con historia
Hay hombres que sin descollar con brillantez de estrellato en la ¨¦poca pol¨ªtica que les toc¨® vivir fueron dejando huellas de su paso en la historia del partido pol¨ªtico al que pertenecieron. De uno de ellos, ejemplar por su propia y cruenta historia con la que contribuy¨® a crear el edificio definitivo de aqu¨¦l, voy a ocuparme hoy: el socialista Teodomiro Men¨¦ndez.Nacido en 1879 en Oviedo, sus progenitores desearon que emprendiera estudios religiosos. Frustrado su curato, pronto empez¨® a captar las influencias del ambiente intelectual fraguado en Oviedo a la sombra de Ferm¨ªn Canella, Rafael Mar¨ªa del Habra, Aniceto Sela, Leopoldo Alas, entre otros muchos, que fueron modulando el esp¨ªritu de las juventudes asturianas, despu¨¦s de la cat¨¢strofe de 1898, ansiosas de innovaciones sociales.
Empez¨® a adquirir su formaci¨®n socialista como lector impenitente de cuanto se publicaba con pretensiones de reforma social, todav¨ªa no traducido El Capital de Marx por Wenceslao Roces. As¨ª inici¨® sus contactos con Pablo Iglesias a quien recuerda con devoci¨®n. Present¨®se muy joven a elecciones municipales, y obtuvo su primera concejal¨ªa en un Ayuntamiento de Oviedo (1911) del que era alcalde Manuel D¨ªaz. Diputado a Cortes, la primera vez por Gij¨®n en 1916, en la legislatura 1919-1920, sigui¨® si¨¦ndolo por Oviedo como socialista puro, as¨ª como en otros parlamentos ulteriores. De voz estent¨®rea y palabra f¨¢cil y atinada, sus discursos eran seguidos con emoci¨®n y entusiasmo por sus correligionarios y con respetuoso miedo por los oponentes. De una de sus primeras actuaciones parlamentarias son estas palabras: ?Yo tengo la ventaja sobre casi todos los oradores que han hablado, de que no tengo una historia retrospectiva de relaciones, de gratitudes, ni de afectos, ni de nada; lo cual me pone en condiciones de decir toda la verdad.?
Form¨® parte de las Cortes Constituyentes de la Rep¨²blica siendo nombrado subsecretario de Obras P¨²blicas y director de Puertos por el ministro Indalecio Prieto, y en sus manos fueron retocados los memorables proyectos que en los ¨²ltimos 35 a?os han sido removidos silenciando su procedencia. Tambi¨¦n ocup¨® la presidencia del Tribunal de Cuentas.
Fases cruciales de su vida fueron la huelga de los ferroviarios de 1917, la revoluci¨®n de octubre de 1934 en Asturias, la guerra civil 1936-1939 y la posguerra hasta el d¨ªa de hoy. La huelga de 1917 fue pr¨¢cticamente organizada por Teodomiro Men¨¦ndez y nadie puede negar el ¨¦xito pol¨ªtico-social que signific¨® para las fuerzas socialistas. El mismo refiere que un d¨ªa en el Congreso, el conde de Romanones, cogi¨¦ndole afectuosamente por las solapas delante de un grupo de diputados le dijo: ?La huelga fue en Astur¨ªas pero el esp¨ªritu de ella est¨¢ aqu¨ª, en este hombre.? Terminada esa huelga Men¨¦ndez fue detenido, encarcelado y despu¨¦s de pasar por las c¨¢rceles asturianas, de Le¨®n y de Palencia, estuvo desterrado en Salda?a bastantes meses. Antes y despu¨¦s de esa huelga tuvo una prolongada fase de enfrentamiento dial¨¦ctico, como representante b¨¢sico de la Uni¨®n General de Trabajadores, con Los Sindicatos Cat¨®licos y Libres que en Asturias abanderaban el can¨®nigo Maximiliano Arboley a y el padre Jos¨¦ D. Gafo. En la revoluci¨®n de 1934, Teodomiro Men¨¦ndez contribuy¨® con su entusiasmo a organizar la trama. Pero ya en marcha aquella se dio cuenta de que la trayectoria que llevaba no correspond¨ªa a la sensatez por ¨¦l preconizada, y se rebel¨® contra los excesos lanz¨¢ndose a proteger a las personas perseguidas que nada hab¨ªan tenido que ver con la pol¨ªtica, aunque, como dem¨®crata y socialista incorruptible mantuvo su colaboraci¨®n directiva en las decisiones pol¨ªticas. Esto no le priv¨® de grandes disgustos, porque all¨ª se inici¨® la gran cadena de tragedias de su vida. Cuando detenido y esposado pasaba entre dos cordones de moros que mandaba el entonces coronel Yag¨¹e, ¨¦stos le molieron a culatazos, de los que le han quedado bastantes cicatrices en la cabeza. Menos mal que el general L¨®pez Ochoa, jefe de las fuerzas de ocupaci¨®n, al verle maltrecho, le trat¨® humanitariamente y con respeto. Pero un d¨ªa al volver del retrete a su celda agobiado por las torturas que le hab¨ªan infligido, se tir¨® por una ventana desde un quinto piso. Ingresado en el hospital, all¨ª se reuni¨® el tribunal para juzgarle (9 de febrero de 1935). Con el cuerpo cubierto de escayolas y vendas, en la semiinconsciencia de un traumatizado de cr¨¢neo, casi sin poder contestar a las preguntas y abandonado por muchos de los que ¨¦l hab¨ªa salvado, fue juzgado y condenado a muerte y a una indemnizaci¨®n de cien millones de pesetas al Estado. El presidente de la Rep¨²blica, Niceto Alcal¨¢ Zamora, Alejandro Lerroux (con el que hab¨ªa tenido un choque hacia 1920 en el Congreso) y algunos otros de centro- izquierda deseaban indultarle de la ¨²ltima pena; pero las derechas, y con ellas su paisano Melqu¨ªades Alvarez, eran partidarias del cumplimiento. Por fin, le indultaron.
Llevado en una ambulancia hasta el penal de El Dueso custodiado por cuatro autom¨®viles con polic¨ªa y Guardia Civil (por temor a que pudiera salir corriendo con los huesos rotos...) . En esa c¨¢rcel encontr¨® un director que le trat¨® con gran consideraci¨®n por lo que le expedientaron y sancionaron con el traslado. Otro hecho de entonces tiene inter¨¦s: en las Navidades de 1935, Jos¨¦ Antonio, Primo de Rivera, discutidor con Teodomiro Men¨¦ndez en el Congreso, le envi¨® una caja de botellas de champ¨¢n al penal, acompa?ada de una nota manuscrita que dec¨ªa algo parecido a esto: ?Un hombre como usted no puede ser olvidado en estas fechas aunque seamos tan contrarios en nuestras ideas.? En El Dueso permaneci¨® hasta el triunfo del Frente Popular en 1936, cinco meses antes del estallido de la guerra civil. En su gran libro dice Zugazagoit¨ªa: ?En cuanto a Teodomiro Men¨¦ndez, en materia de hero¨ªsmo se explica bien que tenga la vena heroica. Le costar¨¢ mucho creer en ellos (creo que alud¨ªa a los funcionarios del Estado) despu¨¦s de aquella, su terrible calle de la amargura en Oviedo.?
El levantamiento de 1936 le cogi¨® en Madrid. El mismo d¨ªa de la sublevaci¨®n, un ultraderechista vecino de Teodomiro Men¨¦ndez, creyendo que todoiba a reducirse a un paseo militar de unas horas de duraci¨®n, puso en el portal de la casa un cartel que dec¨ªa: ?En esta casa vive Teodomiro Men¨¦ndez.? Si los militares hubieran vencido, aquello habr¨ªa, costado la vida a Men¨¦ndez, a juzgar por lo ocurrido a los dirigentes del Frente Popular en el campo nacionalista. Las cosas no rodaron como aquel sujeto so?ara y cuando Teodomiro lleg¨® a su casa y se lo contaron no sal¨ªa de su asombro. Le falt¨® tiempo para buscar y encontrar a su vecino y esconderle en su propia casa para evitar que los milicianos acabaran con ¨¦l. As¨ª era el coraz¨®n de este socialista espa?ol.
Madrid, Valencia, Barcelona dieron testimonio de su entrega a las actividades b¨¦licas. En esta ¨²ltima ciudad falleci¨® la ¨²ltima compa?era de su vida. Desde la ventana de la Delegaci¨®n de Hacienda pod¨ªa Men¨¦ndez contemplar la sepultura. Pero una bomba alemana cay¨® sobre ¨¦sta y la deshizo. Zugazagoitia a?ade a las palabras anteriores: ?Todav¨ªa despu¨¦s de muerta una bomba alemana habr¨ªa de expulsarla de su tumba del cementerio de Barcelona, que por estar frente al mar, tra¨ªa a la memoria los versos de Paul Val¨¦ry.?
Tras la p¨¦rdida de la guerra y el ¨¦xodo a Francia empez¨®, en 1940, la pen¨²ltima odisea de nuestro hombre. Estando en Burdeos fue detenido por la polic¨ªa franquista con la colaboraci¨®n de la Gestapo y tra¨ªdo a Espa?a casi simult¨¢neamente con Juli¨¢n Zugazagoitia, Cruz Salido, Carlos Montilla, Miguel Salvador y Cipriano Rivas Cherif. En la misma fecha detuvieron al presidente de la Generalidad, Luis Companys, que en pocos d¨ªas fue juzgado, condenado y rencorosamente ejecutado. Ya en Madrid se iniciaron los procesos y fusilaron a Zugazagoitia y a Cruz Salido a pesar de las gestiones del agustino F¨¦lix Garc¨ªa. Fuele conmutada la pena de muerte a Teodomiro Men¨¦ndez gracias a Ram¨®n Serrano S¨²?er y sus hermanos que as¨ª correspondieron a gestiones realizadas en Madrid por aqu¨¦l.
'Tras seis o siete a?os rodando por diferentes prisiones y con la sucesi¨®n de amnist¨ªas es puesto en libertad. El d¨ªa que sali¨® de la prisi¨®n, y cuando con unos amigos brindaba feliz ?con sidrina? en un chigre asturiano, se le acerc¨® un falangista grit¨¢ndole: ??Qu¨¦ hace usted aqu¨ª! Usted ten¨ªa que haber sido fusilado?; a?adi¨® insultos tan graves que Teodomiro Men¨¦ndez le di¨® un botellazo y entr¨® en la prisi¨®n de Yeser¨ªas para dos o tres a?os m¨¢s.
Terminada esta nueva condena, presentaciones en las comisar¨ªas, vigilancia constante de sus idas y venidas, registros peri¨®dicos del modest¨ªsimo piso en que se, alojaba (a Teodomiro Men¨¦ndez no le quedaba ni le queda otra propiedad que la ropa puesta). S¨®lo un n¨²mero limitado de amigos le visitaban de modo espor¨¢dico, asturianos la mayor¨ªa, y algunos le ayudaron y lo siguen haciendo econ¨®micamente. Los socialistas supervivientes de Asturias que se desplazaban clandestinamente a las reuniones en el extranjero iban antes a pedirle orientaciones y, a la vuelta, a ponerle al corriente de lo ocurrido. A pesar de lo cual, Teodomiro Men¨¦ndez nunca perdi¨® el humor ni el casticismo; y tampoco pidi¨® nada para s¨ª, ni consinti¨® en que se pidiera, hasta que le comunicaron en oficio escrito que ya no ten¨ªa que acudir ante la polic¨ªa.
Todas las personas que han tratado a Teodomiro Men¨¦ndez quedaron asombradas por su inconcebible memoria. Conoce ce por be los m¨¢s ¨ªntimos y subterr¨¢neos recovecos e intrigas de los problemas sociales y pol¨ªticos, como si los hubiera anotado en la prodigiosa agenda de su memoria. Teodomiro aprovech¨® ese caudal para escribir unas memorias que no quer¨ªa publicar en vida porque en ellas no s¨®lo sacaba a relucir las cosas feas y los trapos sucios de los pol¨ªticos contrarios, sino que criticaba con dureza muchas acciones de sus adictos. Cuartilla a cuartilla de papel amarillento y barato iba llenando con su letra menuda y temblorosa (desde su intento de suicidio en 1935 tiene un irreversible temblor de manos) en l¨ªneas inclinadas. Escrib¨ªalas en una absoluta reserva, aunque las mostraba a algunos visitantes que gozaban de su confianza. La sobrina con la que vive, Carmen Fern¨¢ndez Men¨¦ndez, hero¨ªna de un digno amor familiar, sabe que las enviaba fuera de Espa?a para que no se las hicieran desaparecer en los registros a que le somet¨ªan. Se ignora qui¨¦nes eran los destinatarios, ni el conducto que para enviarlas segu¨ªa; alguna vez dijo que las remit¨ªa a un pariente en Buenos Aires, pero otras afirmaba que a Estados Unidos y, en ocasi¨®n reciente, dijo que a un amigo de M¨¦xico. Todo queda en la niebla.
Por l¨®gica precauci¨®n no ense?¨® tales textos a los historiadores contempor¨¢neos que se han servido de sus confidencias verbales. De uno de ellos le o¨ª decir: ?Este viene a tirarme de la lengua, pero yo s¨¦ bien lo que puedo y debo decirle.? Varias tesis doctorales y numerosas monograf¨ªas circulan por el mercado libresco, plagadas de datos facilitados por su monumental memoria, pero con los hechos deformados, aderezados y sin citarle como informador.
Sus memorias constituir¨ªan hoy testimonios irrefutables y aleccionadores de los m¨¢s interesantes cap¨ªtulos de la pol¨ªtica y del socialismo espa?oles de los ¨²ltimos casi cien a?os. Pero se han perdido. Ser¨ªan hoy tan valiosas o m¨¢s que las de Zugazagoitia, igual de honestas, quiz¨¢ m¨¢s detalladamente punzantes. Teodomiro Men¨¦ndez escrib¨ªa como hablaba y de ello dej¨® buenas muestras en El Noroeste de Gij¨®n, en el Socialista, en la revista Aurora Social y en sus intervenciones parlamentarias, que pueden leerse en el Diario de Sesiones del Congreso. ?Ad¨®nde han ido a parar? ?Qui¨¦n las tiene? ?Qui¨¦n se aprovechar¨¢ de los recuerdos de Teodomiro Men¨¦ndez para m¨¢s o menos fraudulentas decisiones editoriales?
No creo en la existencia de enemigos de Teodomiro Men¨¦ndez. Tuvo gran amistad con quien m¨¢s directamente se le enfrent¨® en las campa?as sindicales, el padre Gafo, tristemente asesinado en Madrid a pesar de que Teodomiro le busc¨® para salvarle. Mara?¨®n le quer¨ªa entra?ablemente y le abrazaba riendo por los tacos que con tanta soltura intercalaba Teodomiro en la conversaci¨®n. Todos los a?os, el d¨ªa de su aniversario, hemos ido varios amigos a las Navas del Marqu¨¦s para felicitarle y darle una buena comida, pues su carencia econ¨®mica no le permit¨ªa ser anfitri¨®n. Te¨®filo Hernando, Rafael Atienza y familia, Sebasti¨¢n Miranda y la Sariega, M. Rebollar, Pedro La¨ªn Entralgo y otros amigos y admiradores acud¨ªamos con nuestros preparativos. El a?o pasado s¨®lo yo pude festejar sus 98 a?os, en compa?¨ªa de su sobrina y de mi enfermera.
Un hombre que fue dos veces condenado a muerte, y a muchas docenas de a?os si se sumaran las penas; que sufri¨® encarcelamientos prolongados y fue vejado en las c¨¢rceles de Oviedo, Gij¨®n, Pola de Lena, Mieres, Le¨®n, Medina del Campo, Valladolid, Palencia, Salda?a, El Dueso, Toledo, Badajoz, Direcci¨®n General de Seguridad, Carabanchel, Porlier y Yeser¨ªas; que cerr¨® filas con Pablo Iglesias, Largo Caballero, Prieto, Negr¨ªn, Jim¨¦nez As¨²a, Fernando de los R¨ªos, Besteiro, Araquistain, Gonz¨¢lez Pe?a, Zugazagoit¨ªa y tantos otros, dando m¨¢s de su salud que la mayor¨ªa de ellos; que fue uno de los mejores oradores espont¨¢neos, sin utilizar un solo apunte, en el panorama socio-pol¨ªtico hispano durante veinticinco a?os; que ha sido y es querido por su honradez, su honestidad y su bondad, se acerca ya al siglo (el 25 de julio cumple 99 a?os) sin que nadie se acuerde de ¨¦l, en un silencio total sobre su persona y su nombre.
Vivi¨® Teodomiro Men¨¦ndez, como escribi¨® el Dante, senza infamia e senza lodo, y ah¨ª est¨¢ vivo, con la memoria algo amortiguada, pero olvidado por cuantos deber¨ªan endulzarle la vejez ahora que en el Parlamento resuena el eco de su voz. Compa?ero de Pablo Iglesias, para quien era siempre su primera visita al llegar a Madrid, luch¨® por los dem¨¢s y por el partido socialista con entusiasmo sin igual y sin sacar nunca de la pol¨ªtica el m¨¢s m¨ªnimo provecho. Este hombre necesita, de alg¨²n modo y a tiempo, el beneficio p¨²blico de la gratitud de sus correligionarios y de todos los dem¨®cratas y alg¨²n gesto que le compense de tanto abandono.
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