Juegos peligrosos
LA PUESTA en funcionamiento de un sistema parlamentario despu¨¦s de una prolongada etapa de dictadura no es una tarea f¨¢cil, sobre todo cuando los dos principales partidos que protagonizan, gracias al respaldo de los votantes, la vida pol¨ªtica del pa¨ªs, no hacen un esfuerzo de aprendizaje de las nuevas reglas contin¨²an rindiendo y tributo a su experiencia pol¨ªtica pasada, cuyos escenarios, seg¨²n los casos, han sido los despachos oficiales del franquismo, los restaurantes de muchos tenedores de la oposici¨®n respetable, o las citas callejeras de la clandestinidad perseguida. La nueva ruptura del consenso entre UCD y PSOE, producida, al parecer, a causa de insalvables diferencias surgidas en torno al art¨ªculo 63 del anteproyecto, es una palmaria demostraci¨®n de que los estados mayores de los dos partidos no s¨®lo no se han tomado el trabajo de realizar esa necesaria readaptaci¨®n, sino que su comportamiento p¨²blico est¨¢ por debajo de las exigencias de seriedad y competencia que los casi doce millones de votos que representan se hallan en condiciones de pedirles. Porque el electorado, la opini¨®n p¨²blica y los ciudadanos tienen cuando menos derecho a que los grupos dirigentes, en el Gobierno y la Oposici¨®n, no tomen a este pa¨ªs como un parque para sus juegos de enfados, desenfados, rupturas y reconciliaciones. El noviazgo tempestuoso de UCD y el PSOE a lo largo de los ¨²ltimos meses no pertenece, como quiz¨¢ ellos piensen, al mundo normalmente sometido a vaivenes de la pol¨ªtica; comienza a configurarse ya como una regresi¨®n de lo p¨²blico a lo privado, de la edad adulta a la inmadurez. Hasta ahora, sin embargo, esa relaci¨®n de tono man¨ªacodepresivo no hab¨ªa tenido m¨¢s consecuencias que el creciente desencanto de quienes hab¨ªan votado el 15 de junio a unos u otros y se encontraban con que el capital pol¨ªtico entregado a UCD y al PSOE serv¨ªa ¨²nicamente para la inauguraci¨®n de una feria de vanidades en la que los gubernamentales jugaban a remedar los gestos de los grandes estadistas y los socialistas a imitar los ademanes de los intransigentes revolucionarios. Los resultados electorales de Asturias y Alicante, con la aparatosa p¨¦rdida de votos para quienes est¨¢n transformando la vida p¨²blica del pa¨ªs en un parque de atracciones, han sido, a este respecto, la mejor prueba de ese desencanto colectivo, pese a que los dos grandes derrotados en las urnas -ucedistas y socialistas- se esfuercen en dar argumentos para ocultar su fracaso.
Pero el desarrollo de los debates en torno a la Constituci¨®n convierte en insufrible esa incontinencia de malhumor es y afectos. No es tolerable que, despu¨¦s de casi diez meses de debates en la Ponencia y en la Comisi¨®n, ucedistas y socialistas, que hab¨ªan fumado la pipa de la paz la semana pasada y llegado a un acuerdo que parec¨ªa firme sobre el texto, rompan de nuevo el consenso y pongan en peligro el trabajoso proceso de consolidaci¨®n democr¨¢tica en nuestro pa¨ªs.
Ni que decir tiene que una Constituci¨®n aprobada con el consenso, al menos, de la gran mayor¨ªa del Parlamento es preferible a una Constituci¨®n que refleje los puntos de vista de un partido. Pero todav¨ªa peor que un texto que s¨®lo recoja las ideas de la mayor¨ªa en el desconcierto que produce entre los ciudadanos ese penoso forcejeo de ri?as y reconciliaciones, separadas por unos cuantos d¨ªas o unos pocos art¨ªculos, de ucedistas y socialistas, con independencia de qui¨¦n de los dos partidos sea m¨¢s responsable de la pelea de ayer, lo que est¨¢ claro es que tanto UCD como PSOE est¨¢n ofreciendo un lamentable espect¨¢culo con
u alternancia de grandes esperanzas y e normes frustraciones. Se dir¨ªa que nos encontramos ante un fen¨®meno de pura y simple incompetencia: no es admisible que el martes 23 de mayo ambos partidos anuncien a bombo y platillo que finalmente se ha logrado el consenso y que el martes 30 de mayo se descubra que esa promesa era simplemente un globo hinchado. Si ese acuerdo de la semana pasada no afectaba al resto del texto constitucional, la incompetencia estriba en haber dado a entender otra cosa. Si los ucedistas han enga?ado a los socialistas en el intercambio de concesiones, o si el fraude se ha producido a la inversa, tan incompetentes son los burladores como los burlados en relaci¨®n a sus deberes como diputados en unas Cortes constituyentes. Y si lo que se ha producido es un equ¨ªvoco entre los negociadores, en tal caso el nivel de incompetencia bate un r¨¦cord ol¨ªmpico.Parece que la negativa de UCD a modificar el art¨ªculo 63 e incluir una referencia expresa a la proporcionalidad en las elecciones al Congreso est¨¢ en la base de la nueva ri?a. En descargo formal del Gobierno cabe aducir que la Ponencia hab¨ªa aprobado dicho art¨ªculo sin esa cl¨¢usula. Las luces bajas de los comedores donde los estados mayores de los partidos celebran sus concili¨¢bulos impiden saber si UCD se hab¨ªa comprometido, luego, a rectificar la redacci¨®n inicial. En cualquier caso, la posici¨®n de fondo del Gobierno resulta poco defendible, sobre todo si se recuerda que los fascistas italianos conquistaron la mayor¨ªa absoluta en el Parlamento italiano gracias a una ley electoral que hac¨ªa caso omiso de la proporcionalidad.
Pero la venganza de los socialistas al cambiar la orientaci¨®n de su voto en el resto de los art¨ªculos del T¨ªtulo II, sobre la Corona, tiene tan escasas defensas como la actitud de sus rivales. El articulo 63 no consagra, ciertamente, en su redacci¨®n actual, el principio de proporcionalidad, pero tampoco lo excluye y menos a¨²n establece un criterio opuesto. As¨ª, pues, aunque la Constituci¨®n no acoja en su texto tan elogiable principio, que por lo dem¨¢s los socialistas trataron de pisotear en la designaci¨®n de los alcaldes, no queda exclu¨ªda su posterior aceptaci¨®n por ley ordinaria.
Lo m¨¢s grave, sin embargo, no es la intolerancia del PSOE ante la falta de santificaci¨®n constitucional a su propuesta. Su decisi¨®n de castigar a sus rivales con el ostentoso regreso a posiciones republicanas revela una preocupante falta de madurez y una peligrosa proclividad a la inconsecuencia. La aceptaci¨®n por el PSOE de la Monarqu¨ªa parlamentaria como forma de Estado es un -hecho cierto e indiscutible; sus coqueteos con la Rep¨²blica son, a medias, un recurso electoralista y un tributo a pasadas tradiciones que no resistirla la prueba si de los votos del PSOE dependiera realmente la decisi¨®n sobre la forma de Estado. En el debate sobre el art¨ªculo uno tuvieron ya ocasi¨®n de exponer sus posiciones de principio republicanas. Anteayer no defendieron sus votos particulares sobre la figura del presidente de la Rep¨²blica y aceptaron los primeros art¨ªculos del T¨ªtulo II, sobre la Corona. ?C¨®mo explicar que su nuevo enfado con UCD encuentre como ¨²nica v¨¢lvula de escape la abstenci¨®n o el voto en contra del resto del articulado de ese T¨ªtulo? Como en los arrebatos pasionales, la impotencia se manifiesta en desmedida agresividad y produce, tambi¨¦n, un desplazamiento del objeto de las iras. Pero no es segura que esta rabieta resulte rentable: porque probablemente los electores se preguntar¨¢n las razones que han llevado al PSOE a cambiar, una y otra vez, de criterio sobre la forma de Estado, sin dar, en ning¨²n caso, esa sensaci¨®n de sinceridad y consecuencia que es exigible al segundo partido del pa¨ªs.
Pero lo m¨¢s peligroso de estos juegos privados a los que se est¨¢n dedicando UCD y PSOE es que la opini¨®n p¨²blica, sometida a un r¨¦gimen de ducha escocesa de grandes calores y enormes fr¨ªos, puede desentenderse de los debates parlamentarios, de las discusiones sobre el texto constitucional y del funcionamiento de las instituciones democr¨¢ticas. Y mientras. ucedistas y socialistas discuten si lo que viene por el camino son galgos o son podencos, tal vez sus representados, cansados del espect¨¢culo, comiencen a dejarse tentar por procedimientos de Gobierno m¨¢s expeditivos y menos respetuosos por unas libertades desaprovechadas.
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