G¨¦nesis y David Bowie: un mecanismo oxidado y un organismo vivo
G¨¦nesis y David Bowie acaban de actuar en Par¨ªs y Marsella. Dos ciudades distintas, dos est¨¦ticas diferentes, dos formas de enfrentarse al hecho musical, dos posturas.G¨¦nesis actu¨® en Par¨ªs, rodeado de monumentos, en una actuaci¨®n que pretend¨ªa ser tan grandiosa como los bulevares, el arco del triunfo, las interminables perspectivas de Hausmann. Bowie lo hac¨ªa en Marsella, yendo de compras a bordo de un Rolls-Royce metalizado, comiendo en alg¨²n bistro del puerto viejo, entre callejas. Despu¨¦s, en escena, se despejar¨ªa del aparato y saldr¨ªa radiante bajo unas simples luces blancas. Luces de vela frente a la tecnolog¨ªa de lasers difusos o compactos, de espejos octogonales, de tanto como llevaba G¨¦nesis. La comparaci¨®n entre ambos conciertos no es la lucl¨ªa entre el hombre y la m¨¢quina, eso fue. Una vez perdida aquella batalla tan ingenua y frontal s¨®lo queda aceptar y combinar a ese hombre y a esa m¨¢quina, so pena de destruimos y por tanto destruirlas.
G¨¦nesis apabullaba hace algunos a?os en sus montajes esc¨¦nicos. Pero es que esos montajes se descansaban en realidades est¨¦ticas anteriores y no dependientes de ellos. La puesta en escena que vimos en Espa?a hace algunos a?os sobre The Lamb Lies Down On Broadway, se basaba en unos textos, en una m¨²sica y en una presencia esc¨¦nica que las hac¨ªa posible. As¨ª, el espect¨¢culo era impresionante, m¨¢gico: como m¨¢gico era un Peter Gabriel que cantaba, actuaba, presentaba, recitaba o tocaba la flauta mientras las luces, las proyecciones eran ayudas que facilitaban la comprensi¨®n profunda de lo que all¨ª estaba ocurriendo. Era una simbiosis perfecta (o casi). Sin embargo, los G¨¦nesis que se presentaron en Par¨ªs, y que vendr¨¢n a Espa?a en septiembre, parecen flotar en un mar de indecisiones y de contrariedades no superadas, para convertirse en una especie ambiental de son et lumiere donde lo importante, a lo que se ve, son las luces. Este hecho se manifest¨® cuando un fallo mec¨¢nico (no funcionaron los espejos sobre los que se reflejaban esas luces) dio como resultado una puesta e, escena anticlim¨¢tica. El concierto fue muy similar al del a?o pasado, exceptuando la sustituci¨®n de grandes canciones como Musical Box o Suppers Ready por otras cuantas de su ¨²ltimo elep¨¦ (And Ther There Were Three) que no por marchosas y pegadizas dan la talla cuasi-on¨ªrica de las anteriores. Phill Collins canta mejor cada d¨ªa, pero sus presentaciones caen en la horterada con una facilidad asombrosa, capaz de trivilizar el sentimiento o la emoci¨®n m¨¢s matizada. El sonido estuvo bien, muy bien, pero exceptuando a Chester Thompson (bater¨ªa) y al mismo Collins, todos, hasta el nuevo guitarra Daryl Stuermer (ex Jean Luc Ponty) parec¨ªan ausentes. Todo ello, la involuntaria p¨¦rdida de carisma de un grupo famoso, se desarrollaba ante los aplausos y los v¨ªtores fren¨¦ticos de un p¨²blico que deseaba mantener sus mitos un a?o m¨¢s, una vez m¨¢s, sin importar lo que hicieran esperando, tal vez, alg¨²n mensaje esot¨¦rico de un escenario que por momentos parec¨ªa un altar multicolor.
David Bowie tambi¨¦n se present¨® en plan anticarism¨¢tico. Pero ¨¦l de una forma deliberada. Despojado poco a poco de todos sus abalorios, de sus insinuaciones bisexuales, de sus movimientos, de cada una de sus sucesivas im¨¢genes, Bowie se present¨® haciendo m¨²sica. Hubiera sido m¨¢s bonito, sin duda, verle en su pose alien¨ªgena (cant¨®, por cierto, Ziggy Stardust), o en su pose elegantemente degenerada. Hubiera sido m¨¢s espectacular, pero aquello respond¨ªa a un momento y a unas necesidades y a unos intereses distintos y sobrepasados. Bowie, como Hendrix, no quiere convertirse en una parodia de aquel que fue, de aquel que un d¨ªa tuvo sentido. Ahora dio un concierto cantado corno nunca, parado delante del micro (cortos paseos, todo lo m¨¢s), sin m¨¢s luces que las blancas antes mencionadas, desnudo de todo aparato, d¨¢ndonos su mercanc¨ªa pr¨¢cticamente sin envoltura. Y corri¨® su riesgo: que esa mercanc¨ªa, esas canciones, ese no-montaje no funcionaran. Pero funcion¨® porque Bowie est¨¢ volcado en estos momentos en hacer su mejor m¨²sica (algo menos comercial, eso s¨ª). Casi todo lo que cant¨® pertenec¨ªa a Low y Heroes (tambi¨¦n cant¨® entre otras, Alabama Song, de Kurt Weil y Rebel Rebel), ¨¢lbumes que nacieron en un contexto tan definido como son unos estudios semiderruidos junto al muro de Berl¨ªn. No hay all¨ª un lugar sincero para florituras y as¨ª lo ha entendido Bowie. Acompa?ado por un grupo que no pudo reconstruir el ambiente opresivo y opaco de Heroes, David Bowie se enfrent¨® a Ziggy Stardust y a los adoradores de este ¨²ltimo, se la jug¨®. Se la jug¨® y gan¨®; otros muchos no saben hacerlo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.