Algo raro les pasaba a los toros de Hern¨¢ndez Pla
No me lo explico. Lo que ocurri¨® ayer con la corrida de Hern¨¢ndez Pla es algo dif¨ªcil de comprender. Defraud¨® de principio a fin, pero no es esto lo inexplicable. Pudo haber salido la corrida mansa de las que dan coces, o peligrosa, o reservona; de cualquiera de las forma imaginables, menos aquello, que parec¨ªa un desfile-muestrario de las m¨¢s acreditadas borreguer¨ªas del pa¨ªs.?Borregos los Hern¨¢ndez Pl¨¢? ?Hay alguien que pueda concebirlo? Es ¨¦sta una ganader¨ªa cuidada con esmero, conocida de sobra por la afici¨®n de Madrid, ante la que est¨¢ acreditada por su casta, por su pulcra presentaci¨®n, por su fortaleza. La faceta que exhibi¨®, en consecuencia, a lo largo de toda la corrida de Beneficencia, es nueva, y hay que insistir, por tanto, que inexplicable. Los toros con exceso de peso -y varios lo ten¨ªan- no se comportan as¨ª. Era otra cosa.
Plaza de Las Ventas
Corrida de Beneficencia. Toros de Hern¨¢ndez Pla, de excelente presentaci¨®n, varios preciosos de l¨¢mina; de extra?o comportamiento, flojos, sin temperamento. Casi todos pitados en el arrastre. Ruiz Miguel: pinchazo hondo y dos descabellos (silencio). Bajonazo y descabello (palmas y saludos). Jos¨¦ Luis Galloso: estocada baja tirando la muleta (silencio). Dos pinchazos, estocada corta atravesada y ca¨ªda, rueda de peones, aviso y descabello (divisi¨®n de opiniones cuando sale a saludar). Ni?o de Aranjuez: bajonazo y descabello (silencio). Dos pinchazos, media delantera y descabello (silencio).Presidi¨® el director general de Seguridad, asesorado por el comisario Corominas. No hicieron caso de las protestas a los toros. Los Reyes de Espa?a presenciaron la corrida desde el palco de honor, y tanto a su llegada como al acabar el festejo, fueron ovacionados por el p¨²blico puesto en pie. Lleno de ?no hay billetes?.
Si uno fuera el ganadero, a media corrida ya habr¨ªa pedido a la autoridad que se enviaran a laboratorio las v¨ªsceras de las reses para examen. A lo mejor tras la investigaci¨®n resultaba que no aparec¨ªa nada fraudulento en esas v¨ªsceras, pero ¨¦se ya ser¨ªa un dato a tener en cuenta para dar el adecuado enfoque a la ganader¨ªa y estudiar las ins¨®litas causas por las cuales en solo un a?o ha podido perder la casta y la fortaleza.
Toda la lucha por que los caballos lleven los petos reglamentarios es una broma si los toros salen ya derrotados. Parec¨ªa que no, que iban a comerse el mundo, pues su aparici¨®n por los chiqueros era espectacular, se lanzaban con prontitud y en veloz carrera a por el m¨¢s leve cite que les hicieran de lejos. Mas al minuto ya estaban apagados, cansinos, aborregados. El tercero derrib¨® con estr¨¦pito, pero no hay que tenerlo en cuenta, pues del encuentro result¨® molido. Varios se cayeron. Casi todos afrontaban con fijeza el castigo, pero no pod¨ªan con el caballo y su peto reglamentario, y una vara nada m¨¢s era bastante para dejarlos aseados, apaleados y amodorrados.
Lo dicho: que no salgo de mi perplejidad. Algo ha pasado aqu¨ª, y si no es por la l¨ªnea del fraude ser¨¢ por la del arte de birlibirloque. O quiz¨¢ por la de la patolog¨ªa animal, y a partir de esta corrida de tan il¨®gicos resultados se descubre un agente ignoto por el cual una ganader¨ªa puede caer en picado, a lo largo de s¨®lo 365 d¨ªas, desde la cima de la casta pura al foso de la anticasta.
El primero, flojo y tontorr¨®n ten¨ªa tan poco temperamento que Ruiz Miguel no pudo lucirse ni tanto as¨ª. El segundo, pese a sus flojedades, parec¨ªa de buena embestida, pero ante la protesta, Galloso opt¨® por no brindar al Rey, se?alar que en su otro enemigo habr¨ªa m¨¢s sustanciales motivos para el fasto, y ali?ar. El tercero, un precioso c¨¢rdeno cornal¨®n y astifino, derrib¨® una vez, pero estaba lelo; a la salida de cada muletazo se quedaba mirando a la rubia. El Ni?o de Aranjuez, pese a sus reiterados intentos de fijarlo en la muleta, no consigui¨® ligarle dos pases.
El cuarto era una mole y tom¨® con codicia una sola vara, pero no derrib¨® ni por asomo. Con esa vara qued¨® listo (mejor ser¨ªa decir tonto) y en el ¨²ltimo tercio llevaba la cara alta. A la salida del muletazo tambi¨¦n buscaba a la rubia, aunque sin encontrarla. Ruiz Miguel, por este motivo, tampoco logr¨® ligar faena. El quinto, quedado, fue el ¨²nico con algunas sostenidas y nobles embestidas a la muleta. Galloso esta vez s¨ª brind¨® al Rey. Lo hizo recostado en tablas y mirando al tendido 7, mientras don Juan Carlos, en el palco, escuchaba de pie el parlamento. Fue muy comentada por la afici¨®n y p¨²blico invitado -que se apreciaba numeroso- esta pintoresca forma de brindar.
Bien, pues es el caso que a este toro de contadas, aunque muy buenas, embestidas le tore¨® Galloso no como el d¨ªa de la faena al samuel, sino como antes de la efem¨¦rides, es decir, de costadillo -o medio de espaldas-, la muleta en uve para citar con el pico y trazando el circular. Y as¨ª no es. ?Acaso cuando lo del samuel son¨® la flauta? El sexto se paraba y en esos parones se estrell¨® el arrojo del Ni?o de Aranjuez, que sal¨ªa a por el triunfo y apunt¨® los pases de mejor estilo que se vieron a lo largo de la pl¨²mbea tarde.
Debemos a?adir que Galloso hizo quites del delantal y por chicuelinas, que Ruiz Miguel se marc¨® unos galleos en esta ¨²ltima modalidad y que el Ni?o de Aranjuez traz¨® con las ma¨²os bajas un par de ver¨®nicas. No reviv¨ªan a don Antonio, a Pepe Luis, ni a Curro Puya, pero ah¨ª qued¨® su deseo de agradar.
??Toros, toros!? -clamaban los aficionados, con toda la raz¨®n del mundo. Porque s¨ª, hab¨ªa trap¨ªo en los hernandezpl¨¢, pero s¨®lo eso. Por su comportamiento recordaban a los vitorinos de aquella corrida de la Prensa de hace dos a?os, los cuales tambi¨¦n salieron dando tumbos. Como si unos y otros se hubieran fumado un porro en la penumbrosa soledad de los chiqueros. Siete horas llevaban all¨ª, y esas son muchas horas para los malos pensamientos. Luego, en el ruedo, buscaban a la rubia; es natural.
El an¨¢lisis de las v¨ªsceras, dec¨ªarpos, podr¨ªa ser que desvelara este misterio. Pues misterio hay.
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