Francisco Bar¨®n
?Para que Febo dejara alguna vez de extender sus brazos de luz y rodear con ellos nuestro globo h¨²medo y fr¨ªo, dio el vulgo en llamar Noche a ese otro sol que no comprende.? La frase es de un escultor del Renacimiento (?nada menos que Miguel Angel!), y m¨ªa la ocurrencia de referirla, salvadas cuantas distancias juzgue el lector de salvar, a un escultor de nuestros alas: Francisco Bar¨®n. Atento y muy atento parece haber andado nuestro hombre a la recomendaci¨®n de su ilustre colega renacentista, hasta el extremo de centrar en la densidad de la noche todos sus desvelos, consciente de que en su entra?a se engendra la expectativa del amanecer o sabedor, con C¨¦sar Vallejo, de que ?la Luz es t¨ªsica y la Sombra gorda?.Quien quiera comprobarlo, preste alguna atenci¨®n a los soberbios dibujos con que Francisco Bar¨®n ejemplifica e ilustra la g¨¦nesis de sus esculturas. Sordos, densos, acrom¨¢ticos o te?idos, cuando m¨¢s, de un verde de musgo o cardenillo, de un resplandor rojizo y oxidado, o del azul y el rosa de un viejo tratado de anatom¨ªa..., todos y cada uno de sus dibujos son obstinada pesquisa en los vientres de la noche, en lo hondo y oscuro, en lo de dentro (lo de dentro del dentro), donde anida el germen macilento de la luz. La mano del artista, aclimatada al poso de la oscuridad, afronta la corporeidad de la sombra, la penetra, disocia y descuartiza con el ¨¢nimo de descubrir en su entra?a su p¨¢lido secreto.
Francisco Bar¨®n
Galer¨ªa Kreisler Dos.Hermosilla, 8.
Y a imagen y semejanza de este aut¨¦ntico ejercicio de disecci¨®n plasmado en sus dibujos (?encomiable excepci¨®n en la cuenta y recuenta de tantos y tantos maquetistas que se dicen escultores!), el espacio real, el volumen, es asumido por Bar¨®n desde la tiniebla y resuelto con toda la dura costra de la nocturnidad, en cuyo estertor palpita la d¨¦bil chispa de la ma?ana. Muchas de las esculturas de Francisco Bar¨®n, obedientes a un ingenioso y complejo engranaje, son susceptibles de montarse y desmontarse, descomponerse y componerse. Lejos, sin embargo, de la consabida intenci¨®n l¨²dica que, de mano ajena, suele presidir tales menesteres, nuestro escultor pretende con ellos cerciorar, sin m¨¢s, al visitante de c¨®mo bajo la contundente corporeidad de la sombra se debate, ag¨®nico, un rayo de luz.
?La Luz es t¨ªsica y la Sombra gorda.? S¨ªmil respectivo de la vida y la muerte, amanece aqu¨¦lla tocada del ala, en tanto ¨¦sta prospera, asciende, avanza, se autoabastece y consolida, campea y concluye por ser la eterna vencedora. Esculturas y dibujos de Bar¨®n sintetizan por fuera y por dentro (por dentro del dentro) su g¨¦nesis paulatina y su propio desenlace: es la sombra la que en ellas engorda, la que cobra contundencia y corporeidad, y s¨®lo de sus ubres nace, para volver a ellas, la lumbre del d¨ªa.
Babelia
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