El derecho a ser incomprendido
Desde hace alg¨²n tiempo se juega m¨¢s a ?los incomprendidos? que nunca. ?En qu¨¦ consiste este juego? Todos los que hemos andado algo por el mundo, como n¨®madas universitarios, hemos conocido en alg¨²n restaurante de estudiantes y profesores o en sitio similar a gentes de razas distintas. Todos hemos o¨ªdo decir al joven intelectual chino, japon¨¦s, hind¨², ¨¢rabe, con cierto aire de superioridad: ?Ustedes los occidentales no nos comprenden. No pueden comprendernos ... ? El alma hind¨² -pongamos por caso- posee unas interioridades, unos matices. Unas delicadezas que el hombre de Occidente, con su positivismo y cientifismo es incapaz de percibir la m¨ªstica hind¨², etc¨¦tera... A veces, ante el clich¨¦ repetido, el pobre hombre m¨¢s o menos occidental. que recibe la admonici¨®n, tiene ganas de replicar: ??Pero qui¨¦n le dice a usted que yo soy positivista o cient¨ªfico? !Si me cuesta mucho Sumar con los dedos!? Por otra parte: ?(,Qu¨¦ es eso de ser occidental, i Porque cualquiera le dice a un ingI¨¦s que es corno un manchego y a un alem¨¢n que es como un italiano de? sur!? Los ingleses, por su parte. hablan de los continentales como de un bloque... Un bloque en el que cabe todo lo malo al parecer, como en el que constituye el Norte seg¨²n algunas gentes de la hoya de M¨¢laga Para ¨¦stas el Norte es un pa¨ªs que empieza algo m¨¢s arriba de Antequera y donde xisten poblaciones abominables como Valladolid y Bilbao. ?D¨ªgales usted, por otra parte. a los nativos de estas dos ciudades que son parecidos!El hombre de Occidente, el continental, el del Norte, el del Sur, el latino, el germano... Todos, incapaces de entender al pr¨®jimo. Y menos que a ningunas otras a las ?almas orientales?. Dejemos la ?negritude? a un lado. Los europeos no entienden nada. Se lo dicen por todas partes. Pero ahora resulta que eso de ser ? incomprendido? se extiende. En Espa?a sabemos que por de pronto, no se comprende a los catalanes, a los vascos, a los gallegos, a los andaluces, a los castellanos. Menos, si cabe, a los gitanos, ?Qui¨¦n es el que no comprende" El que no es catal¨¢n, vasco, andaluz, gallego, castellano o gitano. Todos menos el incomprendido.
Antes por estas tierras los ?incomprendidos? o los que se cre¨ªan tales eran algunos artistas bohemios de los que la gente no se ocupaba ni para comprenderles ni para incomprenderles. Ahora el papel de incomprendido se ha socializado y todos tenemos derecho a desempe?arlo: como si fu¨¦ramos chinos o hind¨²es en un restaurante de ciudad universitaria con self-service.
Antes de proseguir quiero aclarar que a m¨ª, personalmente, no me gusta el papel y que renuncio a ejercerlo. Prefiero que me comprendan Y creo que no tengo ning¨²n rasgo de exquisitez o de otra ¨ªndole para decirle a nadie: ?Usted no me comprende. Yoooooo ... ? Tampoco me siento representante del alma colectiva de ninguna Comunidad, grande o peque?a. No puedo decir, ni siquiera: ?A nosotros los de Navalperalillo no nos comprenden en nuestro ser ¨ªntimo, lleno de matices.? No. Hay que ser modesto y comprensible. Pero como disc¨ªpulo de Mr. Pickwick y an observer of human nature me gusta escuchar las razones de los ?incomprendidos? desde los m¨¢s lejanos en el Espacio a los m¨¢s cercanos, y ¨²ltimamente he o¨ªdo las razones dadas por algunos gitanos en punto a por qu¨¦ los ?pavos? no les comprenden. Tambi¨¦n otras relativas a por qu¨¦ Ios que no lo son no comprenden a los andaluces. La verdad es que me he quedado asombrado de la comprensibilidad de lo incomprendido e incomprensible, de tal suerte que se me ha venido al mag¨ªn. en el asombro aquel pasaje de don Feliciano de Silva que hac¨ªa las delicias de Don Quijote: ? La raz¨®n de la sinraz¨®n que a mi Beethoven porque su m¨²sica se resiste... Tambi¨¦n algunos sabios deben sentirse terriblemente aislados por lo incomprensible que es lo que hacen. No hay que envidiar la situaci¨®n. S¨ª admirar las razones de la incomprensi¨®n. Mas es notorio abuso que un vecino nos diga de repente: ?Ustedes no me comprenden... porque soy de la Seo de Urgel, o del Burgo de Osma.? Quitemos las barreras mentidas de la incomprensi¨®n y abramos las de la comprensi¨®n. El andaluz debe decir al vasco: ?En el fondo soy m¨¢s parecido a usted de lo que usted se cree.? El gitano al ?payo?: ?Vea usted lo mucho que nos parecemos.? Y a la rec¨ªproca.
Somos todos hombres con ojos, nariz, o¨ªdos y, boca. Personalmente, cuando he estado en los sitios m¨¢s lejanos y distintos a mi medio, lo que m¨¢s me ha chocado es encontrar, tras la balumba de gestos y atuendos, intereses dominantes parecidos en hombres y mujeres. En muchos casos, las diferencias son cuesti¨®n de residuos. Y conste que a veces lo lamento. A veces me gustar¨ªa encontrarme con un interlocutor que me dijera: ?Mire. se?or Caro, usted no me puede comprender, porque soy de Sabadell.? Pero que luego fuera verdad que por tal raz¨®n era incomprensible. De lo contrario, a los incomprendidos hay que decirles: ?No se haga usted ilusiones, se?or X. No se haga usted ilusiones. Todos somos bastante pedestres.?
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