La reintegraci¨®n foral
LA INCLUSION en el texto dictaminado por la Comisi¨®n del Congreso de una disposici¨®n adicional seg¨²n la cual ?la Constituci¨®n ampara y respeta los derechos hist¨®ricos de los territorios forales? es seguramente el m¨¢s importante paso dado, despu¨¦s de la ley de Amnist¨ªa del pasado octubre, para solucionar el contencioso del Pa¨ªs Vasco.Aunque tambi¨¦n otros factores hayan contribuido al deterioro de la situaci¨®n en Euskadi (entre otros, la insensata pol¨ªtica de orden p¨²blico del franquismo), la p¨¦rdida de protagonismo del PNV en favor de ETA durante la ¨²ltima etapa de la dictadura es una de las claves de ese callej¨®n sin salida al que la prepotencia de unos, la desesperaci¨®n de otros y la indiferencia de los m¨¢s ha conducido a la cuesti¨®n vasca. La estrategia de repliegue y espera del PNV tras el derrumbamiento de las esperanzas concitadas por la derrota de los fascismos en 1945 cre¨® el espacio en el que se instalaron los diversos grupos dirigentes que han ocupado sucesivamente el control de ETA. El culto a la violencia, la utilizaci¨®n de m¨¦todos terroristas y la bandera del independentismo han cons.tituido la materia prima del testigo en esa carrera de relevos en la direcci¨®n de ETA, de la que se fueron separando a lo largo de los a?os los fundadores de partidos tan diferentes entre s¨ª como el hasta hace pocos d¨ªas socialdem¨®crata ESB, la trotskista LCR, el marxista-leninista-mao¨ªsta MC o el leninista ElA. Pero aunque los antiguos l¨ªderes de ETA cambiaron de ideolog¨ªa y renunciaron a la violencia, siempre qued¨® intacto un n¨²cleo de hombres armados al servicio de la estrategia insurreccional y a los objetivos independentistas de los dirigentes de ETA que se encargaron de relevarles. Las dudas sobre la capacidad actual de Argala para comprometer en stis negociaciones a los ejecutores de la violencia es, por esa raz¨®n pragm¨¢tica, uno de los m¨¢s serios obst¨¢culos para aceptar las conversaciones p¨²blicas con una organizaci¨®n cuya c¨²pula pol¨ªtica parece hist¨®ricamente incapaz de hacerse obedecer por sus bases.
Pese a la presencia de ETA (que modific¨® las coordenadas de la vida pol¨ªtica de Espa?a entera con el atentado contra el almirante Carrero), el PNV resurgi¨®, tras la muerte del dictador, como la expresi¨®n tradicional del vasquismo interclasista y como la fuerza pol¨ªtica con mayor implantaci¨®n electoral,j unto al PSOE, en Euskadi. Sin embargo, los herederos de Sabino Arana no han desempe?ado, desde el 15 de junio de 1977, el papel hist¨®rico que sus votos y su pasado les otorgaban. Una raz¨®n es la ocupaci¨®n del espacio pol¨ªtico abertzale por grupos filoctarras e independentistas. Otra, sus vacilaciones a la hora de adoptar una postura clara y rotunda respecto a la lucha armada de ETA. Pero estos son niotivos inmediatos cuya causa ¨²ltima se remonta, por un lado, a la necesidad del PNV de tomar en cuenta el independentismo emocional e inercial de una parte de su militancia y de su electorado, y por otro, las inciertas perspectivas que la cerraz¨®n gubernamental creaba sobre las posibilidades de un autonomismo vasco que fuera m¨¢s all¨¢ de las palabras y de la ret¨®rica. Los dirigentes del PNV parecen desear una soluci¨®n pac¨ªfica y sensata para la cuesti¨®n vasca y no propician, en cualquier caso, ese desenlace wagneriano en el que la ocupaci¨®n militar de Euskadi ir¨ªa aparejada con la destrucci¨®n de la democracia en el resto del pa¨ªs, por el que ETA, a sabiendas o no, apuesta. Pero tambi¨¦n luchan, al tiempo, por instituciones de au,togobierno dotadas de contenido real y no decoradas simplemente por esos telones de cart¨®n-piedra zarzueleros que el ministro para las Regiones dise?a en la arbitrista soledad de su despacho.
Por esa raz¨®n, la aprobaci¨®n por la Comisi¨®n Constitucional de la disposici¨®n adicional sobre la reintegraci¨®n f¨®ral ofrece al PNV su gran oportunidad hist¨®rica, y abre, al tiempo, un ancho camino para resolver de manera pac¨ªfica la cuesti¨®n vasca. EI reconocimiento de los derechos forales legitima al nacionalismo vasco para negociar solventemente con el poder central y para rubricar un acuerdo de largo alcance con las dem¨¢s fuerzas pol¨ªticas con implantaci¨®n electoral en Euskadi que se hallen de acuerdo con esa perspectiva. Le suministra, a la vez, argumentos pol¨ªticos para relegar los grupos independentistas a ese limbo de proyectos imposibles -y por, tanto indeseables- que s¨®lo la torpeza del franquismo hizo viables. Y tambi¨¦n le confiere autoridad para exigir a los terroristas de ETA que depongan definitivamente las armas, pese a que la violenta respuesta de esa organizaci¨®n a las elecciones generales de junio y a la ley de Amnist¨ªa no anime demasiado a creer en su capacidad para el an¨¢lisis racional y el acomodamiento a la democracia.
Para esa negociaci¨®n que la Constituci¨®n hace posible, el Gobierno y los partidos parlamentarios deben revisar seriamente sus prejuicios y sus dogmas. La insistencia del se?or Clavero en repetir, inasequible al desaliento, la buena doctrina de la perfecta igualdad entre las regiones, ¨²ltimamente revestida de audaces met¨¢foras futbol¨ªsticas sobre la pertenencia de todas ellas a la Primera Divisi¨®n, aburre ya hasta a las ovejas y no convence ni siquiera a los corderos. La astuta treta ideada por el viejo centralismo para anegar las reivindicaciones vascas y catalanas en una riada de descentralizaciones administrativas no ha servido para nada. Porque el deber de toda la comunidad espa?ola de acabar con el subdesarrollo econ¨®mico y la desigualdad social dentro del territorio peninsular no debe servir de pretexto para negar la especificidad pol¨ªtica y la peculiaridad cultural de las reivindicaciones del Pa¨ªs Vasco y de Catalu?a, y para rebajar sus derechos a instituciones de autogobierno.
Las fuerzas vasquistas tienen, ciertamente, el peligro de caer en la anacron¨ªa y el particularismo. Sin embargo, la reintegraci¨®n del r¨¦gimen foral no puede significar una vuelta del reloj de la historia hacia la sociedad preindustrial y campesina anterior a la primera guerra carlista, sino una actualizaci¨®n, como se?ala la disposici¨®n adicional, llevada a cabo ?en el marco de la Constituci¨®n y de los estatutos de autonom¨ªa?.
En cualquier caso, la inteligencia pol¨ªtica de los miembros de la Comisi¨®n Constitucional del Congreso hizo posible, anteayer, algo que ni los m¨¢s optimistas pod¨ªan atreverse a so?ar hace unos d¨ªas: que el PNV haga suyo el texto de la futura Constituci¨®n y se una a ucedistas, socialistas y comunistas en la campa?a de movilizaci¨®n previa al refer¨¦ndum popular a fin de que el pueblo vasco apruebe mayoritariamente en las urnas el instrumento jur¨ªdico b¨¢sico sobre el que pueda edificarse la convivencia pac¨ªfica y democr¨¢tica de todos los ciudadanos y de todas las nacionalidades y regiones que componen Espa?a.
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