El alcoholismo y las depresiones, causas m¨¢s frecuentes de suicidio
Pregunta. De la lectura de su libro podr¨ªa deducirse que el suicida es casi siempre una persona con trastornos ps¨ªquicos, ?no cree que pueden existir factores objetivos en la vida de una persona que puedan ser motivo de una decisi¨®n tan dram¨¢tica?Respuesta. Efectivamente, los presuntos suicidas son personas que llegan a esta situaci¨®n en la gran mayor¨ªa de los casos por v¨ªa patol¨®gica, es decir, a trav¨¦s del camino que le ofrece una enfermedad ps¨ªquica determinada. Podemos decir que el 95% de los intentos de suicidio que se llevan a cabo tienen una evidente ra¨ªz psicopatol¨®gica: unas veces se trata de una enfermedad depresiva, en otras ocasiones de una neurosis, una personalidad desequilibrada, una esquizofrenia, etc¨¦tera. Respecto a lo que usted me pregunta, yo antes de nada preferir¨ªa no hablar aqu¨ª de normal y anormal, puesto que esto nos llevar¨ªa muy lejos, ya que tendr¨ªamos que aludir al problema de la norma. Yo, personalmente, prefiero hablar de salud ps¨ªquica. Ahora bien, ?se puede dar un intento de suicidio en una persona con salud ps¨ªquica. pero que tras un largo an¨¢lisis filos¨®fico ha llegado a la conclusi¨®n de que la vida no merece la pena? Te¨®ricamente, esto es posible, aunque en la pr¨¢ctica es muy raro. Esta modalidad de suicidio se adscribir¨ªa a lo que podr¨ªamos llamar suicidio filos¨®fico, pero, como le digo, esta entidad es una pieza de museo en la pr¨¢ctica diaria. Lo que ocurre es que, en algunas ocasiones, estos soliloquios m¨¢s o menos reflexivos ocurren en sujetos aparentemente sanos en su vida ps¨ªquica, pero en el fondo de ellos late un evidente desequilibrio afectivo que soterradamente est¨¢ siendo la g¨¦nesis de todo este proceso. En mi experiencia personal he tenido ocasi¨®n de ver este tipo de casos, que, por tratarse de sujetos con un aire intelectual y bastante esc¨¦ptico, daban la impresi¨®n de ser personas cansadas de la vida. Lo que suele existir en estos casos es una depresi¨®n ps¨ªquicas tiene un tr¨ªpode fundaneur¨®ticos, pero con un soporte ideol¨®gico de cierta intensidad que puede encubrirnos la realidad del problema.
P. De todas formas, las cifras de suicidios, si nos atenemos a las estad¨ªsticas, han sufrido un aumento en los ¨²ltimos a?os; esto vendr¨ªa a confirmar que los cambios sociales tienen una influencia decisiva sobre el tema suicidio.
R. Esta pregunta me lleva a puntualizar algo que creo de inter¨¦s: la etiolog¨ªa de las enfermedades ps¨ªquicas tiene un tr¨ªpode fundamental que la sostiene: causas biol¨®gicas, psicol¨®gicas y socioculturales. En cada caso la proporci¨®n es mayor en uno u otro sector. No podemos establecer una separaci¨®n absoluta entre ellos, ya que existen conexiones estrechas entre cada una. Una cultura puede -de muy distintas maneras- favorecer e incluso incitar al suicidio. Nuestra cultura de hoy es hiperracionalista, tecnificada, hedonista, desprovista cada vez m¨¢s de aditamentos aut¨¦nticamente humanos, todo lo cual hace que nos vayamos encontrando inmersos en una progresiva deshumanizaci¨®n, que quiz¨¢ sea la servidumbre que debemos pagar por la tecnificaci¨®n y el llamado progreso. El hombre de hoy se ha hecho m¨¢s problem¨¢tico que nunca. Los inmensos conocimientos que nos ofrece la ciencia moderna no ayudan, en principio, a desvelar las dudas y las dificultades que la existencia plantea, todo lo m¨¢s las bordean. Hay un dato muy importante a este respecto: en los intentos de suicidio juega un papel b¨¢sico la incomunicaci¨®n y el aislamiento. Junto a ellos, la introyecci¨®n de la agresividad tiene tambi¨¦n un enorme inter¨¦s: hay que ayudar a que la agresividad sea canalizada hacia el exterior de forma positiva, constructiva, creadora, y que esto conlleve una formaci¨®n y una consolidaci¨®n de esa persona en concreto. Como ve usted, los factores sociales y culturales tienen mucho que ver en la din¨¢mica que conduce al suicidio.
P. ?Del an¨¢lisis del suicida que usted traza en este libro con arreglo a los veintitr¨¦s par¨¢metros, desde el sexo, la edad y la profesi¨®n hasta el diagn¨®stico nosol¨®gico de los pacientes, cabr¨ªa la posibilidad de establecer una especie de retrato-robot del suicida?
R. Podr¨ªa hacerse, por supuesto, pero como todas las s¨ªntesis excesivamente reduccionistas, quedar¨ªa algo estereotipado, que puede servir a grandes rasgos como ejemplo muy general. Simplificando mucho las cosas, podr¨ªa quedar trazado as¨ª persona de unos cuarenta y tantos a?os -es decir, en la edad media de la vida- que desde hace algo m¨¢s de un mes viene arrastrando una enorme desgana, una gran apat¨ªa, todo le cuesta much¨ªsimo y que se siente invadida Por una enorme tristeza; pero sin que ¨¦sta tenga un motivo concreto: no es que est¨¦ triste por lo que le ha pasado, ni por una desgracia personal o un rev¨¦s de la fortuna, sino que se encuentra profundamente abatido, pero sin motivos, sin que realmente exista una causa objetiva que sea el origen de este estado. Esta tristeza es mucho mayor por la ma?ana, hasta el punto de que no puede levantarse hasta bien entrado el d¨ªa, es decir, a media ma?ana o a ¨²ltima hora de ¨¦sta. Ultimamente ha hablado de que si tuviera valor se quitar¨ªa la vida..., lo cual ha alarmado profundamente a los familiares, tray¨¦ndolo a consulta psiqui¨¢trica. Esto podr¨ªa ser un esquema cl¨ªnico que se repite habitualmente -con las l¨®gicas variaciones- en la consulta diaria. Quiero se?alar que la psiquiatr¨ªa puede hoy combatir con extraordinaria eficacia estos estados depresivos profundos, ya que cuenta con medios de tratamiento adecuados para ello. En casos como el descrito lo mejor es el internamiento en un hospital, puesto que el riesgo de suicidio est¨¢ muy presente y en su propia casa el enfermo puede llevar a cabo el acto autoagresivo al menor descuido, mientras que en el hospital est¨¢ siendo seguido de cerca por el personal sanitario, a la vez que el servicio hospitalario cuenta con medios para que el paciente se sienta arropado y cuidado al m¨¢ximo.
P. En relaci¨®n con este tema hay otro fen¨®meno preocupante y es el aumento de la cifra de suicidios entre los adolescentes, en concreto en ¨¦pocas de examen se suceden las tentativas de suicidio por causas tales como las malas notas; ?en qu¨¦ apartado encuadrar¨ªa usted estos casos?
R. Aqu¨ª el problema se complica a¨²n m¨¢s. En los ni?os muy peque?os la idea de la muerte es elaborada a trav¨¦s de mecanismos m¨¢gicos; podr¨ªamos decir que el ni?o no sabe de la muerte como tal o que incluso ¨¦sta aparece de forma un tanto extra?a, misteriosa y vaga. En ni?os ya de unos seis, siete o m¨¢s a?os, el suicidio puede ocurrir bajo una apariencia absurda, pero puesta en marcha por una depresi¨®n que en ellos es vivida ligada a lo que es su existencia: falta de ilusi¨®n por el juego, problemas de atenci¨®n en el colegio, un ostensible descenso en el rendimiento escolar, evidente retraimiento en la comunicaci¨®n con los dem¨¢s, etc¨¦tera. Pero el problema aqu¨ª, como dec¨ªa antes, reside en la elaboraci¨®n de la idea de la muerte que ¨¦l tiene, ya que en un principio ¨¦sta no es otra cosa que ausencia o desaparici¨®n provisional. M¨¢s adelante sabe de ella por las ceremonias familiares que la acompa?an: entierro, luto, etc¨¦tera. Despu¨¦s, con la entrada de la adolescencia, conoce su aut¨¦ntico sentido; es la irremediable destrucci¨®n, el final de todo. Dicho de otra manera: la muerte en ellos va de lo concreto a lo abstracto, de lo particular a lo general.
Junto a la enfermedad depresiva, pueden conducir tambi¨¦n al suicidio otras situaciones patol¨®gicas: una esquizofrenia infantil, desorganizaciones graves del medio familiar, etc¨¦tera. En cualquier caso. los intentos de suicidio en los ni?os suelen ser menos frecuentes que en los adultos y, a la vez, mucho m¨¢s enigm¨¢ticos.
P. ?Qu¨¦ conflictos psicol¨®gicos dan mayores ¨ªndices de suicidios en el mundo?
R. Desde el punto de vista psiqui¨¢trico, las dos enfermedades ps¨ªquicas que m¨¢s inclinan al suicidio son, en primer lugar, la depresi¨®n, y despu¨¦s, el alcoholismo. Las depresiones son el caballo de batalla diario de los psiquiatras, siendo, adem¨¢s, las que dan un porcentaje m¨¢s alto de suicidios consumados. Por el contrario, las neurosis (es decir, los estados de angustia, los desequilibrios de la personalidad, los trastornos del car¨¢cter, etc¨¦tera) producen mucha mayor cantidad de intentos de suicidio, pero de una gravedad inferior, hasta tal punto que en mi libro he acu?ado la expresi¨®n de suicidio aparente para referirme a aquellos casos en los cuales la muerte no es buscada, sino utilizada para conseguir a trav¨¦s de ella unos fines bien distintos: recuperaci¨®n del amor perdido, petici¨®n de ayuda, etc¨¦tera. Este es el que se produce en personas hist¨¦ricas y en las que conocemos con el nombre de ?personalidades necesitadas de estimaci¨®n ajena?. Surge as¨ª la manipulaci¨®n de la idea de la muerte, pero no como un querer morir, sino como un valerse de la categor¨ªa de la muerte para negociar con el entorno. Esto es as¨ª de tal manera que estas personas amenazan con suicidarse cada vez que ven levantarse ante ellas barreras que impiden su despliegue o que desv¨ªan el camino que ellas llevaban. En definitiva, esta conducta no es sino una forma de comunicaci¨®n, un SOS a los sujetos que les rodean, pidiendo ayuda y comprensi¨®n.
P. ?Cu¨¢les son las t¨¦cnicas de suicidio que se utilizan con m¨¢s frecuencia y qu¨¦ relaci¨®n tienen con el hecho de que el suicidio se consume o no?
R. La t¨¦cnica que utiliza la persona que lleva a cabo una tentativa de suicidio suele ser una prolongaci¨®n de su estado de ¨¢nimo, y por eso es en s¨ª misma reveladora. En una depresi¨®n profunda, los medios son brutales y taxativos. En cambio, en los casos de histeria se producen simulacros que confirman lo que antes apuntaba: no se busca la muerte, sino que se utiliza la muerte para alcanzar con ella otros objetivos. He podido comprobar, en este aspecto, que los hombres utilizan con m¨¢s frecuencia t¨¦cnicas brutales o fuertes, como son el ahorcamiento, la secci¨®n de las arterias de los pulsos, las heridas por arma blanca o arma de fuego, la inmersi¨®n, etc¨¦tera, mientras que las mujeres se valen de medios suaves: la ingesti¨®n de pastillas, el gas, los psicof¨¢rmacos, especialmente tranquilizantes e hipn¨®ticos. Existe tambi¨¦n un tipo de t¨¦cnica que yo llamo enmascarada: es aquella en la cual el acto autoagresivo no est¨¢ claro, hay datos que nos hacen pensar en ¨¦l, pero nada definitivo; se adscriben a ¨¦l los autocidios o suicidios solapados de los automovilistas, que es una forma discreta de suicidarse, al mismo tiempo que queda salvaguardada la estima familiar.
P. ?Cu¨¢l ser¨ªa el ¨ªndice aproximado de autocidios dentro de las cifras globales de suicidios?
R. Esto es muy dif¨ªcil de consignar. Pero es posible que el autocidio sea m¨¢s frecuente de lo que pudi¨¦ramos pensar a primera vista. Recientemente he le¨ªdo que un equipo m¨¦dico analizador de accidentes de circulaci¨®n en Huston afirma que el 14% de los conductores muertos eran sospechosos de haberse suicidado. En estos casos, todo sucede de tal forma y en una personalidad determinada, que las circunstancias nos obligan a pensar en un posible suicidio. aunque sea imposible su comprobaci¨®n definitiva, sobre todo si el sujeto no ha dejado ninguna nota a su familia, al m¨¦dico o a alg¨²n amigo. As¨ª como en otros sujetos existe un cierto af¨¢n de notoriedad a la hora de realizar este acto autoagresivo, aqu¨ª sucede precisamente lo contrario.
P. ?Qu¨¦ pa¨ªses son los, que actualmente arrojan una cifra m¨¢s alta de suicidios?
R. A este respecto tengo que decir que la leyenda de que Suecia era el pa¨ªs de los suicidios ha pasado ya. Es cierto que hace unos a?os las tasas m¨¢s altas de suicidio por 100.000 habitantes las daba este pa¨ªs y, en general, todos los pa¨ªses n¨®rdicos. Hoy, y seg¨²n las fuentes que nos proporciona el Anuario Demogr¨¢fico de las Naciones Unidas, est¨¢n a la cabeza Austria y Hungr¨ªa, con un coeficiente por 100.000 habitantes del 36,9 y del 30,7 respectivamente. Despu¨¦s les, siguen Checoslovaquia (24,7), Finlandia (24), Dinamarca (23,8), Suecia (20,3), etc¨¦tera. Los ¨²ltimos datos de que disponemos en Espa?a corresponden al, a?o 1975 y son del 4,1, situ¨¢ndose al mismo nivel que Irlanda (4,5), Guatemala (3,6) e Israel (5,6). No obstante, todos estos datos no representan las cifras reales de suicidios, ya que, como es f¨¢cil comprender, muchos de ellos no trascienden y, en consecuencia, no son registrados en los c¨®mputos estad¨ªsticos. No obstante, podemos decir que en Espa?a, al igual que en Portugal, Italia e Inglaterra, el n¨²mero de intentos de suicidio ha sufrido un aumento en los ¨²ltimos a?os.
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