Hacia la unificaci¨®n monetaria de los "nueve"
Aunque el punto esencial del orden del d¨ªa del pleno de dirigentes europeos, reunido a partir de hoy en territorio germano, sea los eternos prop¨®sitos por alcanzar una unificaci¨®n monetaria de los nueve, nadie duda a estas alturas que los problemas derivados de la ampliaci¨®n comunitaria van a constituir tambi¨¦n elemento de discusi¨®n, y no precisamente con criterios un¨¢nimes. Entre las previsibles discrepancias, es obvio que el caso espa?ol va a ser el que concite mayor n¨²mero de susceptibilidades, no tanto por la posici¨®n gubernamental de los nueve como por la oposici¨®n pol¨ªtica y sectorial que la entrada de Espa?a despierta en no pocos pa¨ªses del actual club europeo.En realidad, si hacemos abstracci¨®n de la unidad monetaria, en la que -justo es decirlo- muy pocos creen, resulta obvio que el dilema de futuro que se plantea a los irtegrantes actuales de la CEE es c¨®mo y cu¨¢jado absorber a los tres pa¨ªses que -ya han formalizado su candidatura a la adhesi¨®n. De hecho, la filosof¨ªa del propio Tratado de Roma, al que tanto se invoca para acelerarel proceso de unificaci¨®n m¨¢s all¨¢ de los aranceles, deja muy escasas dudas sobre la integraci¨®n de aquellas naciones del continente que opten a ser miembros de pleno derecho de la Comunidad, siempre que las condiciones sociopol¨ªticas fijadas por los fundadores prevalezcan en los candidatos. Con esta conciencia, pr¨¢cticamente nadie defiende la exclusi¨®n definitiva de ninguno de los aspirantes, lo que traslada toda la fuerza de la pol¨¦mica al calendario y las condiciones de la adhesi¨®n. Y es aqu¨ª donde el caso de Espa?a aparece como m¨¢s problem¨¢tico, en base a una serie de motivos dificilmente parangonables con los que afectan a Grecia y Portugal.
Con el paso de los meses ha perdido fuerza la idea de que una reordenaci¨®n y replanteamiento internos de la Comunidad deber¨ªa ser prioritaria a cualquier ampliaci¨®n. Es cierto que la entrada de nuevos pa¨ªses va a acentuar los desequilibrios que ya padecen los nueve, pero la incapacidad para acometer reformas, evidenciaja por los comunitarios en sus d¨¦cadas de historia, ha hecho desistir a los defensores de un arregio previo. En estos momentos recobran fuerza los que estiman que la ampliaci¨®n, una vez consumada, podr¨¢ actuar como revulsivo que obligue a los pa¨ªses miembros a replantear sus modos de comportamiento y organizaci¨®n.
Pero los dirigentesde los nueve pa¨ªses de la la Europa rica se proponen discutir, adem¨¢s, una posible estrategia com¨²n, una postura europea, que pudiera ser presentada en la otra cumbre, la de los siete pa¨ªses m¨¢s ricos del mundo -cinco europeos, Estados Unidos y Jap¨®n-, que se sentar¨¢n a la mesa de las discusiones el pr¨®ximo d¨ªa 16 en Bonn. No son pocos los esc¨¦pticos ante esta discusi¨®n, pero todav¨ªa son menos los que conceden alguna posibilidad a esa postura europea, s¨®lo avalada por el poder¨ªo de la Rep¨²blica Federal de Alemania, ¨²nico pa¨ªs que se encuen tra, en situaci¨®n pareja a la de los grandes competidores: norteamericanos y japoneses.
As¨ª, a punto de empezar las discusiones, de los tres temas esenciales de debate -pol¨ªtica monetaria, ampliaci¨®n y postura com¨²n para Bonn-, ninguno se destaca como favorito en la consecuci¨®n de aut¨¦nticos acuerdos. Las tensiones monetarias han arreciado en los ¨²ltimos d¨ªas en los mercados internacionales, pero s¨®lo los m¨¢s optimistas conf¨ªan en que se obtengan acuerdos reales, todo lo m¨¢s, unas bases minimas de futuro, acaso para posteriores encuentros. Los temas derivados de la ampliaci¨®n plantean no pocos problemas, aunque a nivel gubernamental se desee una aceleraci¨®n del proceso integrador y Francia haya ya superado su per¨ªodo electoral. La postura alemana, cuyo peso espec¨ªfico no es momento de descubrir, ya ha sido definida con claridad por Genscher, al inaugurar el mandato germano en la CEE. En el fondo, existe el peligro de que primen los contenciosos bilaterales -caso Espa?a-Francia, por ejemplo- a la hora de definirlas posiciones.
Y, finalmente, a nadie escapa que la postura com¨²n europea ante la reuni¨®n de Bonn presenta importantes problemas aprior¨ªsticos, que no parece vayan a solucionarse en las tresjornadas previstas de conversaciones. Los objetivos de crecimiento, cuya discusi¨®n se arrastra al menos desde la asamblea del Fondo Monetario Internacional del pasado a?o, en Washington, ser¨¢n, sin duda, el punto de mayor discordia. Resulta obvio que no todos los miembros de la CEE est¨¢n en condiciones de plantearse los mismos objetivos. Antes bien, ocho de los nueve miembros ser¨ªan partidarios de que los tres grandes -EEUU, Rep¨²blica Federal de Alemania y Jap¨®n- forzaran sus ritmos de crecimiento para tirar de las restantes economias.
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