Bernardo Bertolucci: segundo acto
Como tantos dramas famosos, teatrales y cinematogr¨¢ficos, Novecento pierde tono y altura en su segunda parte. Vista ¨¦sta a tan largo plazo y dividido el film un tanto artificiosamente, se agudizan a¨²n m¨¢s las diferencias entre una y otra. Ante todo el relato pierde en cierta medida su car¨¢cter ¨¦pico en secundarios senderos familiares y olvida su car¨¢cter de ensayo riguroso sobre acontecimientos pol¨ªticos y sociales. Planteamiento y desarrollo promet¨ªan un desenlace menos precipitado que imponen ciertos tiempos muertos y lagunas innecesarias en un ya de por s¨ª largometraje.Es como si el filme fuera a contar con un episodio m¨¢s suprimido luego no se sabe si por el mismo autor en el gui¨®n o por los productores o los exhibidores. En cambio se han incluido unas cuantas escenas de un gusto er¨®tico-s¨¢dico al gusto actual que no parecen demasiado sinceras, ni, por supuesto necesarias.
Novecento
Segundaparte. Direcci¨®n: Bernardo Bertolucci. Fotografia, E. Storano. M¨²sica, Enzo Morricone. Int¨¦rpretes: Burt Lancaster, Gerard Dapardieu, Robert de Niro, Dominique Sanda, Donald Sutherland, Laura Betti . Dominique Sanda, Alida Valli.Dram¨¢tico. Local de estreno: Alexandra, Carlton.
La historia de Ada, desde su boda hasta su huida que la cierra, una de las mejor contadas en la primera mitad de la pel¨ªcula, a medida que ¨¦sta avanza, se deshace en un mosaico de escenas que no llegan a explicar muy claramente su proceso de disoluci¨®n en el cuadro de destrucci¨®n de la familia. Las acciones secundarias se mantienen mejor, las luchas entre campesinos y fascistas, la paz y la guerra solamente adivinada, el an¨¢lisis, en suma, de la sociedad italiana de principios de siglo que muda y se renueva a lo largo de la vida de los dos hombres, primero amigos y despu¨¦s rivales. Sin embargo, es tal la cantidad y riqueza de personajes y situaciones entre el desd¨¦n de unos y el ansia de libertad de otros, entre el tedio, la pasi¨®n o la melancol¨ªa de los antiguos siervos y se?ores, que este segundo acto, al intentar resolver unos y otros, se vuelve en ocasiones confuso cuando no precipitado. Incluso la decepci¨®n final, la pelea entre los dos protagonistas, que tiene m¨¢s de abrazo que de desaf¨ªo, tras el indulto del patr¨®n que no vive, pero sigue existiendo, revela una mentalidad marxista-paternal que la remonta a los relatos burgueses del siglo XIX.
No obstante, ser¨ªa injusto, a la vez que absurdo, juzgar s¨®lo por su segunda parte este fresco excelente de una ¨¦poca. Queda de ¨¦l en pie, sobre todo, esa especie de batalla en el tiempo, donde nadie queda definitivamente vencido, donde la vida contin¨²a despu¨¦s de m¨¢s de medio siglo que apunta a nuestro tiempo.
Seguramente, visto el filme en ¨²nica sesi¨®n tal imagen ganar¨ªa en claridad, a?adiendo un sentido m¨¢s profundo y riguroso a la serie de acontecimientos y personajes que suponen su lecci¨®n fundamental por encima de costumbres, cantos, pol¨ªtica y pecados marginales. Realizada la pel¨ªcula para todos los p¨²blicos, desde el minor¨ªtario y exquisito hasta el aficionado a los relatos monumentales, Bertolucci sabe llegar a todos gracias a su categor¨ªa de realizador que conjuga fotograf¨ªa, ambientaci¨®n, dominio de actores y masas, s¨®lo al alcance de los grandes creadores, cuando, como en esta ocasi¨®n cuentan con medios a la vez escogidos y excepcionales.
En lo que a actores se refiere, baste con repetir lo dicho a prop¨®sito de la primera parte; en cuanto al realizador, es preciso reconocer que quiz¨¢ ninguno como ¨¦l, en el cine de hoy, sepa aunar el rigor ideol¨®gico con el arte de la narraci¨®n cinernatogr¨¢fica, dentro de los estilos m¨¢s diversos en los que prima, sobre todo, un realismo rico y vivo, ameno y brillante.
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