La pol¨ªtica y la guerra
Toda consideraci¨®n acerca de ambos tiene que empezar ?ritualmente? por la frase famosa de Clausewitz: ?La guerra es la realizaci¨®n de la pol¨ªtica, pero con otros medios.?Para intentar enjuiciar la situaci¨®n actual hay que acudir a hitos hist¨®ricos, intentando descubrir las proposiciones ideol¨®gicas subyacentes en el papel del militar en cada ¨¦poca. Y poder mejor enfocar la problem¨¢tica actual.
Breve repaso hist¨®rico
Si en el antiguo r¨¦gimen no hay dificultad alguna, dado el monismo pol¨ªtico de la ¨¦poca (el rey decide sobre la guerra, seg¨²n su pol¨ªtica). la edad moderna plantea el tema de la ruptura de este monismo. El pluralismo pol¨ªtico invade el campo de la guerra. Este ?pluralismo b¨¦lico? dar¨¢ paso al concepto de guerrilla: acci¨®n b¨¦lica motivada y protagonizada por el pueblo. Las guerras carlistas y la de la Independencia, por ejemplo, son probablemente, las primeras guerras de guerrillas de Europa, ya que el pueblo lucha por la consecuci¨®n de fines pol¨ªticos: la reconquista de los fueros y de las libertades pol¨ªticas. Frente a esta problem¨¢tica, el protagonismo militar en el campo pol¨ªtico, el Estado moderno, nacido de la revoluci¨®n burguesa. asustado por su posible significado popular toma sus medidas: elabora el esquema de la neutralidad de las fuerzas armadas. El Ej¨¦rcito debe repeler las agresiones externas; las fuerzas del orden, las ?agresiones internas?. Cada uno tiene as¨ª marcado su rol -su papel- y ambos garantizan el marco de todos, son tambi¨¦n respetuosos de todos.
La proposici¨®n parece correcta y satisfactoria en primer lugar. Late en ella, sin embargo, un error de fondo que la praxis pol¨ªtica evidencia.
La problem¨¢tica de la neutralidad
La ausencia de compromiso pol¨ªtico no conduce al Ej¨¦rcito a la neutralidad, sino a la opci¨®n pol¨ªtica colectiva.
En efecto, la democracia es un compromiso. Compromiso cultural con las propuestas fundamentales que encarnan los derechos civiles, pol¨ªticos, individuales y colectivos. Compromiso estructural (el origen, el control del Ej¨¦rcito).
Las democracias formales son el teatro de las luchas de clases: su correcto funcionamiento puede hacer que se dirima, en parte, en las Cortes. Y lograr evolucionar al menos las estructuras socio-pol¨ªticas.
Pero si no funciona as¨ª, las luchas de clase y su posible soluci¨®n parcial rebasan el marco de las Cortes. Cuando esto ocurre, el Ej¨¦rcito no garantiza el marco constitucional, sino que se vuelca hacia el bando que se corresponde con su extracci¨®n y cultura: estamos ante una guerra civil. Es exactamente lo que pas¨® en Espa?a hace cuarenta a?os (y m¨¢s recientemente en Chile).
R¨¦gimen autoritario
Con la conclusi¨®n de la guerra civil entramos en el planteam iento de un Estado moderno totalitario de corte militarista: el Ej¨¦rcito ocupa pr¨¢cticamente todos los terrenos. tambi¨¦n el de la psique colectiva. Es guardi¨¢n de un orden ideol¨®gico configurado por un esquema manique¨ªsta.
Ocupa adem¨¢s un orden aparte en esta psiquis. El orden emocional. Este tipo de sociedad privada de los instrumentos de clarificaci¨®n ideol¨®gica deriva hacia la irrac¨ªonalidad.
Su recurso ser¨¢ la emocionahdad burda. la catarsis colectiva a la que las caracter¨ªsticas militares -entrega, simplicidad, hero¨ªsmo, ausencia de criterio propio- se prestan. Se trata de una trampa peligrosa para el Ej¨¦rcito y para. la sociedad. A este prop¨®sito dice el polem¨®logo Bouthoul: ?La guerra es un fin que se disfraza de medio.?
La restauraci¨®n de la democracia
Con la restauraci¨®n de la democracia, nuestra alternativa actual, entramos de nuevo en la problem¨¢tica del Estado moderno burgu¨¦s. Con supuestos bien distintos a los del 31. La definici¨®n proporcionada por la Constituci¨®n especifica que la misi¨®n de las Fuerzas Armadas es garantizar la soberan¨ªa e independencia de Espana, defender su integridad territorial y ordenamiento constituctonal?.
Problem¨¢tica exterior e interior
El progreso es inmenso de cara a a anterior problem¨¢tica. Sin embargo.'a¨²n no est¨¢ dirimido el problema del compromiso pol¨ªtico del Ef¨¦rcito.
El peligro de su utilizaci¨®n pol¨ªtica se da desde el supuesto de la integraci¨®n en alianzas militares permanentes. Sin pronunciarse ahora sobre el fondo de la cuesti¨®n, no cabe duda que ¨¦stas forman un sistema completo con su correspondiente enfoque ideol¨®gico.
Sistema dominado en el campo atl¨¢ntico por el axioma: seguridad igual a prosperidad. Con la necesaria ?comuni¨®n? dentro de los bloques enfrentados corremos el peligro de la reinserci¨®n del manique¨ªsmo.
Los especialistas de Medell¨ªn han resumido as¨ª la DSN (Doctrina de la Seguridad Nacional):
- Nacionalismo occidental como imperativo.
- Poder militar definidor de una estrategia nacional en caso de guerra.
- Y por fin: estamos en guerra (guerra fr¨ªa encubierta), lo que justifica el empleo de cualquier arma aun a costa de la destrucci¨®n colectiva.
La democracia es un r¨¦gimen en tensi¨®n hacia una continua superaci¨®n de sus presupuestos, en aras de la libertad. Si no es as¨ª, se degrada. En el caso actual, esta degradaci¨®n o retroce so para significar aun una involuci¨®n violenta; o una involuci¨®n solapada, de desmovilizaci¨®n pol¨ªtica de la sociedad, tach¨¢ndose todo intento en este sentido de ?desorden? (?desorden constitucional ?: el Ej¨¦rcito y las fuerzas de orden p¨²blico se presentan como la garant¨ªa de que esto no ocurra).
Enfoque positivo
?C¨®mo se puede subsanar esta problem¨¢tica? Por la reinserci¨®n del compromiso pol¨ªtico. Por una ?cultura militar comprometida?, en primer lugar. Hay que preguntarse: ?Qu¨¦ es lo que hay que defender?
Unos mitos, o los principios de libertad, justicia y respeto de la vida, fundamentos de nuestra cultura y los pueblos que son los soportes.
Reinserci¨®n del compromiso pol¨ªtico por parte de los mismos militares, para politizar en sentido plural un ej¨¦rcito a¨²n ignorante en esta materia y solamente atento al orden vigente.
Para que estos valores y la din¨¢mica democr¨¢tica que representan penetre en el seno de las Fuerzas Armadas es importante la afiliaci¨®n pol¨ªtica de los militares. No es, en ning¨²n momento, obst¨¢culo, al contrario, a la independencia del Ej¨¦rcito. Como ha escrito J. M. de Zavala: ?El militar profesional debe formarse pol¨ªticamente, debe optar por una ideolog¨ªa concreta, pues de lo contrario ser¨¢ un hombre marginado e irresponsable... La unidad institucional del Ej¨¦rcito estar¨¢ m¨¢s garantizada cuanto mayor sea la libertad de que gocen sus miembros, pues esta unidad ser¨¢ m¨¢s racional.? (Jos¨¦ Mar¨ªa Zavala: Las reformas urgentes.)
As¨ª se sumar¨¢ a la tarea democratizadora en su tensi¨®n progresista.
Del Partido Carlista
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