Dos m¨²sicos populares: Barta y Ruiz de Luna
Hay obras que, superan la fama de sus autores. Quiz¨¢ a partir de tal realidad comienza una m¨²sica a convertirse en popular, en folklore. ?Cu¨¢ntos ciudadanos de cualquier pa¨ªs en donde cada d¨ªa, desde hace decenios, suenan Valencia o Espa?a ca?¨ª podr¨ªan decirnos que la paternidad corresponde a Padilla ya Marquina? ?Qui¨¦n sabe que el autor de Hogar, dulce hogar fue un tal Henry Bishop? Los ejemplos. podr¨ªan multiplicarse. No podr¨ªa faltar en la relaci¨®n el chotis Rosa de Madrid, cuyo imaginador Luis Barta acaba de morir en Madrid a los 92 a?os de edad.Era Barta, con sus largos e irrenunciables mostachos, un tipo madrile?o de cuerpo entero, aun cuando hubiera nacido en Valdepe?as. Parec¨ªa arrancado de un sainete de Arniches o de un dibujo de Sancha. Bondadoso, pausado en el hablar, ¨ªntegro a carta cabal, fue dando a la vida de siempre, cantada por Emiliano Ram¨ªrez Angel, los frutos chiquitos y duraderos de su inspiraci¨®n. Violinista y compositor bien preparado, hab¨ªa seguido el itinerario propio de su ¨¦poca: Conservatorio, Sociedad de Conciertos, Jardines del Buen Retiro, sextetos de caf¨¦, zarzuela y, al fin y sobre todo, all¨ª donde alcanzar¨ªa sus ¨¦xitos mayores: el mundo del cupl¨¦. Durante el imperio de esa forma cotidiana de expresi¨®n musical y sentimental, Barta mont¨® su academia de la que saldr¨ªan figuras como ?La Goya?, Mercedes Ser¨®s, Carmen Flores y Luisita Esteso; por la que pasaron, tambi¨¦n, ?la Argentinita?, ?la Chelito?, Lola Montes y Olimpia de Avigny. Todo un tiempo hecho historia del que acaba de desaparecer no uno de sus testimonios, sino uno de sus grandes protagonistas. De repente, ante la noticia de un peri¨®dico, la historia toma vida, los libros de los costumbristas se hacen realidad. Pero vivos permanec¨ªan algunos pentagramas de Barta, tanto que para identificar un nombre desconocido hoy a la mayor¨ªa, bastaba decir: el de Rosa de Madrid. Que esto era Barta como, al margen de su tarea pedag¨®gica o composicional, para el pueblo llano, el catal¨¢n, Zamacois era ¨¦l autor de Nena.
Ruiz de Luna, casi un "folk"
Otro caso diferente: Salvador Ruiz de Luna. Coincid¨ªa con Barta en el aprecio popular y en que su m¨²sica, poco despu¨¦s de escrita, empezaba a ser an¨®nima por esa superaci¨®n de la fama sobre la de su creador. Coincid¨ªan uno y otro en el amor entusiasta por la zarzuela -Salvador estren¨® una, que yo sepa, sobre libro de Seraf¨ªn Adame-. Como su apellido sugiere, Ruiz de Luna naci¨® en Talavera, al calor de un arte popular de elevada significaci¨®n y extensa onda: la cer¨¢mica. Pero sus inclinaciones fueron, desde el principio, hacia la m¨²sica. Disc¨ªpulo de Hern¨¢ndez, Luna y Conrado del Campo, apenas se preocup¨® de hacer m¨²sica de la tan convencionalmente llamada ?seria?: alg¨²n ?ballet?, p¨¢ginas pian¨ªsticas de cierto corte albeniciano, popularismo en suma.
Ruiz de Luna estudi¨® las entra?as de lo popular, tanto espa?ol como hispanoamericano y de ellas extrajo nuevas y atractivas melod¨ªas con las que vino a continuar el ?cancionero?. No eran ya ?cupl¨¦s?, sino, de alg¨²n modo, se acercaban a lo que hoy se entiende como canci¨®n ?folk? y estoy seguro que no tardar¨¢n en aprovecharlas los ?arregladores? e int¨¦rpretes de la especialidad. Es m¨¢s: deben hacerlo. Disponen en el archivo de Ruiz de Luna de una rica cantera.
Cantadas primero por su mujer, Luisa de C¨®rdoba, con exacto garbo popular, las melod¨ªas extreme?as o chilenas, manchegas o peruanas, se difundieron a uno y otro lado del Atl¨¢ntico. Podr¨ªa afirmarse que en el mundo hisp¨¢nico, a lo largo de muchos a?os, no hab¨ªa navidades sin la compa?¨ªa de los villancicos de Ruiz de Luna. En el piano fue Jos¨¦ Tordesillas divulgador de la Aragonesa o la Andaluza. Despu¨¦s, el tenor Alfredo Kraus acometi¨® la larga tarea, no concluida a la muerte del compositor, del Cancionero hisp¨¢nico.
Gracias a una inquietud de esp¨ªritu que anim¨® buena parte de su vida Ruiz de Luna trabaj¨® por la promoci¨®n de la m¨²sica espa?ola o ejerci¨® la cr¨ªtica en diversas publicaciones en los primeros anos de la postguerra. Despu¨¦s march¨® a Am¨¦rica y a su regreso, a trav¨¦s de la radio, divulg¨® el bagaje all¨ª conquistado m¨¢s que tornado.
Cuando unos compositores, instalados cada uno en su tiempo espec¨ªfico y obedientes a la sensibilidad popular dan al hombre de la calle un manojo de melod¨ªas que la multitud recibe y asimila, resulta est¨²pido negarles estimaci¨®n y reconocimiento. Ellos mismos lo ganaron de amplias bases sociales y est¨¢n a punto de acceder a la m¨¢xima gloria del anonimato, esto es, de hacerse pueblo. Es el caso de Luis Barta y Salvador Ruiz de Luna.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.