Dos estilos, pero s¨®lo uno es toreo
Andr¨¦s V¨¢zquez y Jos¨¦ Mari Manzanares alborotaron el cotarro con dos faenas importantes. Fue el lunes, en Colmenar. Sus triunfos no admiten dudas, pero es importante constatar que aquellas faenas eran reveladoras. Estamos en una ¨¦poca de la fiesta en la que el toreo -toreo verdadero, en el sentido que la lidia manda-, est¨¢ a punto de desaparecer, desbordado por un suced¨¢neo que es el trasteo de muleta entendido como simple sucesi¨®n de pases.Este suced¨¢neo se admite y se ensalza. Un torero, ante un buen toro, puede ensayar pases hasta cien, alternando derechazos y nattirales, y s¨®lo eso, lo cual le valdr¨¢ el triunfo de apoteosis y la consideraci¨®n de figura. Y a lo mejor no tore¨¦. As¨ª, la faena de Manzanares en Colmenar.
Torear es mandar sobre el toro, y en el ¨²ltimo tercio, prepararle para la muerte, al tiempo que se crea belleza en la aplicaci¨®n del repertorio posible de suertes conocidas.
As¨ª, la faena de Andr¨¦s V¨¢zquez en Colmenar. Hubo en tal faena derechazos y naturales, por supuesto, pero tambi¨¦n ayudados, kikirik¨ªes, molinetes... que desgranaba el torero con ligaz¨®n y seg¨²n lo exig¨ªan los cambiantes estados del toro.
Si esto es torear, hay que resaltar la gravedad de que casi ning¨²n espada de los que hoy mandan lo hace. Las figuras se limitan a dar pases. Uno a uno, esos pases quiz¨¢ irreprochables (a menudo lo son), acaso tengan arte insuperable, pero s¨ª se reducen a la exhibici¨®n brillante que el toro acepta, no tendr¨¢n m¨¢s valor que el alarde, y su identificaci¨®n con el sentido del ¨²ltimo tercio de la lidia s¨®lo ser¨¢ tangencial.
El taurinismo ha a?adido una peligrosa voz al argot: el toro que sirve. Enlaza con lo que ellos entienden por toreo: el toro sirve o no, sirve para el derechazo o el natural. Es decir, lo acepta o no lo acepta. Pretenden simplificar la categor¨ªa del toro de lidia reduciendo a uno s¨®lo de los m¨²ltiples aspectos de su complejo comportamiento. El toro es bravo o no; tiene casta o no la tiene; embiste con nobleza o sin ella; es reserv¨®n o pronto; boyante o bronco; pregonao o de carril... y. as¨ª, hasta variedades infinitas.
Todos sirven para el toreo, aunque no admitan esos dos Pases. Pues el toreo es, dec¨ªamos, sin¨®nimo de dominio, el cual se consigue con una t¨¦cnica y un repertorio desarrollados durante siglos. Andr¨¦s V¨¢zquez, en Colmenar, la aplicaba, y, por tanto, toreaba. Manzanares daba muchos m¨¢s pases, s¨®lo derechazos y naturales, sin ligar, a un toro que admit¨ªa sin reservas esas suertes, como hubiera aceptado otras. Dec¨ªan que V¨¢zquez y Manzanares hab¨ªan exhibido dos estilos. Conforme, pero s¨®lo uno de ellos era torear.
Porque, insistimos, torear es mandar sobre el toro, hacerse con ¨¦l, dominarlo y en el ¨²ltimo tercio saberlo preparar para la muerte. No pueden los toreros limitarse a dar pases por irreprochables que ¨¦stos sean.
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