Concierto de se?oritas
Esperando a Godot es ya, a los veintis¨¦is a?os de su estreno, un texto cl¨¢sico. Y un texto cl¨¢sico ilustre de resonancia a¨²n no aplazada, ni remotamente, en los espacios esc¨¦nicos mundiales. Quiz¨¢ porque su obra nos parece hoy la de un escritor realista, aunque esa sea, a primera vista, una afirmaci¨®n poco menos que escandalosa. Lo que sucede es que la realidad no es una sustancia c¨®modamente alterable. La realidad ?es? por el hecho de ?existir?. A veces la percibirnos con los ojos y a veces s¨®lo con la inteligencia. Y claro est¨¢ que en tal caso percibimos con m¨¢s dificultad. Y con m¨¢s susto. Y con m¨¢s rabia ante nuestra dificultad para reconstruir un mundo que presentimos. pero que s¨®lo conocemos a trav¨¦s de datos inconexos y mal comunicados. Cuando la desesperaci¨®n nos embarga solemos calificar a ese mundo de ?absurdo?. ?Qu¨¦ es el ?absurdo?? En este famos¨ªsimo texto el absurdo es la realidad acompa?ada, de manera inmisericorde, por toda la carga il¨®gica que ?realmente? la acompa?a. Esperando a Godot es una expresi¨®n teatral muy distinta de la habitual realidad literaria. Y si esa realidad nos parece incoherente la culpa es de nuestros ojos y de nuestros o¨ªdos, que est¨¢n muy poco habituados a encontrarse con la tal realidad en estado puro.Lo que confiere su grandeza a Esperando a Godot es que muestra, muy descarnadamente. el proceso de ?muerte interior? de los seres humanos. La ?tragedia? es siempre un g¨¦nero sobrecogedor precisamente porque comprendemos que nace a consecuencia de la falta de opci¨®n de los protagonistas. En las tragedias s¨®lo se puede morir. Y como una obra de teatro tiene que ser siempre como una especie de invitaci¨®n a sentirnos responsables ante otras vidas humanas, el fant¨¢stico atractivo de Beckett es su enloquecida aspiraci¨®n a cumplir esa tarea meti¨¦ndose y meti¨¦ndonos dentro de unos seres humanos. Beckett hace eso desde una posici¨®n de rebeld¨ªa que, intelectualmente. no puede ser m¨¢s l¨²cida. Esperando a Godot quiere perturbar un orden y lo perturba. No quiere contar con la habitual cadena de reacciones autom¨¢ticas de la comunidad de espectadores. Beckett no quiere ser un buf¨®n. Quiere ser un dial¨¦ctico.
Esperando a Godot, de Samuel Beckett
Director: Vicente Sainz de la Pe?a. Escenografia: Jos¨¦ Mar¨ªa Subirachs. Int¨¦rpretes: Mar¨ªa Paz Ballesteros, Maruchi Fresno, Rosa Mar¨ªa Sard¨¢, Maite Brik y Maite Tojar. En el teatro Mart¨ªn.
Es, adem¨¢s. un poeta. Porque la ¨²nica poes¨ªa teatralmente aceptable es la que nace, sin violencia, de la situaci¨®n dram¨¢tica. La poes¨ªa, en el teatro. tiene que ser ?inevitable?. Esperando a Godot es una obra po¨¦tica porque sus personajes gritan en nombre de todos los descorazonados, de todos los descontentos, de todos los entristecidos que ensayan unas rebeld¨ªas contra el mundo material de la miseria real y moral erigida en orden inatacable. Esos seres intemporales, sin geograf¨ªa propoi, que gimen y lloran por su propia vida, en tanto y cuanto se producen en un escenario, irritan al espectador "habitual" y forman un n¨²cleo dram?atico "rebelde" que culpa, en alguna forma de sus males no s¨®lo a la sociedad, dino a la t¨ªmida ret¨®rica del teatro fr¨ªvolo.
"No pasa nada..." "No pasa nada..." En Beckett "no pasa nada". En Esperando a Godot "no pasa nada". Pues no pasa nada m¨¢s que esto: que Beckett nos tiene en vilo durante toda la representaci¨®n oblig¨¢ndonos ininterumpidamente a hacernos pregunta tras pregunta ?Casi nada!
La versi¨®n y direcci¨®n de Vicente Sainz de la Pe?a ha incorporado adem¨¢s a la propuesta de Beekett una curiosa extensi¨®n al confiar el reparto a un elenco femenino, (Algo as¨ª como una inversion, paralela, de la famosa experiencia de Orquesta de se?oritas). Esta ampliaci¨®n de la onda define muy bien el
provecto de la compa?¨ªa de Mar¨ªa Paz Ballesteros, colocado inequ¨ªvocamente bajo el lema ?El teatro es cultura?. Un proyecto de programaci¨®n ambiciosa que se declara ?abierta, festiva y comprometida?. Lo han probado inmediatamente. La l¨ªmpida escultura de Subirachs modela un intimidante espacio esc¨¦nico, en el que las cinco actrices, dirigidas con extraordinario rigor, plantean con patetismo y lucidez la dolorosa investigaci¨®n de Beckett. Un leve y calculado punto de crispaci¨®n desidealiza y desnaturaliza la representaci¨®n para eludir la c¨®moda asunci¨®n culturalista de] problema. La magnif¨ªca, fr¨ªa y distante tensi¨®n ?lejana? comunicada por Mar¨ªa Paz Ballesteros, compensada por la c¨¢lida y directa acci¨®n de presente de Rosa Mar¨ªa Sard¨¢, el bloque dram¨¢tico de Maruchi Fresno y Maite Brik y la flotante y ang¨¦lica intervenci¨®n de Maite Tojar dieron a la representaci¨®n una extraordinaria belleza. Incluso las voces quedaron acordadas muy musicalmente en un gran ejercicio de rica t¨¦cnica. Gran presentaci¨®n de compa?¨ªa. La verdad es que hay que ver este espect¨¢culo no s¨®lo para entender el teatro, sino para entender nuestra crisis.
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