Al objetivo de crecer m¨¢s hay que a?adir el de hacerlo mejor
El objetivo de empleo para no empeorar las cifras de actividad y de paro no es alcanzable por la tasa de desarrollo a la que ha crecido nuestra econom¨ªa tras la crisis de los 70. Cualquiera que sea la relaci¨®n entre el crecimiento de la renta y el del empleo, algo es seguro: un 2-2,5% de crecimiento del PIB aumenta el paro y disminuye las tasas de actividad.Una, pol¨ªtica econ¨®mica voluntarista est¨¢ justificada. Se trata de una pol¨ªtica tendente a hacer posible lo que la actuaci¨®n espont¨¢nea de la econom¨ªa espa?ola no conseguir¨ªa: crear 200.000 puestos de trabajo al a?o.
Con frecuencia esa pol¨ªtica econ¨®mica se ha reducido a su simple traducci¨®n en t¨¦rminos de tasa de desarrollo del PIB. Crezcamos a 4,5% y todo lo dem¨¢s se nos dar¨¢ por a?adidura. Esa traducci¨®n es simplista y por simplista falsa, y su elevaci¨®n a la categor¨ªa de ¨²nico objetivo del programa econ¨®mico puede ser enormemente perturbadora. En particular, porque puede transmitir dos im¨¢genes equivocadas. La primera es que un relanzamiento general de los distintos sectores constituye la propuesta adecuada, ya que ser¨ªa inflacionista y absurda, pues no puede pensarse que el crecimiento afectase a los sectores en crisis: siderurgia, sector naval, industria textil, por ejemplo, sectores todos con necesidades -mejor: exigencias- de limitar sus producciones y aligerar su n¨®mina en beneficio del desarrollo econ¨®mico general.
Por otra parte, el desarrollo de la producci¨®n nacional no permite su inmediata traducci¨®n en cifras de empleo, pues ¨¦stas no son siempre las mismas.
Descenso de la oferta de empleo
Una caracter¨ªstica acusada del =cimiento econ¨®mico de Espa?a que tambi¨¦n se registra en otras muchas econom¨ªas es la progresiva tendencia a reducir las necesidades de trabajo por parte del sistema productivo. Los datos del crecimiento de la econom¨ªa espa?ola entre 1962 y 1978 muestran con toda claridad que entre 1962 y 1972 la tasa de generaci¨®n de empleo correspondiente a la variaci¨®n de una unidad en la tasa de crecimiento de la producci¨®n ha ido decreciendo como tendencia, mientras que entre 1973 y 1978 una variaci¨®n unitaria de la tasa de desarrollo ha ido generando, por t¨¦rmino medio, tasas cada vez mayores de desempleo. El progreso tecnol¨®gico, la evoluci¨®n de los salarlos y los propios cambios experimentados por la estructura de la demanda condicionan esa tendencia hacia una mejor utilizaci¨®n relativa del factor trabajo por parte del mecanismo productivo.
Los excelentes estudios realizados dentro del programa de investigaciones del INI, analizando en profundidad las relaciones producci¨®n-empleo, confirman esta tendencia. Entre 1962 y 1970 se ha estimado que las necesidades de trabajo por unidad de demanda final para la econom¨ªa espa?ola se ha reducido en valores pr¨®ximos al 28%, a la vez que se han ido elevando las necesidades de capital. Otro hecho muy claro que se deduce de dichos trabajos es que existe una acusada diferencia en la generaci¨®n de empleo entre los distintos sectores de la econom¨ªa. Hay sectores intensivos en la utilizaci¨®n de capital y que requieren, por tanto, una menor creaci¨®n de puestos de trabajo para lograr un determinado incremento de la producci¨®n.
Por tanto, desde el punto de vista de la generaci¨®n de empleo, el crecimiento de la producci¨®n no puede ser uniforme entre los diferentes sectores.
Elegir los sectores en los que crecer para traducir con la mayor resonancia los ecos de esta pol¨ªtica sobre las cifras de empleo debe ser una parte irrenunciable del programa de pol¨ªtica econ¨®mica.
Por otra parte, tampoco es neutral el lado del gasto nacional. Si el paro debe reducirse, las inversiones y la exportaci¨®n han de ser int¨¦rpretes de la pol¨ªtica econ¨®mica y han de atraer, forzosamente, la atenci¨®n de las principales medidas del programa. Por contraposici¨®n, consumo privado y consumo p¨²blico deben reducir sus tasas de desarrollo si es que desea disponerse del ahorro necesario para financiar el crecimiento de las inversiones. El crecimiento desigual de sectores y la actuaci¨®n discriminada sobre los componentes del gasto nacional constituyen piezas estrat¨¦gicas fundamentales del programa que Espa?a necesita en favor del restablecimiento de sus cifras de ocupaci¨®n. Y esa estrategia no se manifiesta, sino que m¨¢s bien se oculta cuando se habla simplemente de tasas de desarrollo de la producci¨®n.
Salarios, seguridad social e inversi¨®n
Por otra parte, el nivel de empleo est¨¢ tambi¨¦n asociado a otras variables distintas del crecimiento de la renta nacional. Entre ¨¦stas figura el comportamiento de los salarios. Es obvio que cuanto mayor sea el crecimiento de los salarios reales, mayor ser¨¢ el crecimiento de la producci¨®n requerido para generar un determinado aumento del empleo o, alternativamente, menor ser¨¢ el aumento de empleo que se logra con una misma tasa de crecimiento de la producci¨®n.
La relaci¨®n entre la evoluci¨®n de los salarlos, la tasa de crecimiento y el nivel de empleo tiene una extraordinaria trascendencia desde el punto de vista de la fijaci¨®n del objetivo deseado de desarrollo. Toda aspiraci¨®n a mayores crecimientos salariales, en t¨¦rminos reales, hace tanto m¨¢s dif¨ªcil el logro de una tasa de empleo.
El crecimiento de los costes de trabajo, de importancia vital para determinar el nivel de ocupaci¨®n, no s¨®lo depende del crecimiento de los salarlos, sino de las cuotas de Seguridad Social y de la productividad alcanzada en el aprovechamiento de equipos e instalaciones. Moderar las tasas de crecimiento de la seguridad social que penalizan el emple¨® y facilitar la movilidad del trabajo con el fin de utilizar mejor el equipo disponible, son alternativas fundamentales de una pol¨ªtica de empleo que no se traducen necesariamente en tasas de crecimiento de la renta nacional.
Puede concluirse, en suma, que a la pregunta de si un 4,5% de crecimiento del PIB resulta suficiente para alcanzar los objetivos de empleo, la respuesta no puede ser otra que contestar con la vieja salida de los economistas: depende de. Depende de la estructura de producci¨®n elegida, de los factores del gasto nacional sobre los que se apoye la acci¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica y del comportamiento de los salarios, de los otros elementos del coste de trabajo y de la movilidad de la mano de obra. Todo esto quiere decir que la nueva pol¨ªtica econ¨®mica no debe reducir su mirada exclusivamente a la tasa de desarrollo de la renta nacional. Debe abarcar muchos m¨¢s factores, cumplir con muchas m¨¢s condiciones y requisitos.
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