Despu¨¦s de la crisis del 74, poco crecimiento y mucha inflacci¨®n y paro
La pregunta que se formulan economistas y pol¨ªticos es si la econom¨ªa espa?ola puede aproximarse a los objetivos de empleo (200.000 puestos de trabajo anuales) manteniendo su comportamiento ?natural? de los ¨²ltimos a?os.Responder a esa pregunta exige conocer los rasgos fundamentales que han caracterizado a nuestra econom¨ªa tras la crisis de los 70. El escueto parte. num¨¦rico del cuadro pretende reflejar los datos vitales b¨¢sicos que describen el comportamiento de la econom¨ªa espa?ola antes y despu¨¦s de la crisis de los 70.
Los cambios que esas cifras recogen, no por conocidos y vividos dejan de impresionar a quien los analiza. El desarrollo de la econom¨ªa ha tocado techo despu¨¦s de la crisis en tasas que dividen por tres el crecimiento anterior, mientras los precios multiplicaban por tres el ritmo de su marcha. El multiplicador ha de elevarse a m¨¢s de tres para traernos del paro de ayer al paro de hoy. Ciertamente, el men¨² del desarrollo econ¨®mico despu¨¦s de la crisis de los 70 ha sido corto (poco PIB)y su coste elevado (demasiada inflaci¨®n y mucho paro).
Retorno imposible
La comparaci¨®n de las cifras vitales de la econom¨ªa antes y despu¨¦s de la crisis de los 70 no puede suscitar en quien la reeliza el menor sentimiento de nostalgia hacia el pasado, ya que carece de toda base racional. Los resultados de la econom¨ªa espa?ola anteriores a la crisis est¨¢n separados del presente por hechos irreversibles. Las puertas del pasado econ¨®mico han sido definitivamente cerradas por cuatro grandes acontecimientos que definen la nueva era que nos ha tocado vivir: se ha acabado para siempre la energ¨ªa barata de los 60. Hemos heredado la losa de la gran inflaci¨®n de los 71-74, cuya correcci¨®n pide un largo proceso de saneamiento econ¨®mico. La crisis del sistema monetario internacional se ha manifestado incontestablemente desde el principio de la d¨¦cada de los 70. y en esa crisis estamos.
Los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, ayudados por la pereza en el crecimiento tecnol¨®gico, compiten con ventaja con los pa¨ªses que estaban delante, originando crisis agudas en sectores productivos enteros da?ados por la nueva, competencia internacional.
Es desde el ajuste a esos nuevos datos desde el que debe forjarse el futuro de la econom¨ªa espa?ola tras la crisis. Nunca la vuelta hacia el pasado ha sido una respuesta para resolver los problemas del futuro. En esta ocasi¨®n econ¨®mica esa vuelta es literalmente imposible.
Pero los a?os vividos con la crisis econ¨®mica no nos han dejado s¨®lo el sabor amargo de un corto men¨² y unos precios imposibles. Han ense?ado algunas cosas que ser¨ªa bueno utilizar para definir una pol¨ªtica econ¨®mica realista.
La primera y m¨¢s directa conclusi¨®n a la que lleva el comportamiento de la econom¨ªa espa?ola tras la crisis es que su desarrollo natural no permite alcanzar, en forma alguna, los objetivos deseables de ocupaci¨®n, por poco ambiciosos que ¨¦stos sean. Una tasa de crecimiento del 2-2,5% disminuir¨¢ la poblaci¨®n activa espa?ola y acumular¨¢ paro. La pasividad frente al comportamiento de nuestra econom¨ªa no est¨¢ justificada. Es precisa una actuaci¨®n que var¨ªe los resultados que se siguen del comportamiento natural e inadecuado de nuestros procesos de producci¨®n.
La lecci¨®n de la inflaci¨®n
Esa conclusi¨®n elemental no es, sin embargo, la ¨²nica. que se desprende de las cifras del cuadro. Hay al menos tres lecciones m¨¢s que se siguen en la observaci¨®n de sus resultados.
Esas tres lecciones son: la que ofrece la inflaci¨®n, la del desequilibrio exterior y la de la acumulaci¨®n de capital y el paro.
La lecci¨®n de la inflaci¨®n es importante y no puede olvidarse si queremos hallar salida a los problemas de la crisis. Las generaciones maduras que en muchos casos ,hoy dirigen la econom¨ªa del pa¨ªs han sido educadas por la inflaci¨®n que han vivido. Se han enriquecido en muchos casos merced a la inflaci¨®n. Han contado con ella siempre en sus actividades y en sus negocios del pasado. Y esa experiencia les ha llevado a concluir que una inflaci¨®n continuada conced¨ªa oportunidades al desarrollo econ¨®mico del pa¨ªs. El valor y el prestigio de la divisa nacional se perd¨ªan con la inflaci¨®n, pero ¨¦sta produc¨ªa -se cre¨ªa y se sigue creyendo por muchos- tres efectos positivos: redistribu¨ªa la renta en favor de los beneficios y en contra de los salarios, facilitando as¨ª los procesos de inversi¨®n, transfer¨ªa riqueza de los acreedores a los deudores, facilitando el pago de los cr¨¦ditos y primando a quienes se decid¨ªan a endeudarse. La inflaci¨®n, en fin, pon¨ªa en manos del Estado un impuesto f¨¢cil de recaudar y dif¨ªcil de evadir que permit¨ªa financiar inversiones p¨²blicas que el Estado no podr¨ªa atender con el rendimiento de otros ingresos p¨²blicos.
Desaparici¨®n del rentista
La validez de esa ideolog¨ªa tradicional -que domina a¨²n en extensos n¨²cleos de las sociedades actuales- ha sido totalmente contestada por la crisis de los 70. Ninguno de los tres efectos atribuidos a la inflaci¨®n -que han podido ser ciertos en otro tiempo- se producen en la situaci¨®n actual. La redistribuci¨®n a favor de los beneficios descansa sobre la hip¨®tesis de una carencia de fuerzas sindicales que detengan ese proceso redistributivo y de una extensa ilusi¨®n monetaria de la que participen los trabajadores, Ninguna de estas dos hip¨®tesis es v¨¢lida en las sociedades inflacionistas actuales. La respuesta a la inflaci¨®n presente se halla en la indiciaci¨®n de los salarios por el coste de la vida, o incluso, en la superindiciaci¨®n. Esta respuesta, naturalmente, impide el que la inflaci¨®n redistribuya la renta en favor de los beneficios y favorezca el proceso de acumulaci¨®n del capital. En segundo lugar, la transferencia de deudores a acreedores no puede calificarse as¨ª cuando las tasas de inflaci¨®n son las que presenta el cuadro. A esas tasas de inflaci¨®n no se produce la eutanasia del rentista que transfer¨ªa lentamente en otro tiempo sus recursos a la clase empresarial que se endeudaba. Lo que hoy ocurre es, sencillamente, la desaparici¨®n s¨²bita de los rentistas. Esa desaparici¨®n se manifiesta en dos hechos de la mayor importancia y que interfieren el desarrollo en todas las sociedades actuales: la explosi¨®n de los tipos de inter¨¦s, colocados a tasas prohibitivas para la inversi¨®n, pero insuficientemente remuneradoras para el ahorro y la falta de fondos ahorrados con los que atender a los procesos de inversi¨®n. No hay, pues, oportunidad para los acreedores en este proceso. Tambi¨¦n ellos han sido castigados oblig¨¢ndoles a pagar tipos de inter¨¦s con los que no pueden continuar financiando sus inversiones, y forz¨¢ndoles a encontrar fondos en un proceso de dif¨ªcil, cuando no de imposible, hallazgo. Finalmente, la Inflaci¨®n tampoco es un ¨²til instrumento para financiar las inversiones del Estado. El Estado ha utilizado el regresivo impuesto que es la inflaci¨®n, pero ha pagado sus consecuencias, ya que los fondos obtenidos no le han permitido cubrir esas inversiones que deseaba, sino atender al crecimiento pavoroso y diario de los gastos corrientes, convertidos cada d¨ªa m¨¢s en gastos poco ¨²tiles, y a veces en costosos despilfarros.
Inflaci¨®n contra crecimiento
Ciertamente, la inflaci¨®n no constituye el camino para resolver los problemas del crecimiento de una econom¨ªa. La inflaci¨®n es un enemigo importante del desarrollo. Las tasas cortas de crecimiento de la econom¨ªa tras la crisis no se asocian por azar a crecimientos prohibitivos de los precios. Son dos caras de la misma moneda. M¨¢s inflaci¨®n no equivale a mayor desarrollo, sino al contrario.
La segunda lecci¨®n del comportamiento de la econom¨ªa espa?ola tras la crisis se halla en las cifras del desequilibrio exterior. La crisis ha agudizado los desequilibrios de la balanza de pagos y estos desequilibrios no tienen m¨¢s que una sola soluci¨®n: pagarlos a trav¨¦s de un esfuerzo exportador que restableza las condiciones de. partida. El intento de compensar los precios internacionales desfavorables a los intercambios de un pa¨ªs, merced a una pol¨ªtica que utilice las reservas internacionales disponibles y la capacidad de cr¨¦dito exterior, no es m¨¢s que una soluci¨®n temporal y costos¨ªsima. La pol¨ªtica compensatoria prolongada es un grav¨ªsimo error que se paga, conforme prueban las cifras del cuadro, con erosiones Importantes en la situaci¨®n patrimonial del pa¨ªs que la realiza. Espa?a intent¨® vanamente compensar esta relaci¨®n desfavorable de precios durante los a?os que discurren desde el comienzo de la crisis energ¨¦tica hasta pr¨¢ctica mente el a?o 1977. La consecuencia es bien visible: un crecimiento sin precedentes en la deuda exterior, que de 3.500 millones de d¨®lares en 1973 pasaba a m¨¢s de 13.800 a finales de 1977. Los precios internacionales deben reconocerse por una econom¨ªa. Ignorarlos es un error, y ajustarse a ellos, una necesidad, aunque sea una necesidad costosa. Este ajuste a los nuevos precios internacionales no se ha realizado a¨²n plenamente por la econom¨ªa espa?ola. Existen protecciones de precios energ¨¦ticos cuya correcci¨®n no puede demorarse si deseamos aprender la lecci¨®n que la experiencia reciente nos ense?a.
Acumulaci¨®n y empleo
La tercera ense?anza que se deriva de las cifras del cuadro se halla en el proceso de acumulaci¨®n de capital y de empleo. Ning¨²n resultado tan negativo ofrece el cuadro como el que se registra en los incrementos de la inversi¨®n despu¨¦s de la crisis econ¨®mica. Esta ca¨ªda en la inversi¨®n espa?ola no est¨¢ sola, pues l¨ªneas m¨¢s arriba del cuadro aparece traducida en valores crecientes de la tasa de paro. No es posible afrontar una lucha contra el paro, reduciendo sus crecidas tasas, sin hacer que los n¨²meros rojos de la inversi¨®n se conviertan en n¨²meros negros, y esta conversi¨®n pasa, necesariamente, por una reconstituci¨®n del excedente de explotaci¨®n de las empresas, fuertemente erosionado en los ¨²ltimos a?os. El crecimiento de los costes de trabajo se recoge expl¨ªcitamente en el cuadro a trav¨¦s del proceso de distribuci¨®n de rentas que nos muestra c¨®mo las rentas de trabajo han cambiado radicalmente su participaci¨®n relativa en la renta nacional. Si el objetivo de la sociedad espa?ola reside en mejorar sus cifras de empleo, ese objetivo resultar¨¢ inalcanzable si no se detiene a corto plazo el proceso de transferencias de renta desde el excedente empresarial a los salarios. Es necesario pasar a una econom¨ªa en expansi¨®n con potencia y capacidad de crecimiento si el paro ha de recibir una respuesta constructiva y esa respuesta necesariamente pasa por la admisi¨®n del principio de reconstruir el margen de excedente empresarial. La conversi¨®n de las fuerzas sindicales europeas hacia esta l¨®gica constituye una prueba de que esta lecci¨®n se ha aprendido en otros pa¨ªses: primero por los sindicatos alemanes, despu¨¦s por los brit¨¢nicos, m¨¢s tarde por los franceses y, finalmente, por los italianos. El coste de este aprendizaje ha sido duro en t¨¦rminos de persistencia de la crisis y esta lecci¨®n no puede olvidarse en manera alguna en nuestro pa¨ªs.
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