La pol¨ªtica econ¨®mica debe estar pactada a tres a?os y tener car¨¢cter global
El programa de pol¨ªtica econ¨®mica que Espa?a necesita debe buscar sus objetivos en tres direcciones diferentes: logrando un mayor empleo (200.000 puestos de trabajo al a?o, necesarios para no embolsar m¨¢s paro), consiguiendo una menor inflaci¨®n (llegar a tasas europeas de un d¨ªgito al l¨ªmite del en diciembre de 1979) y manteniendo el equilibrio exterior a trav¨¦s de un comercio creciente con el resto del mundo (lo que exige ganar mercados para nuestras exportaciones que habr¨¢n de duplicar el crecimiento previsto del 6 en el comercio mundial para 1979).Realizar ese ambicioso programa pide tres condiciones no milagrosas, pero s¨ª dif¨ªciles: tiempo, firme apoyo social y utilizaci¨®n coordinada de los distintos medios de la pol¨ªtica econ¨®mica.
Tres a?os
Pide tiempo en primer lugar. No es posible articular un programa coherente que responda a esos tres objetivos sin dilatar su horizonte m¨¢s all¨¢ de un a?o. Tres a?os es el plazo m¨ªnimo requerido para vencer las inercias de la econom¨ªa espa?ola impuestas por sus tendencias del pasado. La econom¨ªa espa?ola ha escapado por el esfuerzo de todos los grupos sociales y merced a la iniciativa de los partidos pol¨ªticos concretada en los acuerdos de la Moncloa a la quiebra exterior y a los extremos de una inflaci¨®n galopante. Pero no hemos salido a¨²n de la comprometida situaci¨®n hacia la que empujaron a nuestra econom¨ªa los desfavorables datos exteriores y una pol¨ªtica interna que no reclam¨® el esfuerzo necesario de los espa?oles para ajustar nuestro com portamiento a una crisis tan profunda y tan claramente definida como la de los a?os 70. Los ¨²ltimos catorce meses han alterado la situaci¨®n. La pol¨ªtica econ¨®mica pactada por las fuerzas democr¨¢ticas ha permitido ganar posiciones importantes- en precios, en solvencia exterior, en salarios, en capacidad presupuestaria- desde las que seguir avanzando. Es importante el subrayado, pues en esas condiciones logradas en 1978 no se puede mantener pasivamente, porque la situaci¨®n alcanzada por nuestra econom¨ªa no es la de un c¨®modo equilibrio, sino la de un desequilibrio que debe recortocer, como punto de partida, el programa de pol¨ªtica econ¨®mica que el pa¨ªs necesita. Estamos, en efecto, en una situaci¨®n de desequilibrio econ¨®mico: la inflaci¨®n ha reducido su marcha, pero la elevaci¨®n de nuestros precios duplica a la de nuestros competidores; el coste del trabajo ha minorado el ritmo de su crecimiento, pero su tasa actual supera a la de todo, los pa¨ªses europeos, el desarrollo del Producto Interior Bruto ha sido positivo, incluso ha duplicado el previsto hace un a?o, pero ese crecimiento productivo no ha bastado para ocupar a nuestra poblaci¨®n joven, el comercio exterior ha ofrecido cifras espectaculares, pero no hemos consolidado el equilibrio de la balanza de pagos, puesto que las importaciones se hallan en niveles bajos debidos a una producci¨®n interna, d¨¦bil y a una inversi¨®n que languidece en tasas negativas.
Todos esos son s¨ªntomas claros de una econom¨ªa en desequilibrio. Una econom¨ªa que si se abandona a la suerte de esos datos presentes, no ganar¨¢ posiciones futuras mejores como lo ha hecho en los ¨²ltimos catorce meses.
La pasividad de la pol¨ªtica econ¨®mica har¨ªa que la situci¨®n de desequilibrio que esos datos apuntan se manifestase con todas sus consecuencias en el futuro, restaurando de nuevo las tendencias del pasado. Catorce meses de esfuerzo no han vencido a¨²n la inercia del pasado. La situaci¨®n de desequilibrio persiste. En la econom¨ªa del 79 casi todo es posible. Es posible el deterioro de las posiciones ganadas en el comercio exterior, es posible la ca¨ªda en tasas de inflaci¨®n que anunciar¨ªan para 1980 la vuelta de los dos d¨ªgitos con el dos delante que hemos dejado atr¨¢s, es posibleque el desarrollo de la producci¨®n contin¨²e a los ritmos del pasado inmediato, lejos de las tasas necesarias para mejorar el empleo. Y es posible tambi¨¦n, conseguir el cuadro contrario: caminar hacia una inflaci¨®n europea, consolidar el equilibrio exterior, recuperar tasas mayores de crecimiento y ocupaci¨®n.
Este ¨²ltimo cuadro de posibilidades es el que debe ganar un programa econ¨®mico que elimine las incertidumbres que siembra la situaci¨®n de desequilibrio de la econom¨ªa espa?ola. Un programa econ¨®mico que debe disponer de un horizonte temporal suficiente para asentar las condiciones de un desarrollo estable, desarrollo imposible de lograr sin una recuperaci¨®n de la inversi¨®n privada, la gran variable condicionante de nuestro futuro y, la m¨¢s exigente de las magnitudes econ¨®micas en eI consumo del tiempo. La recuperaci¨®n de las inversiones privadas no se registrar¨¢ si el tiempo econ¨®mico disponible se corta por el tel¨®n sucesivo de acontecimientos que limitan el horizonte hist¨®rico del empresario con fechas pol¨ªticas de importancia decisiva, cuya propia trascendencia
impide cualquier c¨¢lculo racional m¨¢s all¨¢ de unos meses o de un a?o, plazo del todo insuficiente para madurar las necesarias inversiones. Galbraith ha dicho, con frase que ha hecho fortuna, que la actividad esencial de la empresa consiste en planificar; esto es: prever las actuaciones necesarias entre el comienzo de una producci¨®n y su final, valorando las contingencias que afectar¨¢n a precios, costes y beneficios para disponer de un plan que les haga frente con acierto. S¨®lo la empresa capaz de planificar su futuro puede sobrevivir en ¨¦l. Esa planificaci¨®n es imposible si la empresa no recibe el tiempo y los datos precisos para realizarla.
La econom¨ªa necesita, pues, tiempo, que la pol¨ªtica debe concederle con un programa que reduzca incertidumbres y comprometa resultados y por el que apueste la sociedad entera.
Negociaci¨®n y pacto
La segunda condici¨®n del programa econ¨®mico -contar con un firme apoyo social ganado en un proceso de negociaci¨®n- es hoy tan clara para todos los int¨¦rpretes de la vida econ¨®mica espa?ola que constituir¨ªa ret¨®rica superflua la destinada a subrayar su necesidad, aunque no sean palabras tan innecesarias las dirigidas a acentuar su dificultad considerable.La tercera condici¨®n del programa econ¨®mico es su car¨¢cter global. Un programa de pol¨ªtica econ¨®mica con unos objetivos de tan amplio alcance como los que se pretenden no puede centrarse exclusivamente en medidas parciales, sino que, por el contrario, llama necesariamente a contribuir a todos los medios o instrumentos de que dispone la autoridad econ¨®mica.
Por ello, la exposici¨®n que se contiene en el presente art¨ªculo sobre la pol¨ªtica de rentas, al que seguir¨¢, el martes, otro sobre precios. Y, en la pr¨®xima semana, un an¨¢lisis de posibles acciones a emprender sobre la inversi¨®n y la exportaci¨®n, han de entenderse siempre formando parte de un todo integrado y coherente de pol¨ªtica econ¨®mica.
S¨®lo una actuaci¨®n simult¨¢nea y prolongada en un trienio sobre las distintas variables de la econom¨ªa, contando con el debido respaldo social, sin renunciar a ninguno de los instrumentos de la pol¨ªtica econ¨®mica, conseguir¨¢ los ambiciosos objetivos del programa.
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