Banquero, bancario, ?o qu¨¦...?/1
En un interesante art¨ªculo que ha publicado no hace mucho en la revista barcelonesa Destino, un excelente periodista se refiere a m¨ª con el sustantivo de banquero, palabra que cada vez m¨¢s tiene en ciertas bocas, o en ciertas plumas, el car¨¢cter de adjetivo peyorativo. El periodista, por lo dem¨¢s, me trata en el art¨ªculo de referencia todo lo bien que puede esperar un liberal, por progresista que sea, de un hombre inspirado en fuertes nostalgias marxistas. Es una puya, en cierto modo amistosa, propinada desde la izquierda. Incluso, pues, los amigos...No hace tampoco mucho, un ex ministro del general Franco, hoy de AP, c¨®mo no, dijo que mientras ¨¦l y otros como ¨¦l hab¨ªan servido al Estado o al pa¨ªs -no recuerdo bien- bajo la batuta de nuestro caudillo o, mejor dicho, de su caudillo, yo y otros como yo nos hab¨ªamos dedicado a ?hacer? carrera ?bancaria?. A este se?or, por lo dem¨¢s, le supongo todo el deseo de zaherir que puede esperarse de un hombre curtido al servicio de la dictadura, cuando un liberal de siempre se permite la impertinencia de opinar por su cuenta.
Me parece que si hay quienes, tanto entre los amigos como entre los enemigos, tanto entre las izquierdas como entre las derechas, estiman oportuno se?alarme de banquero, ha llegado el momento de que yo diga algo desde mi punto de vista. En realidad, el momento hace tiempo que hab¨ªa llegado porque no es la primera vez que unos u otros me llaman banquero. Pero en un aut¨¦ntico ejercicio de humildad ya hab¨ªa dejado pasar una y otra vez la oportunidad de decir esta boca es m¨ªa. Bueno, pues, en esta ocasi¨®n, con el permiso de todos, pido la palabra. .
Ante todo, vamos a concretar y a precisar las cosas. El diccionario de la Real Academia de la Lengua, en definici¨®n que corroboran los diccionarios especializados y la ley de Ordenaci¨®n Bancaria, considera banquero al ?jefe de una casa de banca?. El propietario de un banco privado o el. que tiene poder decisorio sobre su pol¨ªtica es, en principio, un banquero. Y los que trabajan por cuenta ajena en un banco, o sea que no son propietarios, y que tampoco ocupan cargos decisorios -que no son verdaderos jefes ¨²ltimos- en el mismo, ?qu¨¦ son? T¨¦cnicamente, o sea siempre seg¨²n los diccionarios o la ley, son empleados de banca. Dado que esta categor¨ªa no ejerce una excesiva fascinaci¨®n sobre las gentes, los interesados tratan de que se les conozca como funcionarios m¨¢s que como empleados de banca, aunque aquella denominaci¨®n s¨¦ usa m¨¢s correctamente aplic¨¢ndola -a los servidores del Estado. Los modernos gustan dedecir ?ej¨¦cutivos?, horrible palabreja norteamer¨ªcana.En la vida diaria de la banca, los banqueros, que son los que mandan, suelen marcar, de manera sutil, pero firme, distancias frente a los bancarios, que son los que cumplen instrucciones. Y esto, en el sector, lo saben incluso, los ordenanzas.
Ante estas definiciones, ?se me puede calificar de banquero? Creo que no, y lo creo as¨ª porque no soy propietario de ninguna instituci¨®n de cr¨¦dito, ni poseo, de ninguno de los bancos para los que trabajo, acciones en cantidad digna de menci¨®n; porque no ocupo puesto en el consejo, ni cargo ejecutivo decisori¨® en ninguno de ellos; porque, por mu"cho alarde de imaginaci¨®n que se haga, no se me puede encasillar como ?jefe de una casa de banca?. Pero, si no soy banquero, ?qu¨¦ soy? T¨¦cnicamente, no nos enga?emos, ser¨ªa un empleado de banca. Buscando mejorar de nivel, yo podr¨ªa tratar de llamarme impropiamente funcionario de banca. De todos modos, de una manera cort¨¦s, pero inexorable, los grandes banqueros espa?oles -?hace falta mencionarlos?- me recordar¨ªan, siempre que hiciera falta, que mi status profesional no hab¨ªa pasado nunca del de ?bancario?.
Claro que las cosas siempre son un poco m¨¢s complejas en la realidad. Yo soy, adem¨¢s de empleado, o funcionario, o bancario, profesor de la Universidad y pertenezco a los Colegios de Abogados de Barcelona y Madrid. Adem¨¢s, no ase, soro a una sola empresa an¨®nima o individual, bancaria o no. Esto, y una serie de libros profesionales que he escrito con cierto ¨¦xito y una ya larga lista de art¨ªculos sobre pol¨ªtica y econom¨ªa publicados en la prensa del pa¨ªs, me parece a lo mejor porque los jefes de las casas para las que trabajo son personas muy educadas que me tratan con toda consideraci¨®n que me ha conferido uncierto prestigio y una cierta libertad de acci¨®n, qpe me permite decir ahora que, o soy un funcionario distinguido de banca, o un asesor de empresas de un cierto respeto. Lo que, ?helas?, no soy, por ning¨²n lado que ello se mire, es aquello que se llama un banquero.
Con los diccionarios en la mano, seg¨²n nuestro idioma, un servidor de ustedes no es, pues, un banquero. ?Qu¨¦ le vamos a hacer! M¨¢s lo siento yo En todo caso, agradecer¨¦ a mis amigos y a mis enemigos, por igual, que tomen nota a la hora de describirme. Y ahora, definiciones aparte, perm¨ªtanme que contin¨²e mis explicaciones.
A m¨ª no me duele, ni muchomenos me ofende, que me llamen banquero. Lo que ocurre es que yo s¨¦ que , muchos de los que hablan de mi ?carrera? bancaria o de que soy banquero tienen el ¨¢nimo de ofenderme. Y ya es sabido que la ofensa depende, sobre todo, de si el que habla, piensa, desea y puede ofender o desprestigiar o acusar al ofendido de algo que desmerece o perjudica. Por tanto, aunque yo no soy banquero, y antes crea que la profesi¨®n de banquero es perfectamente compatible con la dignidad y la honestidad de las personas, me veo obligado a insistir sobre el tema..
Yo opino que la empresa privada, y con ella la banca privada, son una pieza sustancial en el funcionamiento de toda la sociedad libre. Creo que el beneficio que pueden generar las empresas privadas permite que ¨¦l hombre trabaje en atenci¨®n al dinero que de distintas maneras recibe, lo que me parece una f¨®rmula mil veces m¨¢s civilizada que la del autoritarismo y de la coacci¨®n propios de la planificaci¨®n central o incluso de la autogesti¨®n socialista, por lo menos tal como existe en el mundo real. Insistir en que el hombre, explota,al hombre como una caracter¨ªstica exclusiva de la empresa privada no pasa de ser una falsedad propagand¨ªstica y una tonter¨ªa. Si definimos la explotaci¨®n, al estilo marxista, como el hecho de no pagar al trabajador el valor pleno de lo que produce, todos los sistemas econ¨®micos habidos y por haber explotan y explotar¨¢n. Si se considera que todos los que trabajamos producimos m¨¢s porque la sociedad y el capital que nos rodean nos ayudan y que todos tenemos la obligaci¨®n de reciprocar para mantener el nivel necesario de recursos al servicio del trabajo de las generaciones futuras, la empresa privada no explota. Si queremos capitalizar o industrializar un pa¨ªs, o sea, si queremos crear puestos de trabajo para dar empleo al aumento de personas que resultan de la evoluci¨®n demogr¨¢fica y a la vez mejorar el nivel de vida de todos, hay que ahorrar y luego invertir una parte de lo que la comunidad produce, rest¨¢ndola necesariamente del consumo. Y, esto hay que hacerlo en r¨¦gimen fara¨®nico, en r¨¦gimen comunista y en r¨¦gimen capitalista y en todos los reg¨ªmenes. Y lo llama n ustedes explotaci¨®n del hombre por el hombre, acumulaci¨®n de capital, o como les d¨¦ la gana, pero de este proceso no se, escapa ninguna sociedad que no quiera suicidarse. De ah¨ª que nadie, nunca, ni en el pasado ni en el futuro, ni en la China ni en el Jap¨®n, pag¨®, ni pagar¨¢ al trabajador el valor ¨ªntegro de lo que ¨¦ste produce, porque da do que el nivel de sus cobros se guir¨ªa siendo relativamente bajo, todo se ir¨ªa en consumo y la sociedad retroceder¨ªa en su nivel de bienestar. No se olvide que lo agradable es consumir y que ahorrar es siempre un sacrificio para todos menos para los avaros. Mande Stalin o Wockefeller, el ahorro tiene siempre un algo de obligado. Lo que ocurre es que si el ahorro es necesario, si la inversi¨®n de esa suma detra¨ªda al valor del producto del trabajo la hace el Estado, el monopolio de la producci¨®n que de ello resulta pone a la libertad en peligro de muerte, y no porque los que eso propugnen sean malos, si no porque la l¨®gica interna de ese, fen¨®meno as¨ª lo exige. La empresa privada fracciona la inversi¨®n y con ella el poder y, qui¨¦rase o no, fomenta la libertad, y no porquelos que eso proponen sean buenos, sino porque as¨ª resulta inevitablemente del mecanismo de la inversi¨®n privada. Admito que aqu¨ª habr¨ªa que hacer un largo capitulo aparte sobre las multinacionales, pero no dispongo de espacio bastante ni de momento hace falta.
La productividad exige que unos ganen m¨¢s que otros, pero la inversi¨®n fraccionada exige lo mismo, para que los que m¨¢s ganen puedan ahorrar e invertir por vocaci¨®n y porque su consumo ya est¨¢ satisfecho. Y esto no produce ninguna injusticia especial. La desigualdad criticable e irritante aparece en el consumo y no en la inversi¨®n.
Lo malo no es que una persona determinada cree m¨¢s o menos puestos de trabajo. Lo censurable es que esa persona determinada posea dos yates cuando muchas otras personas determinadas no pueden pagar el colegio de sus hijos. Debemos ser desiguales hasta cierto punto a la hora de ahorrar y de invertir para ser libres y debe mos ser iguales o parecidos a la ho ra de consumir para serjustos. Esta libertad de ganar para invertir no quiere decir que no se deban corregir abusos, proceder a nacionalizaciones donde convenga, etc¨¦tera. Pero, m¨¢s que nada, quiere decir que debemos redistrihuir las ganancias, sobre todo a la hora del gasto en el consumo m¨¢s que a la hora de la inversi¨®n productiva. Hoy en d¨ªa casi todas las propuestas de reforma fiscal que circulan por el mundo tratan de gravar el consumo progresivamente y de favorecer la inversi¨®n y el ahorro. Creo, pues, que la empresa es un instrumento inteligente y altamente productivo del que nadie tiene por qu¨¦ avergonzarse. Si acaso procede avergonzarse de algo ser¨¢ de la conducta personal de algunos empresarios. En estos casos, all¨¢ ellos con su conciencia.
?O sea,que repito. No soy banquero pero si lo fuera no tendr¨ªa, en principio, y de acuerdo con mis convicciones m¨¢s ¨ªntimas, nada de qu¨¦ avergonzarme. Todo lo cortrario. S¨¦panlo mis amigos y mis enemigos. Los que no me quieren ofender llam¨¢ndome banquero, para su sosiego. Los otros, p¨¢ra que se enteren de que estoy tranquilo, pero que s¨¦ que me quieren perjudicar y que tomo nota.
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