La oposici¨®n, en la primera l¨ªnea del nacionalismo marroqu¨ª / 3
3. Para Costa Morata, ?la base de la argumentaci¨®n marroqu¨ª -y de Goytisolo- est¨¢ en los pretendidos e inagotables derechos hist¨®ricos sobre buena parte de ?frica del Norte, recogidos y formulados por Allal el Fassi, l¨ªder del Istiqlal?. Si va a decir verdad, mi referencia a los derechos hist¨®ricos marroqu¨ªes sobre el Sahara occidental ocupaba una media columna de una treintena de l¨ªneas en el segundo de los siete art¨ªculos publicados en EL PA?S sobre el tema (fechado el 18-5-78). No constituye, por tanto, la base de mi argumentaci¨®n, sino un elemento m¨¢s de la misma. Dicho esto, cuando nuestro autor asegura tranquilamente que las reivindicaciones marroqu¨ªes ?sobre el Sahara occidental est¨¢n desprovistas de fundamento hist¨®rico, y quiebran en lo pol¨ªtico, pero fueron alimentadas por (sic) la retrocesi¨®n de la ?zona sur del protectorado (que nada tiene que ver con el Saguiet-el-Hamra y R¨ªo de Oro) y que tampoco hab¨ªa correspondido nunca a Marruecos?, manifiesta un desconocimiento de las realidades hist¨®ricas del Magreb s¨®lo comparable en magnitud al de su confesada ignorancia de la literatura -revelada, por otra parte, en la embrollada sintaxis de p¨¢rrafos como el que acabamos de citar- o su serena, imperturbable autosuficiencia. Sin necesidad de remontarnos a las obras ya cl¨¢sicas de Suret-Canal, Dresch, Couland, etc¨¦tera, la reciente publicaci¨®n de dos estudios bien documentados consagrados al tema, obra de autores no marroqu¨ªes como Rezette o Attilio Gaudio le permitir¨¢ colmar, espero, esta ?laguna? informativa (aunque mejor ser¨ªa hablar aqu¨ª de ?lago Michigan?). En cuanto a lo de que el Sahara occidental no tuvo, nunca nada que ver con la ?zona sur del protectorado?, aconsejo a nuestro autor que consulte la fotocopia del documento oficial espa?ol, fechado el a?o 1942, que transmit¨ªa EL PA?S junto con mis art¨ªculos en el que se refiere expresamente al Sahara como, ?zona sur del protectorado?. Prosigue Costa Morata: ?Convendr¨ªa saber, para enjuiciar debidamente sus fervores, c¨®mo es el mapa del Marruecos hist¨®rico que Goytisolo propugna, incluyendo sus opiniones sobre Mauritania.? En el comentario favorable a las propuestas de Fernando Mor¨¢n que figura en el ¨²ltimo art¨ªculo de mi serie (?mantener el actual status de Marruecos en el Sahara, crear una confederaci¨®n saharaui-mauritana en la que tendr¨ªa alguna influencia Argelia, consolidar las fronteras de este pa¨ªs con Marruecos, que en el reparto colonial fueron adversas a los marroqu¨ªes?) -propuestas que, para nuestro autor, le ?resultan un engendro incalificable?- hallar¨¢ la respuesta a su pregunta. Una cosa es defender la evidente marroquinidad de Saguiet-el-Hamra, Ceuta y Melilla, y otra muy distinta la de Mauritania, Mali o el Califato de C¨®rdoba. Identificar el irredentismo hist¨®rico con el fascismo, y lanzarse a partir de ah¨ª a un juego vertiginoso de asimilaciones del orden nacionalismo marroqu¨ª = fascismo = Allal el Fassi = ppiasici¨®n = postura de Goytisolo muestra de nuevo a las claras los procedimientos de amalgama de Costa Morata. A?adir¨¦ que, para situar correctamente la lucha nacionalista de l¨ªderes como Allal el Fassi y Nasser hay que tener en cuenta el contexto hist¨®rico de la ¨¦poca: los opresores de sus pueblos eran los pa¨ªses ?democr¨¢ticos? europeos y, para combatir con ellos, nada m¨¢s l¨®gico que, como dijera Churchill, aceptaran aliarse con el mismo diablo. Motejar de ?nazismo? a Allal el Fassi me parece tan eurocentrista, injusto y err¨®neo como el viejo argumento sionista acerca del pasado fascismo de Nasser o del nazismo actual de Gaddafi.4. Prosigamos con Costa Morata: ?Poco hay que saber de Tercer Mundo y de socialismo para que resulte inexistente un r¨¦gimen de ?libertad, participaci¨®n y democracia? que Goytisolo parece haber encontrado en Marruecos.?
Lo de ?libertad, participaci¨®n y democracia? figura entre comillas, lo que indica, de cara al lector, que nuestro autor est¨¢ citando una frase m¨ªa. Ahora bien, yo no he dicho ni escrito jam¨¢s algo semejante e invito a Costa Morata a que me procure -nos procure- sus fuentes. No contento con deformar y caricaturizar mis posiciones me atribuye frases que no han salido nunca de mi pluma. ?Es ¨¦sta la ?seriedad? que tan a menudo invoca? (Probablemente la memoria le ha jugado una mala pasada confundiendo mis textos literarios sobre la libertad del juglar en el espacio de juego de Xem¨¢a-el-Fna con una definici¨®n pol¨ªtica del Estado marroqu¨ª!! En todo caso, ello indica de modo di¨¢fano el grado de seriedad de sus lecturas.)
5. Costa Morata me atribuye el prop¨®sito de descalificar globalmente al r¨¦gimen argelino ?mediante una definici¨®n de socialismo en pa¨ªses atrasados de indudable inter¨¦s?: ?Capitalismo de Estado controlado por una peque?a o mediana casta de bur¨®cratas que expropia la plusval¨ªa del proletariado en beneficio de sus propios intereses? (esta vez la cita es realmente m¨ªa. J. G.), y despu¨¦s de se?alar que dicha definici¨®n no le ?suena? si tomo de ?referencia el modelo argelino?, agrega: ?Le sugiero que intente definir ahora el capitalismo de pa¨ªses atrasados a ver qu¨¦ sale, o a (sic) que informe de alguna tercera o cuarta v¨ªa que pueda haber encontrado.?
Tranquil¨ªcese nuestro autor: esta tercera o cuarta v¨ªa no existe, y el capitalismo de pa¨ªses atrasados se funda, como ¨¦l dice, en la explotaci¨®n salvaje, el feudalismo econ¨®mico y la dependencia de las oligarqu¨ªas nacionales respecto a las grandes potencias industriales de Occidente, especialmente Estados Unidos. La ventaja que sobre este sistema poseen algunos reg¨ªmenes de ?socialismo en pa¨ªses atrasados? (no todos, ni mucho menos) consiste en su capacidad de acortar el margen existente entre el despilfarro de las clases dirigentes y el umbral de dignidad m¨ªnimo de las masas, procurando a ¨¦stas -como fue el caso de Argelia durante el per¨ªodo de Ben Bella- lo que podr¨ªamos llamar ?primeros auxilios a un accidentado?: alfabetizaci¨®n obligatoria, socorro m¨¦dico, intento de reforma agraria, etc¨¦tera. Pero, para cualquier conocedor sin anteojeras de las realidades del Tercer Mundo. los hechos prueban, por desgracia, que las diferencias existentes entre el socialismo y el capitalismo de pa¨ªses atrasados se limitan, por lo com¨²n, a una diferencia de palabras.
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