No hubo caricatura de la fiesta

La televisi¨®n ofreci¨® ayer, desde Zaragoza, una corrida de toros que, por lo menos, se pod¨ªa ver. No fue nada del otro jueves, se quedaba en un festejo de tantos, pero los toros no se ca¨ªan y ten¨ªan casta, por lo cual hubo lidia. Por esta vez no se escamote¨® ni se caricaturiz¨® el espect¨¢culo, aunque a¨²n tiene m¨¢s positivos valores.De nuevo, como casi siempre que las figuras alternan con un to rero de cartel relativo, el sorteo de las reses se mostr¨® caprichoso: el toro armado y de trap¨ªo de la corrida fue para Ra¨²l Aranda, mientras el despitorrado le tocaba al Ni?o de la Capea y el lote m¨¢s parejo y c¨®modo a Manzanares. Pero, en definitiva, si aqu¨ª no pareci¨® haber justicia, ¨¦sta lleg¨® por otro lado: el toro-toro sali¨® bravo y Ra¨²l Aranda le hizo una faena valiente y torera, no redondeada, pues se ve¨ªa obligado a rematar los pases con la mano alta, para que el animal no se le viniera abajo. Finalmente emborron¨® la tarea con un bajonazo, posiblemente involuntario, pues el toro estaba encogido e hizo un extra?o en el momento del volapi¨¦.

Las faenas de Manzanares fueron largas y pesadas, sin que sobresaliera ni un solo muletazo de la suma desmedida que lleg¨® a instrumentar. En la primera acab¨® por descomponer al toro. En la segunda estuvo voluntarioso y valiente, mientras intentaba superar la condici¨®n de prob¨®n que ten¨ªa su enemigo.

El triunfo popular se lo llev¨® el Ni?o de la Capea con el despitorrado y noble sexto, al cual le enjaret¨® series de pases violentos con el tosco estilo que suele emplear. En el tercero desaprovech¨® las primeras buenas embestidas, para dedicarse al encimismo cuando la res pas¨® a quedada. De arte no hubo nada, claro.