Una pol¨¦mica est¨¦ril
Durante varios meses, este peri¨®dico ha venido siendo veh¨ªculo de una extensa y prolija pol¨¦mica sobre el conflicto del Sahara occidental, su origen y la posici¨®n del Gobierno y los partidos pol¨ªticos espa?oles en torno al problema. Iniciada en mayo con una serie de art¨ªculos del escritor Juan Goytisolo, y seguida por una respuesta de Pedro Costa Morata, el debate ha continuado m¨¢s recientemente con un comentario de Emilio Men¨¦ndez del Valle, con una r¨¦plica de Goytisolo a Costa Morata y, ahora, con una contrarr¨¦plica de ¨¦ste. Llegados a este punto, la pol¨¦rnica debe cesar, al menos en los t¨¦rminos en que ven¨ªa siendo planteada. De nada sirve dar vueltas una y otra vez sobre la mala conciencia colectiva de una buena parte del pueblo espa?ol, expresada a trav¨¦s de sus partidos, o acudir a los arraigados prejuicios antinioros del pasado en apoyo de posturas que se defienden -se han defendido- con mejores argumentos.Soluci¨®n negociada del conflicto
En un momento en que comienza a verse con relativa claridad la perspectiva de una soluci¨®n negociada al conflicto, a¨²n con enormes dificultades, no parece demasiado ¨²til empe?arse en defender o poner en duda la naturaleza revolucionaria o progresista de un r¨¦gimen militar que dura trece a?os, ni pretender que la existencia o carencia de esa cualidad sanciona para los restos una determinada pol¨ªtica exterior. Ni apoyarse en el car¨¢cter feudal, o no, de otro r¨¦gimen para extraer las mismas consecuencias, pero en sentido inverso. Como tampoco parece oportuno recurrir con insistencia a los derechos hist¨®ricos de un pueblo u otro sobre un determinado territorio, porque si esa sola c¨¦dula de propiedad bastase para certificar el mejor derecho de una comunidad sobre otra, habr¨ªa que reabrir a estas alturas numerosos descolonizadores.
Desde que Juan Goytisolo escribi¨® su primera y densa serie de trabajos, y casi coincidiendo con la apasionada respuesta de Costa Morata, nuevos datos han venido a alterar sustancial m ente los t¨¦rminos en que, hasta entonces, se planteaba la cuesti¨®n. El nuevo r¨¦gimen instalado el 10 de julio en Mauritania -un Estado artificial creado por la descolonizaci¨®n como ?puente? hacia la antigua Africa Occidental Francesa- no est¨¢ dispuesto a defender por m¨¢s tiempo sus supuestos derechos hist¨®ricos sobre un pedazo de desierto a costa de poner en peligro su propia supervivencia como Estado independiente. Por otra parte, el Gobierno centrista espa?ol, aunque sea a trav¨¦s de la ?diplomacia paralela? puesta en marcha por Javier Rup¨¦rez y Ra¨²l Morodo, parece entender que no debe mantener por mucho tiempo m¨¢s, en las actuales circunstancias, un alineamiento de hecho con una de las partes en conflicto, y todo sugiere su intenci¨®n de buscar -por si pudiera jugar en la paz un papel m¨¢s airoso que lo fue en la guerra- una posici¨®n lo m¨¢s equidistante posible. Proceso de revisi¨®n de posturas que tambi¨¦n ha sido emprendido, desde un punto de partida totalmente contrario, por los partidos de la izquierda espa?ola.
Nuevos datos
El papel jugado por Francia en el golpe de Estado mauritano de julio y el freno que puso la guerra a los planes econ¨®micos al largo plazo de Rabat son tambi¨¦n dos e importantes nuevos datos. Como el acercamiento de la diplomacia argelina hacia Francia y la suspensi¨®n de las escaramuzas de la guerrilla polisaria en territorio mauritano. Y todo indica que incluso las ¨²ltimas advertencias marroqu¨ªes a Argelia, con la eventual amenaza de un choque armado entre los dos Estados magreb¨ªes, es un producto m¨¢s de la nueva situaci¨®n.
En noviembre de 1975 se nos impuso a los espa?oles una situaci¨®n de hecho y los desafortunados, y hasta tenebrosos, pasos de la ¨²ltima descolonizaci¨®n espa?ola en Africa favorecieron y justificaron un alineamiento radical de posturas y la defensa de unos principios morales que seguir¨¢n siendo v¨¢lidos, cualquiera que sea la soluci¨®n a la que ahora se llegue. La consciente pasividad -que no neutralidad- del Gobierno espa?ol a todo lo largo del conflicto coloca de nuevo a los espa?oles ante otra situaci¨®n de hecho, esta vez impuesta desde el exterior. Entiendo que es en estos nuevos t¨¦rminos en los que deber¨ªa situarse, a partir de ahora, toda pol¨¦mica sobre el Sahara, si ¨¦sta quiere ser realista y ¨²til a los intereses espa?oles. Y ahora ya no deber¨ªa haber justificaciones extrarracionales.
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